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Los 4 primeros capítulos

Libro que estamos comentando: 
Cantos de sirena

Queridas viajeras, queridos viajeros,

¿Dispuestos a descender del caique e iniciar la aventura de vivir en Kálimnos? Durante el mes de junio leeremos Cantos de sirena de la escritora de origen australiano Charmian Clift (ediciones Gatopardo).

Charmian Clift, su marido, el famoso reportero de guerra George Johnston y sus dos hijos de corta edad (tuvieron un tercero en Grecia), se embarcan en un viaje impulsivo y aventurero, hastiados de su vida londinense (húmeda, gris, burguesa y cómoda). El matrimonio y sus hijos, que esperaban pasar un año en Kálimnos, terminan quedándose una década, pero en otra isla Hidra, donde son el centro de una comunidad de artistas y bohemios, soñadores y vagabundos que buscaban en Grecia una vida barata y sin ataduras, consagrada a la creación o a la vagancia. Acogieron a Leonard Cohen, con ellos vivió, también, Lawrence Durrell. Pero Hidra y su azar es narrada por Clift en Los buscadores de loto; en Cantos de sirena estamos en Kálimnos, la isla de los pescadores de esponjas…

Esta semana comentamos los primeros cuatro capítulos de Cantos de sirena y es inevitable fijarnos en su prosa detallista y hermosa, en las descripciones llenas de compasión y exactitud cuando fija su mirada en los buceadores tullidos por presiones de agua en alguna de las inmersiones en pos de las esponjas naturales… un modo de vida tradicional en peligro (escasez de las esponjas, agravada por la existencia ya, de las esponjas artificiales).

Si habéis visto la serie Los Durrell ( o leído los libros que la inspiraron), muchos de los avatares de esta familia os serán, en cierto modo, familiares. Por ejemplo, ese impulso de irse de Londres y dejar todo atrás, cuando escuchan el programa de radio de la BBC realizado por un compañero periodista. El programa hablaba de la isla y la historia de los buscadores de esponjas… e, inmediatamente, la treintañera Charmian y el cuarentón de su esposo (borracho, cansado y desalentado de la rutina de su trabajo cubriendo noticias de la realeza y del gobierno) deciden que, por qué no. Que han de irse. Algo semejante les ocurre a los Durrell, que deciden mudarse a Corfú tras recibir (precisamente, Lawrence Durrell) la carta de un escritor que ha vivido la experiencia griega.

Inmediatamente, llegando a Kálimnos, en esa embarcación ligera y frágil que es el caique Angellico, con todas esas mujeres vestidas de negro, con la mercancía de mandarinas, pavos… y la zozobra de la nao que casi naufraga (tremendo, pero murieron personas y perdieron toda la carga), la cara B de todas las cosas comienza a revelarse ante el matrimonio. Y, sin embargo, ¿no era ese tipo de vida auténtica, sin comodidades, ni lujos, la que perseguían? Quizás hubieran agradecido, entonces, alguna que otra comodidad, como mantas, una casa seca, agua corriente y un excusado que funcionase. Toda la parte en que la casera los tima, a la vista de casi todo Kálimnos (niños, pescadores, mujeres…), y les promete, por ejemplo, ponerle una cadena a la cisterna, cuando ésta, evidentemente, no funciona sin agua…

En estos primeros capítulos aparecen personajes deslumbrantes, como Manolis o Sevasti. Manolis, que les promete aquello que quieren oír, que llegarán a la islita sin problemas, que hará buen tiempo, que habrá una fiesta… y Sevasti, la mujer que ama tanto la vida que, aunque añora una vida conventual sin trabajos, ni ruidos, ni escándalos, no podría nunca retirarse de ella. Sevasti les pertenece y ellos pertenecen a Sevasti. ¿Qué hubieran hecho sin ss manos, su cariño feroz, su trabajo? Y Yannis, el sobrino de Manolis, el amigo que les arregla puertas, ventanas, lo que haga falta (sin remuneración, es su amigo, lo que a sus ojos le pone en un peldaño superior a Sevasti quien, además de mujer, es criada). (Fotografía de Egmontaz - Trabajo propio, CC BY-SA 3.0, )

 

Ya en estos capítulos Charmian Clift realiza un retrato de la situación de la mujer en Kálimnos: el machismo, la desigualdad, el supuesto “peligro moral” al que sólo están expuestas las mujeres, la violencia que ejercen sobre ella la familia y el marido… Y, sin embargo, o tal vez por ello, las propiedades pasan de la madre a la hija mayor, (prica), esto es, se intenta proteger a las mujeres. Ellas no se irán de casa, no emigrarán, no viajarán para reunirse con sus maridos … los hijos harán lo mismo y no habrán de casarse hasta que sus hermanas lo hayan hecho. Mientras tanto, a los niños, a los hombres, se les sirve, se les trata como a pequeños principitos. La autora comienza a temer que esas conductas machistas (levantarse cuando el hombre entra en la habitación, caminar unos pasos detrás de él, acarrear con los bultos pesados, encargarse de todas las tareas domésticas, incluidos, los hijos) se le contagien a su esposo. Narra la advertencia que, a este respecto, le hace una joven griega criada en EEUU y casada con un pescador de esponjas próspero, que tenían un matrimonio progresista y feliz. Al volver a Kálimnos, el esposo, poco a poco, comenzó a comportarse como el resto de los hombres. Y ella, sorprendida al principio, no le paró los pies.

(Foto de las esponjas: De Nabokov de Wikipedia en inglés (Required attribution is: "Photo by Tom Oates"), CC BY-SA 3.0, )

Hemos iniciado un viaje gozoso. Hay numerosas citas para compartir, me gustaría mucho que compartieseis algunas en el club.

Y al pie de esas montañas había una ciudad, una urbe improbable que desde el proceloso mar parecía formada por cajas de cerillas de colores cuidadosamente dispuestas: una ciudad de muñecas con la que una niña pudiera distraerse una tarde de lluvia. Más allá de los pequeños cubos en blanco, azul y amarillo ocre, una colina se elevaba de un valle con una muralla en ruinas y tres torres redondas, y por debajo de las casas, un bosque de mástiles como cerillas se agitaba en lo que, sin duda, acabaría siendo un plato de bebé lleno de agua del grifo del lavabo.

Algunos enlaces:

Vuestro turno, ¿venís a Kálimnos? 

P.S. Zorba el griego, se filmó en Creta en 1964... 

Zorba el griego