3 A CADA CUAL SU CIELO
3 A CADA CUAL SU CIELO
Buen día, ATRAPAVERSOS, a medida que avanza el verano y la lectura, no solo creo que Morábito está en su cielo, sino que también quienes lo lean van a tener la suerte de disfrutar de su propio cielo veraniego. Así os imagino, en el cielo.
Comenzamos el tercer tramo de lectura este lunes 17 de julio, que va del poema “Mientras duermes” (p. 55) hasta “Quedó cautiva la pelota” de la página 79.
Hay algo en este autor que me sorprende mucho y es su capacidad y decisión para cambiar de idioma en el que escribir su poesía: abandonar el idioma materno para dejarse acoger por el del lugar a donde llegó. Dice uno de sus editores en España, José Cruz que “Morábito, nacido en Alejandría, criado en Milán —la tierra natal de sus padres— y trasladado en su adolescencia a México, donde, desde entonces, vive y escribe en español, desgrana con transparente y contenida intensidad su doble desarraigo geográfico y lingüístico”. Doble desarraigo, caray.
Aunque en la historia de la literatura hay casos de autores que abandonan su idioma materno para adoptar el del lugar donde viven, no es lo frecuente. Sin pensar demasiado, se me ocurren dos grandes: Joseph Conrad, un polaco que se quedó huérfano de niño y se marchó a Inglaterra, donde adaptó su nombre (Józef Teodor Konrad) y se puso a escribir en inglés con gran talento, y Vladimir Nobokov, nacido en San Petersburgo, donde vivió hasta su juventud, para después exiliarse en EEUU con motivo de la 2ª Guerra Mundial y comenzar a “autotraducirse” al inglés hasta su muerte.
De vuelta con “Fatti” Morábito, el viaje familiar a México se produjo cuando tenía 15 años, lo que me hace pensar que la elección del cambio de idioma en su escritura (y obviamente también en su habla) tuvo un componente “contestatario” a nivel familiar. Como os habréis dado cuenta, en este libro muchos de sus poemas tienen esa base temática de la familia, y se me ocurre que tal vez el poeta lo re-viva en su escritura como un intento de reelaborar ciertas experiencias y sentimientos. Concretamente, en las lecturas de esta semana están “Mi padre a sus noventa” (p. 67) y los tres siguientes que giran alrededor de la figura anciana de su padre: “¡Qué final! Se quejaba mi padre”, “Ya tienes grabada en el rostro” y “¡Nunca te veo!, ¡Fatti vivo!”.
De la lectura de esta semana os destaco dos poemas preferidos. El primero “Qué días aquellos” de la página 77, hace un repaso de la juventud del poeta, teatro del absurdo, escapadas a lugares para experimentar la aventura (y desarraigo) con la guitarra al hombro. Seguro que recordáis el poema de la semana pasada en el que el poeta bendecía las guitarras y los besos “¿Qué ha sido de las guitarras…?” (p. 50). En fin, creo que en “Qué días aquellos” hay un retrato de la juventud del poeta, y a esa cierta melancolía con la que lo retrata le encuentro mucha belleza.
El segundo que quería mencionar, y que también me gusta mucho, es el poema “Esta tarde, mi bien” de la página 50 porque me parece una declaración de amor de lo más original. Ofrece una lectura muy “oral”, pues funciona como un mensaje directo dicho a la otra persona. Así que aquí me tenéis, de nuevo recomendándoos que lo leáis en voz alta. Por supuesto, elegid cuidadosamente a la persona destinataria. Quién sabe, yo aquí haciendo de casamentera… Bueno, podéis decir que es una obligación del Club, y estampádselo con amor en las orejas de quien queráis. Sueño con que me hagáis caso…
Y para despedida, hablando a propósito de orejas, estoy leyendo en estos días una Antología poética de nuestro autor (anterior en el tiempo al libro que estamos leyendo en el Club), que se titula Ventanas encendidas, editado también con Visor. Pensaba que Fabio Morábito había sido un descubrimiento mío reciente como lectora, y sin embargo, en el libro me encontré de golpe con un poema que me había aprendido de memoria (y recitado) hacía mil años y andaba olvidado dentro de mí. Este reencuentro poético ha sido muy emocionante, así que os lo quiero compartir. Espero que os guste:
OREJAS
Dos orejas: una para oír a los vivos
otra para oír a los muertos
las dos abiertas día y noche
las dos cerradas a nuestros sueños
para oír el silencio no te tapes las orejas
oirás la sangre que corre por tus venas
para oír el silencio aguza los oídos
escúchalo una vez y no vuelvas a oírlo
si te tapas la oreja izquierda oirás el infierno
si te tapas la derecha oirás… no te digo
había una tercera oreja pero no cabía en la cara
la ocultamos en el pecho y comenzó a latir
está rodeada de oscuridad
es la única oreja que el aire no engaña
es la oreja que nos salva de ser sordos
cuando allá arriba nos fallan las orejas.
Espero que en estos días escuchéis a esa tercera oreja que nos salva de ser sordos y sordas.
Vaya el poema con mis mejores deseos para vuestra semana,
Estrella Ortiz