2ª parte. Hasta el capítulo 13.
Libro que estamos comentando:
El caso de Betty Kane
Si alguien piensa que El caso de Betty Kane es una novela simple e ingenua, a mí me toca como coordinador defender su complejidad y las múltiples aristas de un texto que, además de reflejar los años de la posguerra mundial en Inglaterra, presenta cuestiones que están de actualidad hoy día: el poder los medios de comunicación, la prensa sensacionalista, la presión de la opinión pública sobre las personas que aparecen en estos medios o los roles de la mujer en entornos urbanos lejos de la gran ciudad.
Robert Blair ha asumido con pleno convencimiento la defensa de las Sharpe, a pesar de que el derecho penal no es su especialidad. Ha influido en su decisión la sugerente personalidad de las habitantes de La Hacienda. A la madre la califica al principio de su relación como "una mujer vieja y desagradable". "Vista de perfil, la anciana señora Sharpe recordaba a la mujer que Whistler retrató como su madre en su famoso cuadro". De Marion, la hija, dice: "Era una mujer alta y delgada, de tez morena y unos cuarenta años, cuya costumbre de llevar pañuelos de seda de vivos colores le daba cierto aire de gitana" Además de su exotismo, a Robert le gusta (y le gustará cada vez más) su determinación, su carácter fuerte y su independencia.
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James McNeill Whistler: La madre de Whistler (1871)
La figura de la mujer con la que Robert encuentra parecido a la señora Sharpe.
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Aunque no es solo el atractivo de Marion lo que le inclina a demostrar la inocencia de las dos mujeres, también, como leímos en los primeros capítulos, Robert manifestaba una sensación de hartazgo con la vida que estaba llevando, por lo que este caso era la ocasión perfecta para añadir emociones y un nuevo rumbo a su día a día.
Utilizando el tiempo libre que le deja su trabajo en el bufete, Robert asume la investigación paralela a la que pueda estar haciendo Scotland Yard y la policía local. Necesita pruebas que permitan absolver a su defendidas y que demuestren que Betty Kane no estuvo retenida en La Hacienda. Y no lo hace mal, como él mismo reconoce. Emprende dos viajes para conocer personalmente a los padres y a los tíos de Betty y hacerse una imagen lo más fidedigna posible de la personalidad de la joven.
Va a Aylesbury a conocer a los padres adoptivos, los Wynn. Betty vive con ellos desde que fue evacuada durante la guerra para evitar los bombardeos sobre Londres, los que causaron finalmente la muerte de sus padres. Describe muy favorablemente a la señora Wynn: alta, elegante y moderna.
Le sorprende que esté dispuesta a contestar a sus preguntas a pesar de que sabe que es el abogado de las Sharpe. Robert aprovecha para preguntarle sobre Betty, sus aficiones, su personalidad y su comportamiento. Ella se deshace en elogios: "Nunca nos dio ningún problema". Comenta su memoria fotográfica, su personalidad nada romántica ni con pájaros en la cabeza, pero también reconoce que es codiciosa y materialista, que se aburre en la escuela y que le afectó mucho la noticia de que su hermanastro, con el que estaba muy unida, hubiese anunciado su matrimonio recientemente. De toda su conversación con la señora Wynn y con su hijo Leslie, Robert saca la conclusión de que en esa casa nadie conocía los verdaderos pensamientos de Betty.
También visita la casa de sus tíos, con los que pasó los primeros días de verano hasta que desapareció durante un mes, justo antes de empezar el nuevo curso en el colegio. La señora Tilsit era totalmente diferente a la señora Wynn. "Era una de esas mujeres que siempre tienen la cabeza en otra parte". No parece que mostrase mucho interés por lo que su sobrina hacía durante su estancia en su pueblo. Sin embargo, le ofrece información muy valiosa: Betty pasaba casi todo su tiempo en Larborough, iba allí al cine y comía en cafeterías. También cogía habitualmente el autobús por las localidades de alrededor. Todo parecía muy inocente, pensaba Robert, si Betty fuese como las demás jóvenes de su edad, pero ella había demostrado una capacidad asombrosa para construir una historia llena de detalles que involucraba la honorabilidad de dos personas que no conocían hasta ese momento de su existencia.
Robert Blair sospecha que Betty conoció a alguien durante su viajes en autobús y sus paseos diarios por Larborough. La ciudad no era tan grande como para que la presencia de una jovencita pasase desapercibida, así que inicia lo que considera que es la mejor forma de confirmar sus sospechas, recorrer una a una las cafeterías de la localidad. Con la foto de Betty Kane que ha aparecido ilustrando el caso en los periódicos, pregunta sin éxito hasta que un camarero del Milford la reconoce y le cuenta un extraños suceso del que fue testigo: Betty se mostró asombrosamente desinhibida cuando comenzó una conversación con un cliente habitual del local. A partir de ese día ninguno de los dos volvió a parecer por la cafetería. Robert se da por satisfecho por lo que ha conseguido. Ya tiene la confirmación de la existencia del señor X, como había sospechado.
Mientras tanto, en el pueblo de Milford, la situación de las señoras Sharpe se vuelve cada vez más complicada. Vecinos y curiosos hacen llamadas incómodas por teléfono, rondan las vallas de La Hacienda acosando a las mujeres con pintadas y rotura de cristales. "¡Largaos!. ¡Fuera de aquí! u os echamos nosotros; zorras extranjeras". Esas son las pintadas que aparecen en el libro y que se reproducen en el cartel de la película en una lenguaje más comedido.
El público se muestra dividido entre los que creen la versión de Betty, tan dulce e inocente, y los que no entienden que dos mujeres secuestren y golpeen a una joven para que sea su criada.
Con todo esto va a tener que lidiar Robert, que plenamente identificado con su trabajo de abogado defensor, confiesa: "Esto se ha convertido en una cuestión personal".