Del cap. I al VII, incluido
Queridas viajeras, queridos viajeros… iniciamos la conversación en torno a los primeros siete capítulos (del I al VII, incluido) de El mapa del tiempo de Félix J. Palma.
La historia (emocionante, dramática, excesiva, folletinesca y fantástica) es relatada a través de la figura de un narrador omnisciente que nos interpela, haciéndonos cómplices con sus reflexiones, bromas y ponderaciones:
“he decidido comenzar por este momento y no por otro; como si también yo hubiese tenido que escoger un principio de entre los muchos que se aprietan en el armario de las posibilidades”
“Pero el cochero Barker, pese a tener una vida digna de ser contada, como lo son todas las vidas, por poco que uno mire con atención, no es un personaje relevante para esta historia. Quizás otros decidan relatarla, y probablemente encuentren material abundante para otorgarle la mención que requiere toda narración-pienso en el momento en que conoció a Rebecca, su esposa, o en aquel episodio decididamente delirante del hurón y el rastrillo-, pero no es nuestro objetivo en este momento.” (No sé si vosotros sentís las mismas ganas que yo de escribir (o de leer) la historia del cochero Barker).
Tenemos a Andrew Harrington, un joven más que acomodado de la esfera londinense del siglo XIX, consumiéndose por la pena de amor más grande que uno imaginarse pueda… y es que su amada Marie fue asesinada por Jack el Destripador hace ocho años. Qué destino cruel para una mujer pobre e indefensa que debía prostituirse para ganarse la vida en la ciénaga de Whitechapel: el barrio de los desheredados. Este joven indeciso, displicente y aturullado (el mundo es importante para él si se pliega a sus deseos, a sus necesidades reales o inventadas), no encuentra estímulo suficiente para seguir viviendo. Ni las francachelas con su primo Charles (otro petimetre entregado a la buena vida), ni la literatura, ni los prostíbulos elegantes… solo quiere reunirse con su Marie. Recordemos que Andrew no había sabido nunca elegir y que, cuando lo había hecho, había sido a destiempo (como declararle el amor por Marie a su padre, el temible ex militar cojo que colecciona armas de fuego y desaprueba todo lo que hace y no hace Andrew, mientras el Destripador termina con su amada de una manera cruel; hasta elegir un sombre y un abrigo o una pistola que le allane el camino a la muerte): “Esta vez creía haber elegido correctamente, pues había elegido dejar de elegir. Ya no habría más errores en el futuro porque ni siquiera habría futuro”. Pues bien, Andrew decide suicidarse en el cuartito maloliente, sucio y frío en el que había amado a Marie (y del que, después, había salido para ir a dormir entre las sábanas almidonadas de una cama enorme), porque ya no soporta la amargura de estar solo. A su rescate acude su primo Charles (un tarambana pero, quizás, más honesto y claro en sus apetencias que Andrew…), que le convence de probar una solución: viajar al pasado a través de la agencia de Viajes temporales Murray que, hasta ahora, solo ha organizado viajes al año 2000, pero habrá que intentarlo… Y es ahí donde aparece Murray, el empresario grande, campechano y bonachón, que ha restaurado un teatro frente al que las colas de los londinenses deseosos de asistir a la batalla final entre autómatas y humanos no paran de crecer… Claro que también tiene detractores que embadurnan la fachada con excrementos de animales y que le tachan de estafador. Pero… ¿podrán viajar al pasado? En el capítulo VII Murray se apresta a contarles cómo la magia (y no la ciencia) es la que hace posible sus viajes temporales a ese futuro terrible de guerras entre máquinas y hombres. Y ahí estamos, en el despacho exuberante de un hombre que resulta, como la época victoriana, excesivo y grande, un hombre que se jacta de haber organizado innumerables expediciones al continente negro, un hombre que es la última esperanza de nuestro Andrew.
Hay varias cuestiones muy interesantes para comentar… y profundizar.
