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Decamerón, y Jornada X

Libro que estamos comentando: 
Decamerón

Hola a todas y todos, tal como os anticipé hace unos días, aquí llegan, algo adelantadas, las notas de lectura de la última jornada por si queréis aprovechar estos días de fiesta para rematar el libro. Son las notas que habrían llegado a vuestro correo el próximo lunes y tendríais hasta el domingo 17 para comentar cualquier cuestión sobre esta jornada. El total de páginas son 120 (de la 1027 a la 1147 en mi edición), puesto que incluye las notas finales del autor a las lectoras.
Antes de meternos en harina os recuerdo que ya os podéis apuntar a Entre visillos, de Carmen Martín Gaite, la lectura que nos ocupará medio mes de diciembre, hasta el parón de los clubes en enero.
Dicho esto, vamos al lío.
 
ESTA SEMANA
Me da mucha pena que se termine el libro, este es uno de mis libros muy favoritos, lo consulto habitualmente por cuestiones de trabajo y esta ha sido mi tercera lectura completa. Y quiero deciros que ha sido una lectura muy placentera (qué bien envejecen estos libros) y muy rica gracias a vuestros comentarios y aportes, muchas muchas gracias.
El tema de la décima jornada es el de los finales felices gracias a la liberalidad y la generosidad de sus protagonistas. Para mí esta jornada es un poco anticlimática, un cierre del libro bajando algo la intensidad de las jornadas anteriores. Recupera también cuentos del tipo milesios, de aventuras y desventuras, que encontramos sobre todo en las primeras jornadas, pero en esta décima jornada estos cuentos tienen buenos finales no gracias al azar sino al honor y generosidad de muchos de sus actores principales.
Sospecho que este tema era muy del gusto de la época, por un lado, y contrasta con la galería de pícaros y mujeres astutas con la que hemos ido tropezando a cada página del libro, por otro lado. Por eso os decía que son algo anticlimáticos estos cuentos, pues de alguna manera provocan un cambio de actitud en el lector, la lectora. Al menos eso siento yo como lector.
Comenzamos con un primer cuento que nos habla de la fortuna y su papel tan relevante en el devenir de los días, protagonizado, por cierto, por un rey de España. Es un cuento que marca de alguna manera el camino del resto de historias del día: la fortuna puede ser adeversa, pero la liberalidad de quienes nos rodean puede hacer que esa (mala) fortuna cambie. 
En el segundo cuento vemos, de nuevo, una crítica a la iglesia. Y también podemos comprobar cómo los "malos" pueden ser buenos y los "buenos", no tanto. Pero sobre todo podemos ver que ser generoso con otros cambia a los otros, como así ocurre en este cuento y en el siguiente, el tercero, el protagonizado por Natán. 
La verdad es que de tan honestos y liberales a veces resultan las historias algo inverosímiles, porque vamos, lo de Natán y Mitrídanes, yo qué sé, es una buena historia, pero ufff.
Con Micer Gentile parece que la cosa se iba a animar algo en el cuarto cuento con un puntito de necrofilia, pero es apenas un instante y en seguida la cosa se encarrila y se enreda y desenreda hasta volver a encontrarnos con un final feliz y algo inverosímil.
En el quinto cuento recuperamos los motivos tradicionales (el del jardín en invierno o frutas fuera de temporada es un motivo que aparece en muchos cuentos, por ejemplo este) pero la trama se acaba focalizando hacia el tema de la jornada. Por cierto, fijaos que en esta jornada (algo inverosímil, insisto, en el final de muchos cuentos) es donde más magia y necesidad de nigromantes hay (como ocurre en este cuento y en el noveno), pues sin la magia no hay resolución posible (al menos, feliz).
Otro rey protagoniza el sexto cuento, aunque me parece que quienes de verdad llaman la atención a lo largo de estas páginas son las jóvenes gemelas Ginebra la Bella e Iseo la Rubia (los nombres referencian a protagonistas de novelas de amor cortés), madre mía, y ese momento de pesca delante del rey... Por compensar, en el cuento séptimo es una dama la que se enamora de un rey (y se resuelve gracias a un cuentista trovador, todo sea dicho). En fin, mucho cuento al estilo del amor cortés y de las novelas de caballería con protagonistas supurando honor y generosidad por cada poro de su piel.
El octavo cuento está protagonizado por dos amigos amiguísimos que estudian filosofía, así que las disquisiciones y los debates son pura argumentación y retórica. Lástima el papel que juega Sofronia (y su familia) en todo esto. El cuento es largo porque los discursos son largos. Y tiene un punto de fábula milesia que entronca con el siguiente cuento, el noveno, en el que se ve que la generosidad y la honorabilidad está por encima de los países, las ideologías, las religiones... otra fábula milesia que se resuelve felizmente.
Y termina la jornada con el cuento décimo, donde conocemos a Griselda, una suerte de nueva santa Job, y a su esposo Gualtieri, que tiene una retahíla de malas ideas que parece no tener fin. Lo de Griselda es la pera limonera, la verdad. Y, de nuevo, me resulta algo inverosímil.
Terminada la décima jornada y tras la vuelta de los jóvenes a Florencia, es la oportunidad para que el autor cierre el libro con unas conclusiones y se defienda de los posibles ataques. Estas páginas últimas son canela en rama.
 
Y de esta manera terminamos con el Decamerón, una lectura que nos ha ocupado un par de meses y con la que espero que hayáis disfrutado, al menos, tanto como yo.
Ha sido un placer leer este libro en vuestra compañía.
Saludos cordiales, 
Pep Bruno