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ANTOLOGÍA POÉTICA LUIS CERNUDA y 4

Libro que estamos comentando: 
Antología poética

ANTOLOGÍA POÉTICA LUIS CERNUDA y 4
 
 
Iniciamos esta semana la lectura de la última parte de la Antología. En sus páginas encontraremos dos apartados de poemas: Con las horas contadas (versos escritos entre los años 1950-1956) y Desolación de la quimera (1956-1962).
 
En Con las horas contadas, leemos al poeta nuevamente enamorado. Pero esta vez sus palabras están teñidas por momentos de un sentimiento de inadecuación debido a su edad. Cernuda siempre reconoció que le atraía lo juvenil, los cuerpos jóvenes. Ahora se siente mayor, y en parte indigno de participar de esa alegría lozana que dan los pocos años.
Es precisamente con la vivencia de este amor ­-que según reconoció el poeta fue el más profundo de su vida y que le hizo incluso renunciar a su trabajo en EEUU y quedarse en México, país de donde era su amante- nació el grupo de poemas “Poemas para un cuerpo” título que llegó a ser una publicación independiente en España en 1957 (una edición en Málaga de 125 ejemplares) y que “son entre todos los versos que he escrito, unos de aquellos a los que tengo algún afecto”, según palabras del propio poeta (Historial de un libro, página 509).
 
Finalmente leeremos Desolación de la quimera, sus últimos poemas, en los que sorprende la sensación de muerte próxima y despedida que transmiten algunos de ellos. En este tono nos encontramos títulos como “Díptico español” (p. 165), “Despedida” (p. 175), “Epílogo de Poemas para un cuerpo” (p. 178) y “A sus paisanos” (p. 180).
 
A propósito de este último título, “A sus paisanos”, en el que implica destinatarios en una tercera persona (alguien va a hablar a sus compatriotas, pues no dice: “a mis paisanos”), vemos que desde el inicio del poema se dirige a ellos directamente ((“No me queréis, lo sé, y que os molesta / cuanto escribo”), observamos un cierto desdoblamiento en la voz poética, una peculiaridad de Cernuda en la construcción formal de sus poemas. O dicho de otro modo, la elección de diferentes voces desde las que habla. Así observamos cómo emplea la segunda persona, unas veces dirigiéndose a sí mismo y en otras a un sujeto protagonista diferente de él. Mientras que en otras ocasiones utiliza la tercera persona, como si quien hablase fuera un observador de lo que está ocurriendo. Os invito a que tengáis esta mirada atenta y a buen seguro que os vais a dar cuenta en muchos de sus poemas de esa riqueza de enfoques, como si el poeta jugase a estar a la vez dentro y fuera de lo que está ocurriendo en el poema. Un ejemplo de este desdoblamiento que os comento lo vamos a encontrar incluso en el propio título de dos poemas: “Es lástima que fuera mi tierra” (p. 165) y “Bien está que fuera tu tierra” (p. 167).
 
Por último, quisiera destacar un aspecto muy importante en la obra de Cernuda, y que ha salido en los comentarios: su sentido ético. Nuestro poeta siempre valoró su independencia artística por encima de las ideologías; y en las circunstancias duras en  extremo en las que vivió pudo demostrarlo dolorosamente, es cierto, pero en todo momento con absoluta dignidad. Muy posiblemente este sea su legado humano y artístico más importante: siempre antepuso la dignidad de las víctimas al fragor de las armas, y según sus propias palabras “La destrucción y la muerte, sea bajo tal o cual pretexto, no se pueden cantar ni mucho menos glorificar”.
 
Las últimas palabras que escribió Miguel de Cervantes antes de morir, a modo de despedida de sus lectores, están recogidas en el prólogo al lector de su obra Los trabajos de Persiles y Sigismunda (obra póstuma, publicada en 1617), y dicen así:
“¡Adiós, gracias; adiós, donaires; adiós, regocijados amigos, que yo me voy muriendo, y deseando veros presto contentos en la otra vida!”.
Este “adiós” —en palabras de Vila-Matas— es el más sobrecogedor e inolvidable que alguien haya escrito para despedirse de la literatura.
Imagino que Cernuda, gran lector y amante de los clásicos, las conocía. Si no fuese así, me inclino emocionada igualmente ante el sentir que une a los dos autores, pues esto es lo que dijo el propio Cernuda en su poema “Despedida” (p. 175) en las dos últimas estrofas: 
 
Adiós, adiós, manojos de gracias y donaires.
Que yo pronto he de irme, confiado,
adonde, anudado el roto hilo, diga y haga
lo que aquí falta, lo que a tiempo decir y hacer aquí no supe.
 
Adiós, adiós, compañeros imposibles.
Que ya tan solo aprendo
a morir, deseando
veros de nuevo, hermosos igualmente
en alguna otra vida.
 
Bellísima despedida. Y a continuación os copio el poema Yo fui (está en la página 52 de nuestra Antología poética), que el poeta escribió rondando los treinta años y que a mi modo de ver bien puede cerrar la lectura como si este fuera su epitafio:
 
Yo fui
 
Columna ardiente, luna de primavera,                                                                           
mar dorado, ojos grandes.
 
Busqué lo que pensaba;                                                                                              
pensé, como al amanecer en sueño lánguido,                                                                   
lo que pinta el deseo en días adolescentes.
 
Canté, subí,                                                                                                                       
fui luz un día                                                                                                                
arrastrado en la llama.
 
Como un golpe de viento                                                                                                
que deshace la sombra,                                                                                                   
caí en lo negro,                                                                                                                  
en el mundo insaciable.
 
He sido.
 
Siento pena de dejar solo al poeta, pero nos tenemos que marchar…
Nos esperan próximas lecturas, allí continuaremos leyéndonos,
¡Viva la poesía!
 
Estrella Ortiz