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Capítulos 5 al 9, incluido.

Libro que estamos comentando: 
Cantos de sirena

Queridas viajeras, queridos viajeros… continuamos nuestra estancia en Kálimnos con Cantos de sirena, de Charmian Clift. Esta semana comentamos los cinco capítulos siguientes, esto es, del 5 al 9, incluido.

 

Qué belleza la escritura de Clift. Las descripciones, las metáforas, las comparaciones. Los detalles, los matices, su perspicacia, su inteligencia. Creo que era una escritora descomunal.  La autora celebra la vida en la islita griega, pero no cierra los ojos ante la pobreza, la dureza del trabajo de los pescadores de esponja… y, además, nos deleita con episodios que nos hacen sonreír, o reír a carcajadas.

Charmian en  el verano de1955, en Kálimnos. Foto de su web.

Por ejemplo, el capítulo en el que se deshacen del artefacto maloliente… ¡y deciden tirarlo al mar! Es el vertedero de basura, dice Yannis. Bajarlo, tirarlo, huir de la vigilancia del policía, escaparse… y esa procesión con el retrete nuevo, Yannis y los niños, orgullosos, George avergonzado. Sí, es verdad. A la vez, es terrible. El vertedero es el mar. Así hemos llegado al problema en nuestros mares y océanos: mares de plástico, contaminación, basura, objetos que se tiraban (sin pudor ni resquemor) a mares y, también, a ríos, a lagos, a cualquier superficie de agua.

Otro episodio lleno de humor y gracia (y sin doble lectura, o sí, pues estamos hablando de seres vivos) es aquel en el que se cuenta cómo los niños Martin y Shane anhelan una mascota y, prácticamente toda la isla les llevan los “animus”: gatos, pato, gallina roja, perritos sarnosos, gorriones… y un conejo que parecía de dibujos animados. “Animus”, el conejo blanco y blandito, se convierte en la mascota de la familia. Entonces, todos, contribuyen a alimentarlo, porque (con total lógica) piensan que los Jhonston se lo comerán. Pero, no. Cuando muere, víctima de un accidente, lo entierran (Yannis no puede resistir los lloros de los niños. Los griegos aman a los niños, nos dice la escritora). Y, es a partir de aquí, cuando los forasteros influyen en las tradiciones, en la cultura de la isla. ¡¡De algún modo deducen que comerse a un conejo criado en casa trae mala suerte!!

Vinculado a esto, a cómo influye la familia en la vida de los isleños, está la  elaboración de las pastas de Cornualles… y el éxito del dulce y su elaboración.

La casa (el primer piso) donde vivía Charmian Clift en Kálimnos. Foto de su web.

De cualquier modo, en estos cinco capítulos la autora no se arredra y, lejos de romantizar la vida en Kálimnos, nos descubre la pobreza tremenda en la que viven los habitantes. Pobreza que se traduce en la dieta que siguen, en la ropa que visten, en el calzado (que apenas usan, sobre todo, en la montaña), en los utensilios y equipamiento de las casas, en el suministro eléctrico y los cortes en la ciudad baja, que no llega a las casas que están “allá arriba”. La fotografía de la montaña alzándose y oprimiendo las casitas de Kálimnos es espectacular.

“La vista es espléndida. En Kálimnos las buenas vistas son el patrimonio de los pobres”.

El capítulo 5, Irini, sus hijos, los animales, su marido… es conmovedor tanta belleza envuelta en tanta miseria, en tantas privaciones. ¿Por qué creéis que Charmian llora? ¿Por el tiempo, que pasa fugaz, y hace que sus niños ya no sean bebés, o por tanto amor que derrama Irini, aún en medio de tanta escasez?

De entre el mobiliario típico de las casas, me sorprende la cama alta con barandilla y la visión de esas hamacas que, como las vainas de los guisantes, envuelven a los hijos que se balancean. No me hago a la idea exacta. He buscado, pero no he encontrado ninguna imagen o dibujo. ¿Vosotros sí?

Los pescadores de esponjas, los buzos, y la dureza de su vida... sobre ello vuelve Clift en estos capítulos y no es extraño. Kálimnos es la isla de los pescadores de esponjas. 

“Los chiflados. Juegan como si les fuera la vida en la caída de un dado, en el giro de una carta. Beben como si la embriaguez fuera la única cordura. ¿Qué otra manera tienen de manifestar su alivio por haber salido ilesos de los siete meses que quedan a sus espaldas, o para protegerse del terror inminente de la próxima temporada?”

Sobre los niños de Charmian y George la autora, tan perspicaz e inteligente, reflexiona sobre su propia infancia, asalvajada y libre, y la infancia de sus hijos, siempre jugando dentro del piso, vigilados por los adultos, o en los jardines en los que no está permitido trepar a los árboles. Y cómo el vivir en Kálimnos, el choque cultural tan grande para ellos del idioma, de salir de ese pisito cómodo al mundo para jugar con el mar, el cielo, el aire, las rocas, las piedras… al principio, los abruma. Estos fragmentos me parecen de una lucidez… ¿Alguna similitud con nuestros niños?

“Pero una cosa es crecer en libertad y otra muy distinta verte arrojado a ella. Al observar a través de la ventana los golpes y chillidos de unos cohibidos Martin y Shane en medio del grupo de niños de Kálimnos, reparé, no sin algo de vergüenza y preocupación, en que no sabían jugar. ¿Cómo iban a saber? Todos sus juegos habían sido de puertas para adentro, con cubos de madera, soldaditos, muñecas, construcciones y trenes eléctricos, y sus recreos en el exterior quedaban limitados por el tráfico de Bayswater Road, por el clima inglés, por los guardias de Kensington Gardens, y por el tiempo que yo pudiera dedicar a vigilarlos. Ahora los estrechos muros del cuarto de juegos se habían ampliado hasta los límites del mar, el cielo y las montañas, y se sentían perdidos e inseguros en la enormidad de todo eso”. 

Pero, por fortuna, Martin y Shane comprenden que no hay mejor juguete que el mundo… Me enternece mucho cómo regalan sus juguetes a sus amigos, ellos, que pensaban que todos los niños tenían juguetes y que, en cualquier caso, aunque los regalasen, pronto podrían reponerlos…

El ambiente de la taberna que frecuentan George y Charmian, con los buzos, y siendo ella prácticamente la única mujer que está en un ambiente exclusivo de los hombres (pero, claro, las que cocinan son mujeres). Me ha llamado la atención la retsina, no sabía que era el vino más antiguo y que se añade resina de los pinos… qué curioso. 

Hay mucho para comentar, para compartir… ¿conversamos? Vuestro turno, lectoras, lectores.