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Desde el capítulo 15, hasta el final

Libro que estamos comentando: 
Cantos de sirena

Queridas viajeras, queridos viajeros, llegamos al final de nuestra estancia en Kálimnos. Sabemos que Charmian Clift y su marido, George Johnston, vivieron otros diez años más en Hydra, donde congregaron a su alrededor a una serie de artistas, una comunidad de creadores, músicos, en la que destacaba el músico y poeta Leonard Cohen, a quien acogieron:

“A esa casa fue a parar Leonard Cohen, después de que el ama de llaves de la residencia del pintor Nikos Ghika, donde inicialmente pretendía alojarse, le impidiera la entrada con un lapidario: “No necesitamos más judíos aquí”. Fueron ellos quienes lo acogieron, editaron sus primeros manuscritos y le animaron a tocar sus canciones. “Bebían y escribían más que nadie, se enfermaban y se curaban más que nadie, maldecían y bendecían más que nadie, y eran de lejos los más solidarios. Fueron una fuente de inspiración”, recordaría con cariño el artista”.

En las islas, Charmian Clift escribió dos libros de viajes (este Canto de sirenas y Los buscadores de loto), y dos novelas, además de las obras escritas a cuatro manos con su esposo, pero fue a su vuelta a Australia, en 1964 “cuando dejó su legado como ensayista comprometida y adelantada a su época en una pequeña columna semanal del Sydney Morning Herald. Entre notas de sociedad y anuncios de medias, estaban sus “pequeñas revoluciones furtivas”, desde las que defendió los derechos de las mujeres y los inmigrantes, pidió justicia social para los aborígenes y se opuso al servicio militar obligatorio y a la guerra de Vietnam. También hizo campaña por la democracia en Grecia cuando esta cayó ante la dictadura de los coroneles”. Charmian Clift se suicidó en 1969, con 45 años, con una dosis de barbitúricos.  

La relación con George se había roto: la tuberculosis de George, los problemas de alcohol de ambos y la pobreza, terminaron con la pareja.

Sin embargo, en Cantos de sirena aún les vemos felices, enamorados, entregados a la escritura, al sol, al mar, a sus amigos griegos y a la belleza y épica de Kálimnos. Sí que advertimos que el alcohol está muy presente en su día a día, en las celebraciones, en cualquier momento expansivo… pero aún no es el problema en el que se convertiría después. Hay que recordar que la pareja tuvo un tercer hijo en Grecia.

(Todos estos datos sobre su vida, y las fotos, los he extraído de estos artículos:

En los capítulos que comentamos esta semana, seguimos deleitándonos con la prosa exquisita, llena de matices y de color de Charmian, seguimos sintiendo el asombro y el respeto que el matrimonio, la familia al completo, profesa a los buscadores de esponjas. Las situaciones tan insólitas que viven en la isla, como es la tradición de la Pascua, ese ayuno tan terrible seguido de un atracón sin límites, esos corderitos teñidos de colores, todo tan bucólico, tan bonito y… ¡el sacrificio!

En medio de todo ello, reciben noticias de su editor, les han aceptado la novela y pueden quedarse más tiempo en Grecia. Ahora pueden buscarse una casa en otra isla:

nos habíamos ganado un pellizco de tiempo. Ahora podíamos trasladarnos a una las islas con las que solíamos soñar: Mikonos quizá, o Santorini, o Hidra, o Spetses. Podíamos mandar a buscar nuestros libros y establecer una buena base de trabajo.” Pero… “Sería una tontería llevárnoslos antes de que acabe el curso, ¿no? Y la verdad es que la playa de aquí es una maravilla para ellos. Es muy segura (…) Y no estaría mal tomarnos las cosas con un poco más de calma durante unos meses (…) Nadar un poco, y pescar, y ponernos al día con la lectura (…) Mira, a lo mejor hasta aprendo griego)…) Sí, y cuando nos vayamos, habrá que hacer un montón de maletas otra vez. Y tendrás que buscarte otra Sevasti… ¡Y aún no habíamos acabado con los papeles para la emigración de Yanni! (…) me gustaría estar aquí cuando vuelvan los barcos. Esos cabrones chiflados me caen bien. Y a mí. Tenían que volver sanos y salvos, todos ellos. Y sería agradable estar ahí en el muelle para decirles: ¡Bienvenidos a casa!

Pese a todas las incomodidades de Kálimnos, pese a la pobreza, el choque cultural, el machismo, la aridez… las gentes y la isla permanecían en el corazón de la familia.

Quisiera destacar, una vez más, lo moderno de Cantos de sirena. Muchas de las reflexiones de Charmian Clift siguen plenamente vigentes:

Al pensar en las caras pálidas y los ojos apáticos de quienes descienden a estas mismas horas de la mañana a las estreñidas entrañas de las estaciones de metro de Londres, me pregunto si la frustración no será uno de los inevitables suproductos de la sofisticación. Las ciudades, creo yo, producen un sentimiento de insignificancia e impotencia de la misma manera que producen una sensación de seguridad por el hecho de que circulen los trenes, pase el cartero y se recojan las basuras. Pero la ciudad en sí es la suma de todas esas seguridades, que forman la sustancia de su marea en movimiento. Y es únicamente la marea la que conserva el propósito y el sentido; sus componentes no son más que células que se separan y se dividen: las diferencias entre ellas no tienen relevancia alguna, su dignidad como almas libres no es perceptible, ni siquiera para sí mismas. Solo la marea que las mueve y en la que se mueven conserva su sentido. 

Os dejo algunos enlaces:

Si me quedo aquí un instante, solo uno más, quizá oiré también eso que se oye tan rara vez: un canto de sirena.

Vuestro turno, lectoras, lectores.

Tributo a Leonard Cohen. Hydra.