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3 CARPE AMOREM

Libro que estamos comentando: 
Carpe amorem
  1. CARPE AMOREM

 
¡Buen día, ATRAPAVERSOS!
Continuamos con Carpe amorem, nuestra visita particular por el reino de las palabras del amor.
Esta semana, de lunes 19, leeremos desde el poema “Nuevo caso de Hybris” (p. 149) hasta “Letras para Carmen Linares” de la página 201. Este apartado incluye temas de sus libros: Camaradas de Ícaro, Haikus de Narila y La siesta de Epicuro.
 
Hoy propongo una pequeña visita a Catulo. Este famoso poeta latino, que vivió solo 30 años, entre el 84 y 54 a. C., fue seguidor de la poesía griega alejandrina y de Safo, y nuestra autora lo destaca en varios poemas: “Conversación con Catulo” (p. 178) y los cuatro poemas de “Catulo y yo” (p. 193). He pensado que puede resultaros interesante (y bastante divertido) conocer estos cuatro poemas originales sobre los que Aurora Luque juega para recrearlos. Tengo a mano un librito de poemas de Catulo, en traducción de Juan Petit de 1998 (bueno, el libro es viejo, pero el autor tiene dos mil años, de modo que no ha podido hacerse más viejo todavía…).
Voy a copiaros los poemas originales del poeta latino, pero conservo el título que le pone la autora a los suyos, pues Catulo, en su mayoría, solo los numeraba. Aquí van:
 

  1. Odio y amo

 
Odio y amo. Tal vez preguntes por qué lo hago. No lo sé, pero siento que es así y sufro.
 

  1. El poema de la siesta

 
Por favor, dulce Ipsilila mía, delicias mías, encanto mío, invítame a ir a tu casa a echar la siesta. Y si quieres, hazme ese otro favor: que nadie cierre la puerta de afuera, y tú ten la bondad de no marcharte: quédate en casa y prepárate a abrazarme nueve veces seguidas. Pero, si has de hacerlo, llámame ahora mismo, pues me he echado después de comer y, satisfecho y boca arriba, atravieso la túnica y el manto.
 
La poesía está escrita como un billete o esquela que el poeta envía a una mujer, sin duda una cortesana, por un esclavo mensajero, que debe aguardar respuesta (nota del traductor).
 

  1. Lesbia hoy

 
Vivamos Lesbia mía, y amémonos, y no nos importen un as todas las murmuraciones de los ancianos ceñudos. Los soles pueden ponerse y volver a salir; pero nosotros, una vez se apague nuestro breve día, tendremos que dormir una noche eterna. Dame mil besos, luego cien, y finalmente, cuando lleguemos a muchos miles, perderemos la cuenta para no saberla y para que ningún malvado pueda aojarnos al saber cuántos han sido los besos.
 
El as era una moneda de bronce de mínimo valor; las expresiones “no importar un as”, “tener en menos que un as” eran proverbiales para indicar menosprecio (nota del traductor).
 

  1. Ellos, el pájaro

 
Llorad, Venus y Cupidos, y cuantos hombres seáis sensibles a la belleza. Ha muerto el gorrión de mi amada, el gorrión, delicias de mi amada, a quien ella quería más que a las niñas de sus ojos. Pues era dulce como la miel, y conocía a su dueña tan bien como una chiquilla a su misma madre, y no se alejaba de su regazo, sino que, dando saltitos de aquí para allá, sólo para ella estaba continuamente piando. Y ahora va por un camino tenebroso hacia allá de donde dicen que nadie vuelve. Pero malditas seáis, crueles tinieblas del Orco, que devoráis toda hermosura y me quitasteis un tan lindo gorrión. ¡Oh, desdicha! ¡Pobrecito gorrión! Por ti, ahora, el llanto enrojece los dulces ojos de mi amada.
¡Sería estupendo escuchar vuestras impresiones sobre los contrastes que se encuentran entre uno y otra poeta! Que lo disfrutéis.
 
 
La obra de esta autora, que a estas alturas ya estaréis familiarizados a ella, es muy variada: cada poema es una historia que en muchos casos remite a otras historias, otros autores, lugares, protagonistas, otras tendencias. Hay mucha literatura que habla de literatura en ellos. Creo que este tipo de escritura, aunque supone una dificultad lectora —si se quiere disfrutar un poema plenamente a cada rato hay que consultar las referencias que se desconocen— esta dificultad lleva implícita una gran ventaja: despierta la curiosidad hacia los múltiples aspectos de los que trata y con ello consigue ampliar horizontes. Eso es lo que deseo para vuestra lectura. Por mi parte, reconozco que me ha atrapado del todo, como me ocurrió con Cavafis el mes pasado. No solo se sienten cosas, también se aprenden otras muchas. No deja indiferente.
 
He aquí un ejemplo: ¿Quién era Susette Gontard? La autora se refiere a ella en el poema de la página 179: “Susette Gontard ensaya un epitafio”. Esta mujer fue la esposa del banquero para el que trabajaba el gran poeta alemán Hölderlin. Algunos dicen que fueron amantes, eso sin duda, pero quizá con hondo sufrimiento. Lo cierto es que hubo amor, tal vez sublimado y con una gran contención, que terminó enloqueciendo al poeta (para siempre) y a ella la llevó a la tumba, de ahí el “ensayo de epitafio” del poema de Luque. En la novela epistolar de Hölderlin, Hyperion, el poeta la llama Diótima. Pero, ay, en la Antigüedad Diótima de Mantinea, tal como se cuenta en El banquete de Platón, personificó ¡el amor platónico! Un amor sin cuerpo… Fijaos en los últimos versos del poema: “junto a mis sueños turbios y esparcidos / como folios en blanco, polvorientos, / que nunca usó la vida”, y ya me decís si no va por ahí el tema de nuestra autora.
 
Hasta aquí llegaron mis palabras, a partir de ellas espero y deseo que bulla vuestra curiosidad y vuestro sentir hacia los poemas de esta interesante lectura.
¡Felices y tormentosos (que no atormentados) días!
 
Estrella Ortiz