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Cuadernos perdidos de Japón, hasta la p. 81

Libro que estamos comentando: 
Cuadernos perdidos de Japón

¿Cómo estáis, viajeras, viajeros? Escribo mi entrada semanal escuchando las Gnossiennes de Erik Satie, mientras siento que estos Cuadernos perdidos… de Patricia Almarcegui son, también, escalas al piano: literatura, historia, política, ética, arte, naturaleza, religión, autobiografía... y, quizás, lo más seguro, estoy olvidando matices, pequeñas o grandes tonalidades, pues son tantas las notas que componen esta pequeña gran obra que es muy fácil para mí extraviarme. ¿Os pasa, lectoras, lectores? Por eso, releer y escribir sobre aquello que nos llame la atención en este viaje lector nuestro, quizás sea lo más apropiado. Y, al contrario que en Japón, dejar algo al azar.
Leo, en la página 74 una pequeña lista que Almarcegui titula “Cosas del viaje”: El encuentro/La pérdida/ La sorpresa / La vuelta/ El reconocimiento / La reflexión. E, inmediatamente, pienso en este libro. O en cualquier otro. El encuentro entre la obra y el lector. La pérdida de certezas, de brújula, de la zona de confort. La sorpresa ante lo que se nos relata, ante las perspectivas insólitas que enmarcan los vanos de un templo.  La vuelta a la realidad cotidiana cuando regresamos, y miramos a nuestro alrededor, mientras lo  que se narra queda encerrado entre las páginas o la pantalla. El reconocimiento de lo que allí se nos contó, que adivinamos, intuimos o recordamos que creíamos saber. Y, al finalizar, la reflexión sobre lo vivido en el viaje o en la lectura.
He anotado varios temas que podríamos, si os apetece comentar. El primero de ellos son los contrastes, continuos y radicales. Por un lado, armonía, paz, serenidad, la búsqueda de la belleza en la arquitectura, en el arte, en la naturaleza. Los arces, las grullas, las bañeras de agua caliente, las piedras blancas, los caminos de rocas irregulares que suenan al pisarse, las líneas puras, el rosa de los cerezos… por otro, el consumismo más cutre (en palabras de Almarcegui), el cruce de Shibuya, el tráfico, el ambiente hipertecnológico, la robotización… Y la comparación y el contraste impregna a la narración de sus dos viajes a Japón, en 2009 y 2019, incluso, describiendo el mismo lugar, que ya no lo es, porque no lo es el instante.
Otro tema o aspecto interesante que le preocupa y ocupa a Patricia Almarcegui es el de las mujeres que viajan solas. Lo escribe en varias páginas, ejemplificándolo con la muerte (asesinato) de dos turistas argentinas en Ecuador, sobre todo, en la transcripción de una carta de una estudiante publicada en Facebook, en su memoria: “ ¿Qué ropa tenías? ¿Por qué andabas sola? ¿Cómo una mujer va a viajar sin compañía?/// yo me lo busqué. Haciendo lo que yo quería encontré mi merecido por no ser sumisa, por no querer quedarme en mi casa, por invertir mi propio dinero en mis sueños.///” Almarcegui lo anota, en primera persona, en la p. 44 : ”¿Dos meses sola en Japón? Qué valiente eres.”
Al negocio del sexo le dedica la autora varias páginas. Hay una variedad de establecimientos que no sé si existen en otras partes del mundo… Me ha llamado la atención, por ejemplo, los clubes telefónicos, o los salones de belleza…, y que la prostitución se entienda que está prohibida (si he comprendido bien), porque se ha prohibido la realización del coito, desde 1956. Esto es sorprendente.
Los fragmentos en los que la autora nos muestra parte de su vida íntima, como la enfermedad de su madre, o algunas vivencias con su pareja de entonces, hacen que estos cuadernos sean eso, más que cuadernos, más que diarios. La vida y el viaje, para Almarcegui es una, sí. ¿Os gusta esta hibridación de temas? ¿Pensáis que nos acerca más su voz, su viaje vivido?
No puedo dejar de deciros que he sentido un estremecimiento al leer esto: “El cráter tiene 130 km y las fumarolas están en activo. Quiero caminar por la montaña y hemos llegado al fin del mundo. Una vegetación mínima hace esfuerzos para crecer entre la lava.”
Hay otra anotación de la autora que, seguramente, es un interrogante al que se tendrá que enfrentar muchas veces (porque yo creo que suele, y le gusta, y está en su derecho, viajar sola): “¿Cuál es el momento más difícil que has tenido en un viaje?”; yo tengo curiosidad por saber/conocer alguno de esos momentos difíciles vuestros…  Ahora, estoy escuchando a Chopin…. Mirad qué belleza: “Sentir el mundo como si el corazón estuviera en la punta de los dedos.”
Contadme, contadnos.
Algunos enlaces:
Ryokan
Santuario de Ise
Templo Geku del Santuario de Ise, que se reconstruye cada veinte años
Palacio Imperial de Katsura
Japón desde el cielo: la isla de los tesoros
Monte Aso
Museo de la Paz de Hiroshima
Julio Baquero Cruz. Murasaki.
Nara
Kobe
Nikko
Geishas
Bosque de bambú de Arashiyama
Los arces del templo de Jojakoji
Panchiko
Mar interior de Seto en Shikoku
Kagoshima
Explorar Japón en 3D
(Imagen de las grullas: Original Ohara Shoson (1877-1945))