El mar, el mar, VIII
Hola a todas y todos, aquí llegan las breves notas de la penúltima semana de lectura de este libro (con el que terminamos antes del descanso veraniego). He tardado algo más porque me he dado el lujo de venir a leer frente al mar, no podía ser de otra manera siendo un libro donde el mar tiene tanta presencia y protagonismo, está siendo todo un lujo.
Para esta semana vamos a leer el capítulo seis de "La historia", es decir, desde la p. 569 a la p. 696 en mi edición, unas 130 páginas en total. Nos queda muy poco para terminar, un capítulo a modo de anticlímax, de unas 50 páginas, que dejaremos para la última semana.
ESTA SEMANA
Creo que lo que más me maravilla a estas alturas del libro es que no deja de sorprenderme. Voy leyendo y a cada poco hay un nuevo giro, una historia inesperada, una aparición insólita... y, al mismo tiempo, es un libro divertido, emocionante, de aventura, romántico, trágico, crítico... ¡yo qué sé qué más!, es, en verdad, un libro muy poderoso y está siendo una lectura fantástica, al menos para mí, espero que a vosotras y a vosotros os suceda igual.
Tras el cierre de la pasada semana con la muerte de Titus (qué inesperado bajón) no tenía yo ni idea de por dónde seguiría la historia. Y efectivamente, aunque lo hubiera intentado no habría acertado ni de lejos.
Esta semana, por fin, parece que se van recolocando algunas cosas y, al mismo tiempo, sucede algo muy interesante: es el cambio de foco. De alguna manera la historia de Hartley se va disolviendo como un azucarillo y empezamos a fijarnos en lo que ha estado sucediendo alrededor mientras Charles estaba tan obcecado con ese amor tan artificioso (¿no os parece?, un amor que ha tenido que alimentar enormemente a lo largo de las páginas sin recibir nada, nada de nada, era un espejismo, yo qué sé). Ahora, el desenlace de lo de Hartley es la pera, lo de la invitación al té (con esa tarjeta firmada por Mary Fitch, cuánto sugiere la firma) y la situación es, sencillamente, magnífico. Y de nuevo nos encontramos en un momento muy teatral con un cierre estupendo, con Hartley diciéndole a Charles: "Es que no has entendido" (p. 622).
Por otro lado da mucha alegría saber de Rosina y Peregrine y de Gilbert y Lizzie, esas otras historias también parecen cerrarse de buena manera, mientras que otras, como la de Rosemary y Sidney Ashe, parecen tomar un giro inesperado. Como inesperada es la situación de Freddie Arkwright, un secundario que asoma para recordarnos que la vida sigue más allá de Shruff End, en algunos casos para bien y en otros, yo qué sé... pienso en la carta (o cartas) de Angela Godwin, que nos sirven para que no olvidemos que estamos rodeados de gente pirada o rarísima (al menos en este libro). ¿Os acordáis de esta muchacha?, era la hijastra de Perry, ¿verdad?
En cualquier caso en este capítulo se desentrañan algunos misterios (como lo que pasó exactamente en el puente de Mim y quién empujó a Charles y cómo lo sacaron), pero también encontramos a Charles en una situación extrema: "yo había llegado hasta donde nunca antes había estado antes, al bendito punto de la desesperación suficiente." (p. 664) Hasta este momento Charles parecía siempre inasequible al desaliento y con una tenacidad y una fuerza insólitas. Pero algo ha cambiado en estas páginas.
Lo más fascinante de este capítulo viene de la mano del primo James, pero como yo no tengo ganas de destripar ni una cosita más, os dejo sencillamente que os metáis en estas páginas y gocéis a lo grande, porque la conversación y la posterior reflexión (así como los recuerdos fragmentados que va recuperando Charles) y, sobre todo, el desenlace, recoloca y da un nuevo sentido a lo leído hasta ahora.
Disfrutad de la lectura de estos días,
saludos cordiales,
Pep Bruno