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3ª parte. Hasta el capítulo XXXVIII

Libro que estamos comentando: 
Cuando sale la reclusa
Olivier Vessac, uno de los tres supervivientes de La Pandilla de las Reclusas, acaba de ser envenenado por una picadura de la araña que está matando a los últimos integrantes de ese pequeño grupo de "cabrones" o blaps, como se repite en la novela.
 
Adamsberg sabe que a Vessac le quedan dos días de vida, como mucho, y sufre cierta angustia porque, aunque fueron unos delincuentes y violadores tienen la necesidad de protegerlos y de saber las causas de las muertes. Es veneno de reclusa, pero toda la Brigada da palos de ciego al intentar descubrir la forma en la que el veneno se inocula a las víctimas. Demasiadas picaduras para ser casuales, demasiado veneno par que lo haya hecho una araña.
 
"La Pandilla de los Mordidos ha lanzado su veneno contra la Pandilla de las Reclusas, y, sin embargo, hay algo que se me pasa. Debo buscar por otra parte, aquí o allá, no lo sé. Y no lo sé porque no lo veo, y no lo veo porque ya no soporto la reclusa, ya no tolero ni su nombre, ya no quiero ni oírlo. Me devora in situ, me tiene necrosado". El orfanato de La Miséricorde está en el centro del dispositivo policial. Adamsberg está convencido de ello, porque de otro modo nada tendría sentido. La duda es si es posible que los responsables sean aquellos niños acosados en el orfanato o las mujeres víctimas de las violaciones que cometió la pandilla años después.
 
Adamsberg habla con su madre y le cuenta ye persigue a "una reclusa", y su madre le contesta si se refiere a la persona o a la araña. Es la primera pista de que hay algo más en esa atracción irracional  del comisario por la araña. ¿Una persona? Esa idea no pasa desapercibida a un lector atento, pero puede achacarlo a otra divagación de la autora, que en esta novela tiene muchas, pequeños hilos que no van a ninguna parte. 
 
La visita a su hermano Raphaël devela algún misterio sobre este asunto. "No te acuerdas de nada, y, sin embargo, tenías doce años", le dice su hermano.
Ambos rememoran unos viajes que ambos realizaban con su madre hasta Lourdes. "Todos lo años lo mismo".
 
Hablan de una mujer, la reclusa de Pré d'Albret,  que se había enclaustrado voluntariamente en un palomar a expensas de la comida que le llevaban las buenas gentes de los alrededores. Adamsberg al asomarse por un ventanuco, sufrió un shock del que le costó recuperarse y que no le abandonó nunca, ocultándose en las grietas de su subconsciente.
 
El seguimiento policial a los "Mordidos" confirma que ninguno de ellos ha participado en las últimas picaduras a Vessac, Lambertin o Torrailles. Es un alivio poder descartar a esos niños que fueron abusados de los asesinatos de sus abusadores, así no tendrán que sufrir una doble condena durante su vida. Este hecho confirma las oscuras suposiciones de los policías de que tienen que buscar a una mujer, tal vez una de las violadas sin basarse únicamente en suposiciones sobre el poder de la transformación del fluido seminal en el fluido venenoso de la reclusa.
 
Empiezan por lo tanto a tener protagonismo las mujeres que sobrevuelan esta parte de la novela: Louise Chevrier y su coinquilina Irene Royer, además de las insólitas relaciones de los vivos con los que setenta años antes pulularon alrededor del orfanato. Parece que una losa de silencio se ha asentado sobre aquellos fatídicos años, pero entre las brumas del tiempo surgen personajes abominables como los conserjes del orfanato, Landrieu, unos de los violadores y Seguin, quien mantuvo secuestradas a sus dos hijas durante casi veinte años hasta que su hijo le mató con un hacha. 
 
La historia dela familia Seguin será la clave que resolverá el misterio de las reclusas y abrirá un relato de los horrores difícil de digerir.