El mar, el mar, VI
Hola a todas y todos, perdonad que haya tardado un par de días en continuar con la lectura, pero es que han sido unas semanas muy atareadas y con mucho viaje (y estoy sin portátil) y no tengo manera de ponerme a escribir hasta que no llego a casa. Para esta semana os propongo terminar con el capítulo cuatro de la historia, es decir, unas 100 páginas (de la 398 a la 501 en mi edición).
Vamos al lío.
ESTA SEMANA
Quedó todo en vilo donde lo dejamos la pasada semana, así que he leído con muchas ganas el resto del cuarto capítulo. Menuda locura y qué lío tremendo. Voy a destripar contenidos, así que si no queréis que os avance nada, no sigáis leyendo.
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¿Pero qué locura es esta? Hemos pasado de una novela de enredo desaforado con un personaje que repele y atrae a partes iguales a una novela donde hay, directamente, un secuestro.
Hartley está secuestrada. Vive en un cuarto interior cerrada con llave. Y no deja de decir una única cosa: "Quiero irme a casa" y Charles parece no escuchar. Insiste. Quiere "salvarla" sin escuchar y manteniéndola secuestrada. Menuda locura es esta. La mirada, desde un punto de vista metafórico, resulta abrumadora. De hecho al final del capítulo hay cuatro hombres en la casa decidiendo sobre Hartley. Cuatro hombres decidiendo sobre una mujer sin atender a lo que ella pide. Es brutal.
Más allá de esto que de pronto nos golpea bien fuerte en la lectura, hay momentos delirantes, casi de vodevil, como cuando la casa se va llenando de invitados. Es desopilante. Igual que resulta loquísima la aparición de Rosina y su decisión de intervenir en todo el embrollo (no diré más, pero ojo).
Por cierto, el momento con Rosina (y el tema del hijo) es brutal.
Por otro lado es maravilloso ese coro de voces que tratan de aclarar y resolver el embrollo: ¿no os gusta cada vez más James, el primo?
Eso sí, yo estoy completamente en vilo, no tengo ni idea de cómo va a resolverse esto ni si hay alguien que no pueda salir malparado. ¿Qué os parece a vosotros, a vosotras?
Os leo en los comentarios.
Saludos cordiales,
Pep