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4ª parte. El final del misterio

Libro que estamos comentando: 
Cuando sale la reclusa

El entierro de Vessac es un punto de inflexión en el asunto de los muertos por el veneno de la reclusa. Allí se reúnen las tres mujeres, Louise Chevrier, Irène Royer-Rainier y Elisabeth Bonpain, la amante de Vessac.

Mercadet trae noticias de la investigación que le ha encargado Adamsberg: jóvenes secuestradas y violadas cerca de Nimes. Y todo por uno de esos pálpitos que de vez en cuando le asaltan al comisario. Le cuenta la historia de la familia Seguin, muy popular por la atención de la prensa cuando se conocieron los hechos, en 1967. El padre mantuvo secuestradas a sus dos hijas durante más de quince años. Las mantuvo separadas desde los cinco años en habitaciones del desván durante ese tiempo mientras violaba a la mayor, Bernardette, y vendía a la menor, Anette, a grupos de jóvenes para que abusasen de ella. El suplicio solo acabó cuando el hijo mayor decapitó al padre con un hacha y la policía se hizo cargo de los jóvenes de la familia y encarceló a la madre, que había consentido y facilitado esta situación durante tantos años.
 
Toda esta historia, tan horrible y truculenta, salta invariablemente cada cierto tiempo a las cabeceras de los noticiarios con otros nombre y en otros lugares, pero con la misma crudeza y violencia como la que  se muestra en la novela. 
 
La documentación del proceso judicial hablaba, según el manifiesto del hijo, de un grupo de unos nueve jóvenes que acudían periódicamente a su casa para abusar de su hermana pequeña. ¿Nueve jóvenes? ¿Siempre los mismos? Adamsberg empieza a pensar en que las fechas coinciden, y también el lugar y la manera de actuar con la Pandilla de la Reclusa. Deben ser los blaps de La Misèricorde los que acudían a la casa de los Seguin.
 
Surge, además, un cambio de orientación en la búsqueda de los responsables de los envenenamientos. Si los integrantes de la Pandilla de los Mordidos han sido descartados como culpables de la muerte de los blaps, posiblemente sean unas de estas dos hijas las que han apurado durante cincuenta años la copa de la venganza y han pensado y ejecutado a los que violaron a la pequeña Anette.
 
Ahora falta conocer las nuevas personalidades de las hermanas, puesto que después de ser rescatadas por la policía pasaron por varios centros psiquiátricos y se le ofreció la posibilidad de empezar una nueva vida bajo nombres distintos.
 
Ya toca adelantar un spoiler: Adamsberg tiene razón Ahora toca atar todos los cabos que relacionan a los huérfanos de La Misèricorde con la familia Seguin,y, lo más importante, dónde se encuentran las dos hermanas cincuenta años después.
 
La conexión entre Eugène Seguín y el orfanato comienza a investigarse en el supuesto que Seguin trabajaba allí, seguramente en el puesto de conserje, con Landrieu, y de esta forma pudo contactar con el grupo de jóvenes acosadores y proponer a su hija como víctima de sus abusos una vez que hubieron abandonado el orfanato.
 
El hijo del director del centro durante esos años, el doctor Cauvert, conocía los hechos, pero no los denunció para no manchar el buen nombre del centro. A él vuelven los policías para confirmar sus sospechas y para reprocharle sus actitud.
 
Adamsberg busca fotos de las hermanas en las que se muestren sonriendo. Quiere ver su dentadura. De nuevo la autora nos sorprende con un giro  que los lectores no somos capaces de apreciar en el primer momento. ¿Por qué le interesa saber si las hermanas Bernardette y Anette tienen buena dentadura o no? Algo le ronda por la cabeza y quiere comprobarlo. "Es solo una idea. Un protopensamiento"
 
Van a Nimes para estar más cerca de los hechos y de los supervivientes de ese caso. Piensa en las mujeres, ya ancianas, que han estado siempre alrededor de este asunto como candidatas a ser las hermanas Seguin de la casa de los horrores. Los tres hermanos debieron hacer una piña, un juramento de silencio que ha durado hasta ese momento. ¿Por qué la policía no se lo pregunta, en vez de dar tantas vueltas y sostener tantas sospechas? Evidentemente, por mantener la tensión y no malgastar el final de la novela con unas averiguaciones que serían meramente burocráticas.
 
Mientras, Retancourt está vigilando la casa en la que están reunidos los dos últimos blaps que quedan vivos. Deben saber que están en el unto de mira del vengador o vengadores de los Mordidos, pero tampoco van a la policía a contarlos ni toman medidas extremas para protegerse.
 
Un patio, noche clara, vigilancia policial; aun así los dos sufren picaduras por veneno de la reclusa. Un misterio todavía más insondable que aturde a los policías. ¿Cómo es posible? Adamsberg conjetura una solución al enigma basándose en un fino hilo de sedal que encontró en el lugar en el que fue envenenado Vessac, unos días antes.
 
Un final a lo Agatha Cristie, El misterio del cuarto amarillo u otras de las novela policiales del tipo de "habitación cerrada". Adamsberg lo intuye en pocos segundos, sin haber estado, ni siquiera, en el lugar de los hechos.