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4ª parte. Hasta el final

Libro que estamos comentando: 
El caso de Betty Kane
Dos nuevas pruebas pueden dar un vuelco al caso de Betty Kane, y ambas son tan consistentes que el inspector Grant toma la decisión de imputar a Marion y a su madre de los cargos de secuestro y delito de lesiones. Por lo tanto, tendrán que declarar ante el juez y posiblemente ser sometidas a juicio.
 
Un pequeño pero importante detalle añade algo de esperanza al bando de las Sharpe. Marion advierte que la declaración de Betty contiene una incongruencia: ella ha dicho que desde la ventana de la habitación desde la que estaba encerrada pudo ver las portadas y cómo el camino que conduce hasta la casa se bifurca antes de llegar a la entrada. Comprobados los detalles de esa declaración, que en tan mal lugar está dejando a la versión de las mujeres, es fácil certificar que desde esa ventana redonda es imposible ver la bifurcación del camino. Un pequeño alero en el tejado se lo impide. ¿Será suficiente ese error en la declaración de Betty para extender las dudas sobre su declaración completa? 
 
Verificar la veracidad de lo manifestado por las tres mujeres del caso es la función de los tribunales, pero, aun en el caso de que todo terminase en un sobreseimiento, el resultado sería insuficiente para salvaguardar el honor y la reputación de Marion y su madre. Robert se impone como tarea demostrar que todo lo aportado por Betty es un cuento y que a sus defendidas ni les queda ninguna mancha en su respetabilidad y que pueden seguir dando muestras de su honradez intachable.
 
La sesión de la primera vista en los juzgados de Milford sirve para corroborar que "su angelical gracia infantil" provoca en los honestos y bondadosos ciudadanos de la ciudad una corriente de simpatía que, posiblemente, continúe cuando se celebre el juicio definitivo. "¿Me estás diciendo que esa chiquilla estuvo desaparecida durante todo un mes? ¡No creo que haya besado en su vida otra cosa que no sea la Biblia" se escucha en esta primera vista. Por eso están importante localizar al señor X, para desmontar la falsa imagen de inocencia de Betty Kane.
 

Por primera vez podemos conocer las declaraciones de los dos testigos que tanto sirvieron para cambiar la actuación de Scotland Yard. Sin embargo, ambas contienen bastantes inconsistencias. El testigo que afirma ver a Betty subiendo a un coche en la carretera de Larborough a Londres no era capaz de jurar que era la misma chica y tampoco tenía la certeza de que el coche fuese el de las Sharpe.
 
La declaración de Rose Glyn, antigua criada en La Hacienda, tampoco sirvió para aportar pruebas concluyentes sobre los gritos en las habitaciones superiores de La Hacienda. Josephine Tey carga la nota sobre el aspecto físico y los modales de la testigo y convierte su testimonio en algo inútil, incluso parece contraproducente para los intereses de la acusación.
 
Lo que sí logró esa primera vista fue que no solo los medio locales se ocupasen del juicio, sino que la noticia corriese como la pólvora por la redacciones de periódicos de ámbito nacional. En muchos casos, las portadas abandonaban la tradicional imparcialidad de la presa británica y se ocupaban del caso con titulares orientados a favorecer la inocencia de Betty Kane.
 
Durante los años de la posguerra y en el ámbito de una pequeña sociedad rural, como la que representa Milford, los abogados se labraban su prestigio ganando los juicios justos y no defendiendo a los que finalmente eran declarados culpables. Es por eso que Marion agradece a Robert su implicación y sus esfuerzos y, a la vez, le recuerda todo lo que puede perder defendiéndolas a ellas. "No es habitual que un abogado de pueblo acarree un peso semejante sobre sus hombros."
 
La tía Lin es la primera que entiende que el caso en el que está involucrado Robert ha alcanzado una resonancia mayor desde que se ocupan de él medios nacionales como el Times, así que los reproches que inicialmente hacía al abogado por relacionarse con las Sharpe, han girado hasta la aceptación interesada por la repercusión que tendrá el trabajo de su sobrino. La tía tiene una confianza ciega en la capacidad de Robert, aunque este, a pocos días del juicio, no es tan optimista. al fin y al cabo no tienen ninguna prueba para desmontar las versiones de los testigos de Betty. Solo la suerte y el buen trabajo del detective Ramsden hacen que encuentre una fisura con la que "destrozar" la imagen pulcra de la joven Kane ante el tribunal
 
Otro golpe de suerte (quizás demasiada para lo que se estila en las novelas de detectives) le permite conocer la identidad del ya famoso señor X. Se trata de un viajante con el que Betty estuvo alojada en el hotel  Zapatos Rojos de Copenhague, justo en el período en el que había confesado que estaba secuestrada en La Hacienda. 
 
Al final la intuición de las Sharpe sobre los lascivos ojos azules de la joven fue plenamente acertada. La única forma que Betty Kane había encontrado para salir de sur aburrida normalidad había sido conocer un hombre y emprender una huida hacia una nueva vida. Para ocultar el fracaso de sus planes a su familia, inventó lo del secuestro y la paliza e involucró a dos mujeres inocentes, que estuvieron a punto de perder la honorabilidad tan preciada en la época.