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3ª parte. Hasta el capítulo 17.

Libro que estamos comentando: 
El caso de Betty Kane
Kevin, el abogado irlandés, va a venir a Milford para conocer a "las dos brujas" (posiblemente de esa frase se haya extraído el título de "El caso de Betty Kane" para su traducción holandesa: "Las brujas de MIlford"). Le hace a Robert la pregunta clave que todos los abogados defensores interpelan a sus defendidos: ¿"Has considerado, aún remotamente, la posibilidad de que la policía no se equivoque?". "Si en algún momento lo hubiera hecho, ya lo habría descartado", contesta Robert, mostrando su fe inquebrantable en la inocencia de las señoras Sharpe y, por lo tanto, en que la declaración de Betty es una completa mentira.
 
Por lo leído hasta ahora, el caso se reduce a enfrentar las declaraciones de la joven contra la negación de los hechos de las propietarias de La Hacienda. No hay todavía ninguna prueba definitiva, como no sean las marcas de los golpes de Betty y sus sorprendentes declaraciones, tan llenas de detalles sobre el interior y los jardines de la casa. La policía, se queja Robert, se está dedicando a comprobar la veracidad de la declaración de la joven, aunque no sigue adelante al no poder corroborar las pruebas, según le confirma el inspector Grant. Por eso está decidido en demostrar que Betty Kane nunca estuvo en La Hacienda durante las fechas en las que estuvo desaparecida. Ni a él ni a sus defendidas les sirve que finalmente el juez considere que no hay suficientes pruebas para acusar a las Sharpe. Es, sobre todo, una cuestión de honor; en el pueblo de Milford y en sus alrededores no puede caber la sospecha de que las dos mujeres cometieron los actos indignos de los que le acusa Betty Kane.
 
Ciertos temas, aparentemente colaterales a la trama principal, no dejan de tener importancia, al menos para verificar que Josephine Tey era capaz de retratar con precisión la sociedad inglesa de la época. Me refiero en esta ocasión a la relación de Nevil Bennet, el joven representante de su familia en el bufete de Blair, Hayward y Bennet, con su novia Rosemary, la hija del obispo de Larborough. Rosemary inicia una discusión con Nevil a cuenta de la especial atención que este dedica a Marion Sharpe y le achaca por teléfono que esté del lado de las mujeres que maltrataron a la pobre niña. No parece que Kevin esté demasiado entusiasmado con su relación con la hija del obispo, por lo que no tiene ningún reparo en recriminar que Rosemary y su padre sean capaces de mostrar toda su falsa humanidad en apoyo de un exiliado de un país del este y, con su actitud de apoyo a Betty Kane, inciten a la población a asaltar La Hacienda y a actuar contra sus inquilinas. Utiliza el obispo el altavoz más grande que pueda haber en la comarca, el "Watchman", el periódico más influyente y valorado de la localidad. Ya no solo el Ack-Emma está en contra de las Sharpe, también lo está el medio en el que Kevin publica sus poesías de aficionado.
 
Si Robert quiere investigar más a fondo la pista del tipo con el que Betty ligó una tarde en el Milford, va a necesitar la ayuda de un profesional con más tiempo y más experiencia que él mismo. Contrata a Alec Ramsden, un detective privado, para que busque más detalles de la pareja durante el verano. De inicio, y a pesar de su esfuerzo, no va a tener demasiado éxito en sus primeras investigaciones.
 
Las Sharpe toman la decisión de no acobardarse por las opiniones de sus vecino de Milford. Se sienten inocentes y con el valor suficiente para que en el pueblo todos acaben acostumbrándose a que ellas puedan pasear con toda tranquilidad por la localidad.
 
La tensa calma y la espera a que las investigaciones de la policía y del detective hagan surgir alguna pista se rompe con la llegada del inspector Grant con un mandamiento judicial. Parece que ha encontrado dos testigos. 
 
Con esas pruebas se cumplirá lo que Kevin Mcdermott había avisado, que la policía se echaría encima de las dos mujeres antes de comprobar si las nuevas pruebas eran ciertas. "El caso está atado y bien atado... y adornado con un gran lazo".
 
La primera declaración es la de un hombre que dice haber visto cómo Betty subía a un coche, cuya descripción coincidía con el de las Sharpe, ante la parada del autobús. La otra es de la chica que iba una vez por semana a limpiar en La Hacienda. Jura haber escuchado gritos en el ático.
 
A pesar de que Grant llega con la intención de ejecutar la detención de las dos mujeres, la habilidad y el sentido común de Robert Blair consigue que se retrase por unos días, hasta el lunes siguiente, su presencia en comisaría.