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2ª parte. Hasta la mención al fanático Solomon Eagle

Libro que estamos comentando: 
Diario del año de la peste
Después de las  cifras de muertes y del aumento sostenido  de los casos de peste,  desde que se detectan los dos primeros, los dos holandeses en la parroquia  de Saint Giles en septiembre de 1664, hasta verano de 1665, Daniel Defoe entra a referir los detalles que afectan a la población de Londres.
 
La ciudad ya había sufrido otras epidemias de peste en años anteriores y tenía previstas algunas actuaciones  en el caso en el que la situación se volviese a repetir. Sin  embargo, y Defoe hace referencia a esto poco después, nadie, ni siquiera las autoridades municipales podían prever la virulencia de la epidemia de entonces.
 
Las disposiciones aprobadas por el corregidor de la Londres solo abarcaban a los lugares de su jurisdicción y, eso lo explica Defoe, no todas las parroquias ni los suburbios de la ciudad estaban incluidos en el término de su autoridad, pero la gravedad de los acontecimientos obligó a que los jueces y autoridades tomasen similares decisiones.
 
Al lector actual y al que no domina la distribución administrativa de la ciudad de Londres en esos años le resulta arduo seguir la evolución de la enfermedad y de sus autoridades por los distintos distritos y parroquias de la segunda mitad del siglo XVII. Creo que lo importante para nosotros es seguir la evolución de las cifras que Defoe nos presenta y que, aunque él mismo dice que podrían ocultar un número de casos significativamente superior, provocó que la muerte y la alarma entre los vecinos se extendiese por toda la ciudad.
 
El autor se extiende comentando una de las medidas que hoy día puede parecer más polémica, el cierre de las casas en la que hubiese algún infectado durante un tiempo indeterminado en las órdenes del corregidor. Esta situación, aunque se podría entender que se tomaba para que la enfermedad no se propagase sin control, en la realidad condenaba a sus habitantes al riesgo de contagio y a una muerte segura. Defoe refiere una variada casuística de situaciones en las que los que vivían en cada casa intentaban salir de ella para huir, dejando a los enfermos a su suerte, a la vez que se muestra opuesto y muy crítico con esa medida.
 
Los lazaretos u hospitales donde los enfermos con síntomas de la peste pudieran ser llevados y evitasen el contagio a su familiares sanos, eran claramente insuficientes, por lo que esa medida seguro que condenó a las capas más pobres de la población, o a los que no quisieron abandonar la ciudad en los primeros momentos,  a la muerte por la peste o por otras enfermedades asociadas a los contagios y a la mala alimentación. 
 
Los cierres de las casa llevaban aparejadas otras medidas no menos controvertidas: la asistencia a los enfermos por "enfermeras" y la presencia de vigilantes en las puertas, responsables de que nadie pudiese entrar ni salir de las casas infectadas. Ambos oficios eran pagados por los propios vecinos afectados y enviados por los responsables  municipales, sin embargo, la falta de personal cualificado y que la mayor parte de este personal trabajase por pura necesidad económica, los convertía en fácilmente sobornables y acusados de realizar múltiples irregularidadesen su trabajo.
 
Alguna de las historias que se cuentan pueden parecer graciosas o servir de ejemplo de la picaresca popular, y queda la duda si fueron inventadas por Defoe o se las relataron los supervivientes de la pandemia.
 
Una medida tan impopular produjo desde el prier momento un rechazo en toda la población. Unos se aislaron voluntariamente, otros se rebelaron con violencia ante una medida que les condenaba a convertir su casa  en una carcel. Algunos se fueron a otras residencias en el campo, alejados de la ciudad donde la enfermedad era más virulenta, y hubo quienes se lanzaron al camino sin bienes ni dinero esperando b¡vivir de la caridad de los lugareños. 
 
En muchos de estos  casos sucedió que, después de haber sido contagiados, llevaban la enfermedad por los alrededores y no tomaban ninguna precaución para evitar el contagio.
 
Las descripciones más macabras son las de los carros que pasaban por las calles recogiendo a los muertos y el posterior entierro en los cementerios. Si en un principio se intentó realizar estas tareas de la forma más organizada posible,  el aumento de las muertes  y la falta de personas que estuviesen dispuestas a realizarlas las convirtieron en  actos deshumanizados en el que los cuerpos se manejaron sin la menor humanidad.
 
Hoy día sabemosque la peste bubonica está producida por una bacteria que se trasmitió a los humanos por la picadura de pulgas que se habían infectado en las ratas, el reservorio natural de la peste. Pero en aquellos años se pensaba que se propagaba por contagio, a  través de la respiración del aire malsano. También hubo quien lo achacó a una venganza divina, a un  golpe directo del Cielo, dispuesto a hacer expiar los pecados con una muerte indiscriminada. En ambos casos las medidas deprevención tenían poco que ver con la ciencia: o rezar en las iglesias o utilizar perfumes y mascar tabaco.