Cuadernos perdidos de Japón, desde la p. 82 hasta el final.
“Japón es una sensibilidad. Las palabras crean sensaciones”
Queridas lectoras, queridos lectores: esta semana llegamos al final de nuestra lectura conversada en torno a la obra de Patricia Almarcegui, “Cuadernos perdidos de Japón”. Un libro de literatura de viajes singular, ya lo hemos destacado varias veces, en el que las anotaciones, las descripciones y los textos narrativos se suceden, en un diálogo constante, en el que se alternan frases y fragmentos como si fuesen estribillos o rimas.
En este último tramo de la obra, los temas que se despliegan ya han sido abordados previamente por la autora, pero como en páginas precedentes, se añaden trazos a la caligrafía, a la acuarela de sensaciones que nos provocan estos Cuadernos…
El arte, la mujer, la fragilidad de la vida, la enfermedad, la sociedad contemporánea, el contraste entre la belleza y la fealdad de la realidad (los cerezos en flor y los sin techo, borrachos, entre plásticos y basura), el paisajismo, los templos, las cosas hechas con las manos, con cuidado y mimo, frente al consumismo brutal del sistema capitalista. El pasado: “la cerámica, los salones de té, el bronce y la plata, los trabajos en bambú, los tejidos y el paisajismo”. El presente: “Hay una galería comercial cubierta con tiendas y restaurantes, llena de gente que empuja y se empujan comprando cosas inútiles”. Por ejemplo.
Algunas partes, convocan imágenes tan potentes, tan evocadoras que podríamos escribir e imaginar toda una historia a partir de ellas:
“La primera vez que vi una garza fue en Ise. // El mar siempre huele en Japón. // Mi habitación huele a mimbre. // La luna llena asoma entre los skylines ricos e infinitos del barrio Chidoya de Tokio. // Vías de tren bordeadas por flores de cerezo. // Me siento en la bahía de Beppu con los pescadores para ver entrar la noche”.
Intercaladas en el viaje, engarzadas y vinculadas a él (o a ellos), la intimidad de la escritora, su mundo privado, sus afectos: su pareja, su madre enferma, la reflexión sobre la maternidad, el amor. O lo que supone viajar sola, la precaución, el miedo: “Mujer en alerta”, si recordáis la escena en los baños al aire libre, cuando llega un coche.
Destacaría cómo el arte y la belleza, en los museos, en el paisaje, en los templos, están muy presentes en estos cuadernos. Me ha gustado especialmente todo lo relativo a la pintura: en las fusuma, en los biombos y en la vinculación con los jardines: “pinturas en dos dimensiones”. Y, por supuesto, constantes referencias literarias, cinematográficas y el manga.
Algunos enlaces:
Las pinturas de Maruyama Okyo.
El jardín zen de Ryoan-Ji
Museo de cerámica de Osaka
Beppu. Baños Tsuru-no-yu
Compañía teatral Takarazuka
Las muñecas Hina, el Día de las Niñas
Museo Nacional de Tokio
El escritor Atsushi Nakajima
Orange, manga.
Museo del Papel, Asukayama.
Museo de arte Tokuwaga de Nagoya
Nicolás Bouvier, diarios de Japón.
Isla de Miyajima
Templo de Meiji.
“El acierto de Japón es encontrar la belleza en lo corriente y normal”
Vuestro turno, viajeros.
(Imagen parque zen Daigo-ji, Kyoto: © David Emrich, Unsplash)