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Corazón tan blanco, y IV

Libro que estamos comentando: 
Corazón tan blanco

Hola a todas y todos, terminamos con la lectura de este libro maravilloso. Pero antes de nada, os explico por qué este post llega con adelanto (hoy es viernes y debería publicarse el lunes): resulta que el pasado martes mi portátil exigió vacaciones, así que no sé si estará disponible en estos días (sigue en el taller), y yo salgo hoy de viaje y no vuelvo hasta el próximo miércoles. Por lo tanto, en vez de esperar hasta el miércoles de la próxima semana para escribir el último post del libro, he decidido adelantarlo por si vais terminando la lectura en estos días. En cualquier caso hasta el 2 de noviembre no comenzaremos nueva lectura (las Sonatas, de Valle-Inclán), por lo que hasta ese día podréis comentar (y, cuando yo tenga ordenador a mano, podré contestar).
Dicho esto, al lío.
 
ESTA SEMANA
Estos últimos capítulos se leen casi sin poder despegarse del libro. Nos vamos con Juan, el protagonista, a Ginebra y allí, en compañía de Luisa, disfrutaremos de una cena con Villalobos (qué personajes, madre mía, ¿de dónde salen estos tipos?) y, lo que es más importante, de una enjundiosa conversación. Nos aproximamos al final y las piezas del puzzle van mostrándose todas, falta apenas alguien que sepa dónde encajar cada una de ellas.
Y me salto todo hasta llegar a la secuencia final. Impresionante. Esa disposición teatral, en la que hay una espacio iluminado y otro en sombra (en uno se hace la luz, se cuenta; en otro acecha la sombra, se dormita); esa metáfora del despertar, del salir de la inconsciencia, del saber, del ser consciente; esa imagen poderosísima del actor que está sin que sepa el otro que está pero que nosotros (lectores, lectoras) sí sabemos; esa actitud activa (Luisa) contrastando con la actitud pasiva (Juan); etc.
Pero sobre todo, la resolución de todo, la explicación. Es que sucede que además de la bellísima prosa, de la magistral manera de contar, de esa narrativa demorada y llena de digresiones... la trama avanza y tiene un motor poderoso, brutal, extraordinario. Toda la acción del libro, todo el movimiento de los personajes, ha tenido un desencadenante verosímil, a pesar de estar lejos en el tiempo y oculto en la trama. Maravilloso cómo encaja todo, ¿no os parece?
Y no sólo eso, es que resulta fascinante ver (como ve el protagonista) y entender (como entiende el protagonista) por qué y cómo sucedió todo. Como si nosotros también estuviéramos sentados en un cuarto a oscuras y escuchamos a través de una puerta abierta (un libro abierto es una puerta abierta, ¿verdad?) y por allí se colara la historia, las historias. 
Impresionante.
Espero que hayáis disfrutado de esta lectura y que os animéis a seguir leyendo con nosotras y nosotros los próximos títulos. Os recuerdo que a partir del 2 de noviembre empezaremos con las Sonatas de Valle-Inclán. Y, por si tenéis curiosidad, es posible que después leamos Los recuerdos del porvenir, de Elena Garro. Dos propuestas maravillosas.
Os leo en los comentarios.
 
Pasad una feliz semana de lectura.
Saludos cordiales, 
Pep Bruno