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El Almanaque de mi padre: Cap.10 al Cap. 12

Libro que estamos comentando: 
El almanaque de mi padre

Última semana de nuestra lectura compartida que nos ha acompañado durante todo el mes de junio, ha sido todo un placer porque cuando Taniguchi escribió y dibujó este cómic no solo supo captar la indescriptible sensación de volver a cruzar el umbral del hogar, también supo transmitirlo como pocos.

El almanaque de mi padre tiene un buen ritmo, va leyendo la historia y, al igual que Youichi cuando su tío le cuenta cosas de sus padres y su infancia, tú quieres saber más, por lo que la lectura te atrapa desde las primeras páginas. Aparte, es una historia con la que puedes empatizar, sin importar si has vivido una historia parecida, hay momentos en los que te puedes sentir identificado con algún personaje.

Al terminar la lectura, te queda un poso en el que te das cuenta de que quizá no conocemos a nuestros familiares, bien porque no hablamos mucho con ellos, o bien porque nos cerramos en banda por algo que no nos ha gustado de ellos sin intentar comprender qué es lo que ha ocurrido.

Os dejo con este artículo que nos enriquecerá más aun nuestro manga de este mes.

PARA CONOCER UN POCO MAS EL MANGA Y A JIRO TANIGUCHI

“Hasta los años ’80, con Akira, no se inició en nuestro país el desembarco del manga. La potente industria nipona estuvo hasta ese entonces vetada en nuestro mercado, sin duda por prejuicios culturales. Baste recordar que, pese al éxito de producciones televisivas como Mazinger Z o Candy Candy, sus tebeos originales no llegaron entonces a nosotros; lo que se nos vendía en los quioscos eran versiones patrias descafeinadas. La obra de Katsuhiro Otomo lo puso todo patas arriba. Por la brecha abierta por Kaneda, Tetsuo y compañía se fueron colando sus primos hermanos de futuros apocalípticos y sociedades hipertecnificadas. En general, nos llegaban relatos fantásticos desenfadados con inusitadas dosis de sexo y violencia para solaz del lector masculino adolescente. Con todo lo que ha llovido desde entonces, esta es la impronta que aún perdura en el imaginario colectivo y puede rastrearse tranquilamente en la definición propuesta por la RAE para el vocablo “manga”. Lo que no deja de ser irónico, pues la historieta japonesa es, agárrense, la más variada del mundo, probablemente.

Lo fuimos descubriendo poco a poco. Nos asombramos con Osamu Tezuka, autor de AdolfBuda Blackjack, cuya talla artística no desmerecería al lado de Will Eisner. Siguieron apareciendo estupendas piezas cortadas por el patrón de Akira, como Alita, y nuevas barrabasadas, como Gantz, pero también delicados cuentos de superación personal como Bateadores, novelas de enredo como Maison Ikkoku, apasionantes thrillers como Monster, historias de amor desaforado como Video Girl Ai, rivalidades deportivas en Slam Dunk, investigaciones policíacas con Detective Conan… No hay género o derivación, por extravagante que sea, que se les resista.

Pese a ello, un sector del público mantiene sus reticencias. Como lo del choque cultural, a estas alturas, como que no cuela, han cargado contra el grafismo. Que, si los dibujos son muy simples, que, si todos tienen la cara de Marco o de Heidi, etc. Falso como un duro de seis pesetas. A ver quién es el guapo que me saca un tebeo mejor dibujado que El almanaque de mi padre. En todos los sentidos: fisonomías de los personajes, expresividad gestual, perspectiva, composición, detalle… y no digo color porque es en blanco y negro. Pero es que, además, la historia es una delicia que deja con los pantalones por la rodilla a más de un pretencioso cultivador del slice of life.

Decía el gran escritor Francisco Umbral que lo universal es siempre lo local y se explicaba: si uno quiere llegar a la gente tiene que contar las historias que le son propias y que son iguales (o casi) para cada uno de nosotros. Jiro Taniguchi (premiado autor de El gourmet solitario, entre otras) es probable que jamás haya oído hablar del autor madrileño, pero sus obras siguen este principio a rajatabla. Como un heredero en viñetas de Ozu o Naruse, Taniguchi domina el difícil arte de la evocación. Como los cineastas citados, Taniguchi desentraña la épica de la vida cotidiana y convierte, por ejemplo, el incendio que asola la casa del protagonista en 1952 en una vivencia imborrable y universal”

Espero y deseo que os haya gustado este manga, aunque por vuestros comentarios se deduzco que ha sido así. En cualquier caso, es una satisfacción haber podido disfrutar de esta novela gráfica de Jiro Taniguchi con todos vosotros.

Esta semana la vamos a dedicar a hacer comentarios generales sobre el libro, si os ha gustado o no, si el final os gusta o proponéis un final distinto, si conocíais la obra de Jiro Taniguchi, en fin, cualquier cosa que se os ocurra. Los clubes de lectura, como bien sabéis, se alimentan de los comentarios de sus lectores. Así que espero vuestras opiniones para enriquecer la lectura.  

Antes de despedirme me gustaría que leyerais esta frase que resume muy bien el libro:

 «No es uno el que vuelve al pueblo, es el pueblo el que un día vuelve al corazón de uno».

 

Felices lecturas

Saludos

Alejandro