Por ejemplo, la época en la que Jack el Destripador asesinó a cinco mujeres que ejercían la prostitución en Whitechapel. ¿Cuántas películas, cuántas novelas, cuántos documentales existen sobre este asesino? Aunque en la novela se habla de un criminal al que se ajusticia, las teorías conspiranoicas han continuado hasta nuestros días. Nos fascina este monstruo. Y, sin embargo, ¿quiénes fueron sus víctimas? ¿Qué soñaron? ¿Cómo eran? ¿A quién querían? ¿Por qué ejercían la prostitución? ¿Todas la ejercían de manera continuada, o fueron momentos puntuales? (Por cierto, la actriz Heather Graham, en la foto, interpretó a Marie Kelly en Desde el infierno (2001)).
Aquí quiero recomendaros, si no lo conocéis, el pódcast Canónicas, en el que se pone de relevancia las vidas de estas cinco mujeres: El episodio dedicado al amor de Andrew, Marie Kelly, es el quinto, pero creo que es muy enriquecedor escucharlos todos y, así, darles visibilidad más allá de los horrores que les hizo el Destripador. En este sentido, El mapa del tiempo también se ocupa de mostrarnos a una Marie sensible que se entristece, se alegra, que sufre un matrimonio sin amor y que… ¿se enamora de Andrew? ¿O es necesidad y es Andrew el que se confunde?
La segunda cuestión en la que podemos poner nuestra atención es en los dos mundos que se contraponen y se necesitan, que se desprecian y se buscan: el mundo de los ricos, de los displicentes, que viven por y para sus caprichos y el mundo de los desheredados de la tierra, de los que tienen que robar, vender su cuerpo, recurrir a una y mil tretas para poder comer, dormir en un sitio caliente, para no perecer. Dentro de estas clases sociales tan bajas, en un peldaño superior (pero del que se pueden bajar o caer con suma facilidad) estarían los sirvientes: las doncellas, las lavanderas, las criadas, los jardineros, los cocheros como el cochero Barker… y los privilegiados, que apenas reparan en ellos, que apenas los ven como personas, son sombras a su servicio, no seres humanos:
“Nunca se había tomado la molestia de calibrar la inteligencia del cochero ni de ningún otro criado, concediéndoles como mucho esa astucia elemental de quienes desde pequeños tenían que nadar contra la corriente en la que ellos navegaban tan plácidamente”.
La tercera es el contexto temporal de la novela: la época victoriana y, más concretamente, en el último periodo de reinado de la reina Victoria, donde se agudizan los problemas con las colonias e Irlanda y se radicaliza el movimiento obrero y salarial. Es una época fascinante para la literatura: Verne, Wells, los inventos, la ciencia y el progreso. De hecho, la publicación de la obra de H.G. Wells La máquina del tiempo (en 1895, la acción de El mapa del tiempo comienza un año después) causa verdadera sensación en nuestra novela y, por eso, los Viajes Temporales Murray triunfan y causan verdadero impacto en la sociedad adinerada y ociosa (no creo yo que los sirvientes y los vagabundos de Whitechapel se preocupen de ello). Sobre H.G. Wells y su obra, quiero recomendaros dos episodios de Un libro Una hora de la Cadena Ser: El hombre invisible y La guerra de los mundos y un documental sobre él; así como este artículo de National Geographic.
¿Cuántas referencias hemos heredado de La máquina del tiempo? A mí me encanta la peli Regreso al futuro (1985).
Algunos enlaces más:
- Guerra de Crimea, donde luchó el padre de Andrew Harrington.
- Whitechapel (el barrio donde Jack el Destripador aterrorizaba a Londres), vídeo
- Hyde Park (web oficial)
- Seguro que habéis visto esta delicia de película: La Reina Victoria y Abdul
- Un viaje a Londres
- 23 fotografías de Londres en la época victoriana.
Y… unas últimas preguntas…
¿Qué os está pareciendo nuestro viaje en el tiempo? ¿Podrá salvar Andrew a Marie? ¿Os gustaría viajar en el tiempo y, si es así, a qué época os gustaría viajar?
Feliz y provechoso viaje, lectoras, lectores.
(Fotografía: By Diliff - Own work, CC BY-SA 2.5)