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2 CAJITA DE FÓSFOROS

 
2 CAJITA DE FÓSFOROS
 
Buen día estimadas personas ATRAPAVERSOS:
Comenzamos esta semana nuestro segundo tramo de lectura, que llega hasta el poema ¿Qué pasa si una mariposa? de Laura Escudero de la página 27.
 
La semana pasada os propuse varias lecturas antes de comenzar el poemario: solo contemplando las ilustraciones, la vista panorámica del contenido completo del libro y la lectura del texto del autor de la selección, Adolfo Córdova. Hoy nos vamos a detener en algún poema en concreto. Vamos a centrarnos en el tipo de ritmo que se remarca en cada una de las piezas.
 
Abre el poemario el poema de María Elena Walsh, que da título al libro, y que proporciona la idea para hilar unos con otros: un poema enciende el otro, como los fósforos. ¿De qué modo lo enciende? En muchos casos, a nivel temático. Por ejemplo, los poemas de las páginas 10 y 11 tratan sobre los globos; los de las páginas 12 y 13 sobre cartas…
 
En una cajita de fósforos encontramos algunas palabras finales de verso que riman, aunque de manera aislada, sin guardar regularidad en ello. Pero hay un elemento rítmico muy poderoso: toda la composición tiene el mismo número de sílabas (nueve) en cada verso, eneasílabos. Haced la prueba de mirarlo de nuevo y disfrutad su regularidad rítmica.
 
¿Dónde radica el ritmo en los poemas? A nivel general podemos decir que en las repeticiones, que pueden ser muy diversas. Hemos visto un ejemplo de reiteración de sílabas en En una cajita de fósforos. También ocurre en el poema de la página 19, Dibujo de un unicornio, que está formado por versos endecasílabos (11 sílabas), una medida muy clásica.
 
En Domingo en el jardín zoológico, encontramos repeticiones de palabras (sobre todo la palabra “globo”, pero hay más) y también una repetición en la estructura argumental. Se asemeja a un cuento en el que el desenlace ocurre “a la de tres”. Son tres los niños que piden un globo a sus padres. Hasta los animales que hacen de testigos son tres (en tres versos): …un elefante, / dos leones, / un águila. Leedlo de nuevo y sentid cómo esta estructura tan rítmica (y narrativa) nos ayuda a aprenderlo de memoria en el momento.
 
En el poema Mi primera carta, de la página 12, ¿dónde encontramos sus reiteraciones? Las dos más llamativas son, por un lado, la distribución estrófica: las cuatro tienen el mismo número de versos cada una. Y por el otro, que en las tres primeras estrofas su contenido es casi igual, solo cambia una palabra, que además en ellas todo se  articula con arreglo al mismo patrón “argumental”: “si tuviera…te escribiera una carta, madre”.
La cuarta estrofa recoge los tres anteriores “si tuviera…”  y concluye el poema de forma muy bella.
 
Para los poemas Selva y Si enterramos la mano de las páginas 22 y 23, os propongo imaginar la metáfora de que cada palabra sea un árbol. El poema de la izquierda está escrito en prosa, alargada la línea hasta el mismo margen; y en el de la derecha, sin embargo, las líneas de texto son más cortas. ¡Ah, diréis, eso ya lo sé, el poema tiene los versos, sus líneas, más cortas que la prosa! Sí, claro, pero con matices.  
Volvamos a la metáfora que os he propuesto de que las palabras son como árboles. Con arreglo a esta imagen apreciamos que los textos distribuidos en versos forman un conjunto de palabras más o menos ordenadas, árboles ordenados… lo que podríamos llamar ¡un jardín! No está mal como imagen: un poema es un jardín.
¿Pero qué ocurrirá en el primer poema, que se titula Selva? ¿Cómo estarán distribuidos los árboles en una “selva”? ¿Ordenados, quizá? Nooo, en una selva los árboles lo llenan TODO. Y eso es precisamente lo que ha hecho Juana de Ibarbourou: lo ha llenado todo (hasta los márgenes) de palabras. Y en estas palabras-árboles, se enumeran un sinfín de elementos, animales y plantas, y estímulos que se encuentran cuando te adentras en un ambiente boscoso.
Fijaos qué diferencia de tratamiento formal tienen las dos composiciones. Mientras la selva está en un plano “horizontal”, de horizonte extendido, el segundo poema, Si enterramos la mano, está imaginado en un plano “vertical”. La imagen de meter la mano hacia abajo de la tierra así lo sugiere, pero esta verticalidad también proviene de la enumeración de los elementos que va encontrando la mano. Y esta imagen de la mano yendo hacia abajo de la tierra coincide con la forma alargada del poema…
 
Aquí termina mi acompañamiento por esta semana, con el deseo de que os adentréis en los poemas con una mirada panorámica: formal y de contenido, todo a un tiempo. Pausada y disfrutadora de las palabras.
 
Ah, y una última recomendación: no perdáis de vista cómo viajan las hojas en este otoño desnudador. Tal vez con un poco de suerte veáis volar a algunas de ellas provistas / de motorcitos de mariposa, como nos propone Luis Vidales en su poema (p. 25) Las hojas.
Vuestro otoño nunca volverá a ser el mismo, os lo digo por experiencia.
 
Un abrazo en poesía. Y nos encontramos, cuando queráis, en vuestros comentarios.
 
Estrella Ortiz