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2ª parte. Hasta el capítulo XXVI

Libro que estamos comentando: 
Cuando sale la reclusa
Alrededor de unos platos de garbure (ver la receta), Adamsberg y el teniente Veyrenc meditan sobre un hecho que parece incontestable: la reclusa no ha matado nunca en Francia. Entonces, ¿a qué se debe ese súbito interés de ambos por la araña y las noticias que están apareciendo en la prensa del sur del país sobre la muerte de tres ancianos por sus picaduras? A quién primero le llamó la atención fue a Voisenet. No en vano a su abuelo le había picado una reclusa y le tuvieron que cortar la pierna por debajo de la rodilla. Eso es algo que no se olvida, pero que de ese interés personal se derive la curiosidad de Adamsberg y que este considere que detrás de esa muertes  se esconden unos asesinatos, solo se explica por la perspicacia, el olfato o la genialidad de un policía tan especial como Jean-Baptiste Adamsberg.
 
Una noticia de un medio de provincias, aunque por su  rareza tenga una gran repercusión a nivel nacional, no parece que vaya a activar las indagaciones de la policía. Sin denuncias previas, y siendo las víctimas tres varones de avanzada edad, no hay motivos aparentes para que una gendarmería de París dedique personal y esfuerzos en investigar unos hechos que parece que más competen a los servicios sanitarios.
 
Adamsberg persevera, encontrándose enseguida con la oposición de sus superiores y con la colaboración de sus fieles Veyrenc, Retancourt, Veisenet... Su intuición tiene sus frutos cuando recibe una confidencia que, por lo inusual, añade una incertidumbre que excede lo casual.
En una visita a un especialista en arañas, un aracnólogo, con la intención de saber si son ciertos los rumores sobre un crecimiento desmesurado de la población de reclusas o una mutación  que las convierta en más venenosas y agresivas, conoce  a Irene Royet, que le aporta una pista clave: dos de los ancianos fallecidos se conocían y se reunían periódicamente para recordar momentos de su juventud y, especialmente, su  estanca en el orfanato de La Miséricorde, cerca de Nimes. En sus charlas Irene Royet advirtió que ambos formaban parte de una banda que imponía su ley entre las paredes del orfanato.
 
Demasiadas casualidades. Adamsberg y Veyrenc empiezan a urdir una estrategia a espaldas de sus superiores: "Encontrar  el nombre  de los internos de La Miséricorde, de los  mismos años que nuestras dos primeras víctimas", e intentar reconstruir la "pandilla" de la que habla la mujer.
 
Como lector, todavía continúo desconcertado por la trama que, hasta ahora, nos presenta Fred Vargas. La policía investiga la muerte de tres ancianos. ¿A quién piensan acusar? ¿A unas arañas? Un personaje confiesa lo que muchos suponemos, que es imposible conseguir que varias arañas ataquen a la vez a una persona. La incongruencia del relato de varios ancianos picados por arañas reclusas se reafirma porque cualquier conocedor de la picadura de una araña y de la cantidad de veneno que ellas inoculan coinciden que sería necesario que cincuenta, sesenta o setenta de ellas atacasen a la vez.
 
Confiemos en el olfato de Adamsberg, que sabe detectar un delito en una noticia de un periódico de provincias.
 
De forma simultánea, la Brigada, y Adamsberg en particular, se ocupa de otro caso singular, con un extraño planteamiento y que aparentemente tampoco les concierne a los polis de la Brigada del Distrito 13 de París: el caso de acoso sexual de una compañera de la Brigada. La sargento Froissy está intranquila porque se siente espiada cuando entra al baño de su casa y nota que su vecino, del que desconoce su identidad, la espía y la vigila al otro lado de la pared. No hay más  pruebas.  De nuevo comienza una investigación no oficial para descubrir al posible acosador. 
 
Puesto que se trata de una compañera, la discreción es  un elemento clave. Adamsberg moviliza con prudencia a miembros de la Brigada y a los de otra comisaría y finalmente descubren a un personaje turbio y pervertido. Un violador y un acosador que se cree impune al grabar imágenes íntimas de mujeres con una cámara oculta. Es otra pequeña historia dentro de la trama principal.
 
Las pistas recogidas sobre las muertes por las picaduras de las reclusas en los alrededores de Nimes, provocan que el caso no pueda mantenerse por más tiempo en secreto. Es inevitable que se produzca una reunión con todos los miembros de la Brigada, a pesar de que esa publicidad pueda provocar tensiones, la más determinante e inexplicable  es la de los comandantes Mordent y Danglard. Aunque Adamsberg recibe un apoyo mayoritario de sus compañeros de Brigada, no quieres obligar a nadie a que se una a su causa, solo busca informar y que se adhiera al grupo quien quiera.
 
El caso Froissy se resuelve enseguida, aunque ella nunca se enterará de la ayuda de sus compañeros.
La misma Froissy le informa de la existencia de un hijo del antiguo director del orfanato. Será la oportunidad de conocer de una fuente directa lo que pasó hace setenta años en la institución. El doctor Cauvert preserva el legado de su padre y todavía conserva la documentación que se generó en aquellos años oscuros.