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4ª parte. Hasta el final.

Libro que estamos comentando: 
¡Corre, hombre, corre!
¡Se acabó el tiempo de correr para Jimmy! Harto de huir de la persecución del detective Matt Walker, del que sabe con certeza (ya ha tenido dos enfrentamientos en los que ha salvado la vida por los pelos) que no va a cejar en su empeño de matarlo en cuanto tenga la primera oportunidad posible, toma una decisión que puede parecer suicida: hacerse con una pistola para poder defenderse con las mismas armas que utiliza el detective.
 
Para los que pensábamos que la compra y tenencia de armas en Estados Unidos era algo habitual y sencillo, nos sorprende comprobar que no lo es para Jimmy. Tiene que acudir al mercado negro, donde, eso sí, hay abundancia y facilidades para conseguirlas, en una estrambótica ruta por bares y el mítico teatro Apollo de Harlem, un lugar que había reunido a los mejores y más populares músicos negros de todos los estilos.
 
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El teatro Apollo de Harlem, en el 253 W de la calle 125, donde Jimmy compró su arma.
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Ha demostrado el joven mozo una actitud valiente y decidida en toda la novela. Se ha rebelado contra la indiferencia de la policía y el ministerio fiscal, incluso le toca convencer a su novia y recuperar su confianza. Esta relación se había roto en capítulos anteriores, cuando Jimmy había visto a Linda Lou hablando en el club con Walker y este casi le había convencido de que estaba allí para ayudarle y atrapar al verdadero asesino de los dos mozos negros.
 
Con la pistola en sus manos y la firme voluntad de enfrentarse de una vez con el que lo persigue, Jimmy se siente seguro en su barrio, rodeado de su gente y de sus referencias culturales, librerías con obras significativas de la reivindicación de los derechos de las personas de color, restaurantes que sirven platos típicos de la cocina sureña o limpiabotas en las esquinas.
 
En la siguiente escena ocurre algo que me deja sorprendido y me hace revisar páginas anteriores de la novela. Jimmy se dirige al edificio de apartamentos en el que vive Walker, con la intención de esperarle en la puerta y sorprenderle antes de que el policía, más experto en el uso de las armas, lo descubra.
¿Cómo sabe Jimmy dónde vive Walker? Yo me he debido perder algo, porque no encuentro la causa para que lo supiese.
 
Mientras tanto, Linda descubre que su novio tiene una pistola y que la escena pasional que tuvo con Walker en su apartamento sucedió después de que Jimmy lo abandonase y fuese perseguido por las escaleras del edificio por el policía. Está consternada e indignada por haber escuchado sus explicaciones. "Si descubro que está diciendo la verdad, yo misma le arrancaré el corazón". Se repone utilizando un remedio muy drástico, se bebe cuatro vasos de ginebra como si fuera agua y decide llamar a la policía para que detengan el enfrentamiento en el que su novio tiene todas las de perder.
 

El desenlace de la novela se va a resolver en unos capítulos frenéticos en los que el autor ordena y distribuye las distintas secuencias con una adecuada tensión dramática. 
 
En el final cobra protagonismo el sargento Brock, cuñado de Walker. A él le cuenta Linda que su novio tiene una pistola y que va en busca de Walker; juntos van a visitar a Eva Modjeska, la amiga de Walker que cometió el error de abrir la bolsa con la pistola ilegal con la que cometieron los crímenes; en las conversaciones con su cuñado muestra una ironía y un descreimiento hacia Walker que cada vez es más evidente y participa en la escena final, enfrentándose a su familiar, como si fuese su responsabilidad por no haberlo detenido antes, pese a tener la certeza desde hace tiempo de que Walker era el culpable. Le reconoce que, por no dar un disgusto a su hermana, Jenny, le había dado la oportunidad de que se deshiciese de la pistola, pero el detective no había abandonado la espiral de sangre y muerte en la que se había convertido su vida.
 
No me lo esperaba, pero ¡Corre, hombre, corre! tiene un final feliz. Jimmy y Linda permanecen juntos. Ella no lo iba a abandonar ahora "¡Con todo lo que he pasado!" y él le explica las razones de su rebeldía: "¿Qué podía hacer? No podía seguir corriendo toda mi puta vida".
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