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El corazón helado, VII

Libro que estamos comentando: 
El corazón helado

Hola a todas y todos, llegamos ya al tramo final del libro, penúltima semana de lectura en la que van desanudándose tramas y completándose información y hechos que estaban silenciados u ocultos. Esta semana leeremos desde la página 708 (que comienza "Yo nunca me he acostado con tu padre, Álvaro".) hasta la 828 (que termina con un hombre moreno se volvió hace ella y la miró a los ojos."), 120 páginas para devorar en estos días.
 
ESTA SEMANA
Las primeras páginas de esta semana son el último capítulo del bloque central del libro, el más extenso y titulado "El hielo". Y es en este tramo en el que escucharemos fragmentos importantes de la historia de Raquel, de la historia contada por Raquel, para ir completando el puzzle. Nosotros fragmentos, ojo, pero Álvaro recibe toda la historia, la historia del pasado común de ambas familias y también la historia protagonizada por Raquel que acabó anudando sus pasos a los de Álvaro y llevó a ambos a un abismo de pasión, a un jardín de amor... y a un movimiento sísmico que acabó trastocando ambas vidas.
En estas primeras páginas conocemos parte, sí, pero no os preocupéis, enseguida vamos con el tercer bloque del libro, el último, el titulado "El corazón helado", y ahí encontraremos los movimientos de Raquel, sabremos sus motivos, y recorreremos con ella el camino trazado que acabó llevándola hasta Julio (y, por ende, hasta Álvaro). 
Pero no tengáis prisa porque antes de tener la imagen completa del papel jugado por Raquel, la gran Almudena Grandes nos deja con Álvaro, de esta manera asistimos al golpe que toda esta información supone para él (¡sin nosotros conocerla aún por completo, aaaarrrggggg!): "No había sido un estallido limpio, furioso, alegre como el olor de la pólvora en las fiestas de los pueblos, en las pasiones que fulminan con justicia la pobreza  de una existencia inútil, en las batallas de las guerras justas. No. Había sido más bien una implosión, una detonación sorda, silenciosa, controlada a distancia por la rígida voluntad de algunas mujeres, algunos hombres muertos." (p. 755) Efectivamente, es un golpe brutal como vamos viendo a saltos en el periplo (que narrativamente viaja adelante y atrás en esos días, en esas mismas horas) de Álvaro. Cómo maneja aquí la trama, qué equilibrios, que fascinante resulta leer estas páginas. Qué grande Almudena.
Pero no sólo esa idea de un golpe que deja anonadado a Álvaro, sino  también esa reflexión (en la cita que os incluía en el anterior párrafo) sobre que la historia no resuelta no deja de volver, no se puede dejar atrás como si eso ya fuera agua pasada sin más, como si el ciclo del agua se detuviera y eso no volviera tiempo después evaporado, condensado, llovido... de nuevo a nuestra orilla. Porque aquello es más que un hecho del pasado, "aquello ya no tenía que ver con la figura, con la memoria de mi padre. Era mi propia identidad, mi propia memoria la que me empujaba, y ellos también estaban allí." (p. 758). Sí, esto forma parte de lo que somos, son raíces y parte de este árbol que es nuestro presente, sustrato que alimenta o envenena nuestro presente. Porque "parece que el tiempo lo borra todo, pero..." (p. 767).
En fin, unas páginas complejas, ricas, duras. 
En el tercer capítulo de esta semana, el más largo, podemos por fin completar la historia de Raquel, conocemos los meses y semanas anteriores al hecho con el que se abría este libro, al funeral de Julio Carrión. Por fin se van a desvelar algunas cosas como, por ejemplo, por qué el ático de la calle Jorge Juan era una donación que ella había recibido (ahora que sabemos que no era su amante). Pero como es un capítulo en el que se completa el mosaico y se van ajustando las piezas, no os voy a contar nada, os dejo que disfrutéis del mismo sin anticiparos nada. Eso sí, es muy interesante la vuelta que de pronto le damos al personaje de Raquel. Pero no digo nada, os leo en los comentarios.
Para terminar traigo una cita que se aleja algo de esta historia pero que quiero señalar aquí porque me ha encantado: "A lo mejor no lo entiendes, es difícil de explicar, pero eso era lo único que les quedaba, la cultura. Educación, educación y educación, decían, era como un lema, una consigna repetida muchas veces, la fórmula mágica para arreglar el mundo, para cambiar las cosas, para hacer feliz a la gente." (pp. 712-713) La educación, la cultura, como lo único que nos podemos llevar allá adonde vamos, incluso cuando lo hemos perdido todo. La educación y la cultura como las únicas armas con las que podemos cambiar el mundo. No sé, me parece una cita tan poderosa que no me he resistido y la he traído aquí.
Pasad una buena semana de lectura, 
os leo en los comentarios.
Saludos cordiales
Pep Bruno