Capítulos XIV al XIX, incluido
¿Se han preguntado alguna vez qué es lo que convierte en responsables a los hombres? Yo se lo diré: que solo tienen una oportunidad de hacer cada cosa. Si existieran máquinas que nos permitieran corregir hasta nuestros errores más estúpidos viviríamos en un mundo lleno de irresponsables.
Queridas viajeras, queridos viajeros,
En los seis capítulos que comentamos esta semana asistimos a un fin y a un inicio. El fin del viaje al pasado de Andrew y al que parece ser el comienzo del viaje al futuro de la señorita Claire Haggerty.
Vámonos al pasado. ¡Qué divertida es la parte en la que Charles y Andrew entran en la casa de Wells y balbucean, unos y otros, sus propios nombres! He de confesar que tanta épica por parte de Charles se me antojaba excesiva. ¿A santo de qué encañonar a Wells, a su señora y casi a todo bicho viviente? Pero…
Toda la pantomima que pergeña Charles para salvar a Andrew del suicidio es, sencillamente, genial. Incluso la explicación de porqué no desaparece el titular del pasado en el recorte de prensa que Wells guarda, primorosamente, en una caja. Todo es absolutamente preciosista: la manera en que amenaza a Wells y a su esposa, cómo el romance logra conmover al huraño escritor, las explicaciones sobre la máquina del tiempo (qué capacidad de atrezzo, hasta con gotas de sangre resultado de un supuesto viaje anterior del que el viajero no regreso), los rayos y fogonazos, el mareo, el caballo bajo el árbol, la galopada bajo las estrellas (ese Andrew, todo un héroe), el llegar a Withechapell y emboscar al Destripador… (un poco demasiado la cuchillada que le da el actor, ¿no? Aunque, como dice Charles, si no es en defensa propia el bueno de su primo no hubiera reunido el valor suficiente como para matar a un ser humano, aunque ese ser fuese el asesino despiadado de a su amada Marie. No sé. ¿Quiere creer Andrew que su amada Marie vive dichosa con su otro yo o se lo ha creído de veras? Sea como sea, el muchacho ha decidido vivir, vivir y regocijarse en el hecho de estar vivo, participar de la vida. Eso es una buena noticia. Toda esta triquiñuela me encantó. ¿A vosotros?
Comenzamos la segunda parte que es la del viaje al futuro con una señorita, Claire Haggerty, que vive su presente de manera desconsolada. Pocas opciones se le presentan. No le seduce el matrimonio con ninguno de los petimetres que se le acercan. Ni que sean jóvenes, ni viejos, ni ricos, ni pobres. No tiene, tampoco, manera de ganarse el sustento más allá de ser enfermera o mecanógrafa en un oficina… ocupaciones que se le antojan más aburridas, si cabe, que un matrimonio forzoso. Así las cosas, abocada como parece estar al matrimonio, ¡si fuese capaz de enamorarse!
Y he aquí que llega una buena amiga al rescate: Lucy Nelson (este par de muchachitas, ¿no os recuerdan, por carácter, a los primos Andrew y Charles?). Lucy ha organizado un viaje al futuro a través de Viajes Temporales Murray. En medio de artimañas, las dos jóvenes se acercan al que antaño fue teatro para viajar al 20 de mayo del 2000 y asistir a la batalla final entre hombres y autómatas, con la victoria del ser humano frente al robot. En el escenario en el que van a subirse al Cronotilus, se encuentran con el resto de viajeros de la expedición, entre ellos Charles y su esposa. ¡Acabáramos! En realidad, hemos viajado en el tiempo… al momento en el que Charles realiza ese viaje, ¿os acordáis que acude en busca de su primo Andrew y se lo cuenta?
No sé vosotros, pero yo he descubierto en el capítulo XVIII a un hombre muy inteligente, socarrón y divertido. Charles no me caía tan bien en la primera parte… excepto cuando averiguamos cómo se las ingenió para salvar a su primo de las garras de la tristeza. El diálogo, provocador e incisivo, que Charles mantiene con el fabricante de juguetes mecánicos Fergusson (solo pianolas, dice), es brillante. Hasta Claire, a la que este no le caía precisamente bien, se divierte con él y aprecia su humor y su brillantez. Fergusson es un hombrecito grimoso y fantasmón. Y… aparece un inspector de Scotland Yard. Que todo un inspector se anime a realizar el viaje al futuro, en fin, esto parece serio. Muy serio. Nuestro buen inspector se queda absolutamente fascinado con Lucy, con la divertida y chispeante Lucy, que acude con la misma alegría a comprar corsés que a un viaje al año 2000. No como su amiga, Claire… O, ¿tal vez las jóvenes se parecen más de lo que quisiera Claire? Claire es una soñadora, una romántica. Simplemente, con la visión de la estatua que representa a Shakleton, el héroe del 2000, se siente atraída por él… Y aterrorizada por Salomon, el rey de los autómatas que ha provocado (casi, casi) la extinción de la raza humana.
El último capítulo que tenemos hoy para comentar, el XIX, es la narración histórica de los hechos que ha desencadenado la gran guerra entre autómatas y hombres. Gilliam Murray ataviado como un maestro de ceremonias circense (ese traje malva, esos rizos, esa suavidad meliflua) es el narrador. Y narra hechos extraordinarios, sin duda. No sé, a mí me ha dejado perpleja lo de la bala en el cuerpo de Shakleton. Que venció a la bala. ¡! Un hombre extraordinario. Sin embargo… (Menudo monólogo se marca Murray ¡¡!!)
No sé vosotros, pero yo voy a mirar de reojo a mi aspiradora más que antes. Y no le hablaré mal, me abstendré de decirle: y ahora qué te pasa, cacharro obsoleto, que ni aspiras, ni te mueves, ni nada de nada. ¡Solo ocupas sitio en el armario! Cualquier día te abandono en un punto limpio.
No, eso no. No volveré a herir sus sentimientos…
¡Cuánto humor encierra El mapa del tiempo! Perdonadme el tono de la entrada, pero no he podido resistirme.
Podríamos hablar del espiritismo, de las reuniones que se organizaban en el siglo XIX (qué avispado el tal Sanders), y del miedo al automatismo, a la mecanización, a perder nuestra esencia humana… tal vez lo hemos heredado y, ahora, nos llena de una extraña zozobra todo lo relacionado con la Inteligencia Artificial. Porque… ¿qué sucederá si estas inteligencias aprenden a mentir como mentimos nosotros, por ejemplo?
He buscado algunos recursos interesantes:
- Nicola Tesla: La utopía eléctrica. RTVE
- Centrales hidráulicas. Cataratas del Niágara. Tesla.
- El maravilloso pódcast Mujeres con las botas puestas de la escritora y periodista Ángeles Caso, y su episodio Mary Wollstonecraft, protofeminista. Cualquiera de los episodios es un disfrute.
- Origen, historia y peligros de usar corsés en el siglo XIX
- Allan Kardec.
- El espiritismo, una religión de lo paranormal.
- Pierre Jaquet Droz, el célebre relojero suizo creador de autómatas.
- Los autómatas de Droz, vídeo
- La hija autómata de Descartes
- El autómata Mephisto
- El autómata el Turco que venció a Napoleón jugando al ajedrez…
Esta noche has hecho algo por lo que siempre estaré orgullosa de ti-dijo contemplándolo con infinita dulzura-: has salvado la vida de un hombre usando tu imaginación.