ANTOLOGÍA POÉTICA LUIS CERNUDA, 3
TERCERA ENTRADA ANTOLOGÍA DE LUIS CERNUDA
Saludos, amantes de la poesía, continuamos nuestra lectura de Cernuda. En esta semana leeremos hasta el poema “Viendo volver”, página 138, fin del apartado Vivir sin estar viviendo.
Continuamos acompañando la peripecia vital del poeta, que de un modo tan claro se refleja en su obra. La semana anterior terminábamos la lectura con Las nubes, el grupo de poemas que Cernuda escribió durante la guerra civil y el principio del exilio en Inglaterra. Comenzamos la lectura con Como quien espera el alba (1941-1944), un título que indica el anhelo de que las cosas cambien y vuelva la luz. No es de extrañar tal deseo: tras la guerra civil el poeta ahora tiene que afrontar, además del exilio, el comienzo de la guerra mundial, de modo que es una vivencia continuada de conflicto, como si el mundo entero estuviera oscurecido.
Seguiremos la lectura con los poemas que se incluyen en Vivir sin estar viviendo (1944-1949) un tiempo de adaptarse a la cultura anglosajona y a la aceptación de no volver a España.
Cernuda murió el 5 de noviembre de 1963, y no lo mencionaría si no fuera porque es en esta semana cuando estaremos con él —a través de su obra— celebrando su aniversario. A propósito de ello, quisiera mencionar la preocupación del poeta por ser leído después de muerto. No lo tuvo fácil la difusión de su obra. Además de la precariedad de estar fuera de su país (no tuvo tiempo de disfrutar la publicación de La realidad y el deseo con la llegada de la guerra civil), hay que añadir las circunstancias adversas de vivir aislado en un mundo anglófono; a lo que se le sumaba su carácter solitario y poco dado a las relaciones mundanas.
Y a pesar de todo ello, ahí está el poeta con su vocación inquebrantable, haciendo poesía como forma de estar en el mundo, como manera de supervivencia para sí mismo, en la desazón de no saber si será leído, y preguntándose si ello, aún en caso afirmativo, pueda consolar de la precariedad del presente.
En las entradas anteriores comentábamos como gran tema de su obra el deseo, el amor y la soledad. Pero a partir de aquí podemos decir que se suma asimismo la preocupación del tiempo —el olvido y el recuerdo, la nostalgia— y la reflexión sobre el sentido de la poesía, del propio quehacer poético. Por ejemplo, este tema lo encontramos en el poema “A un poeta futuro” (p. 101), una composición profunda y confesional.
Comienza pues a florecer en estos años el Cernuda reflexivo, y también el desolado. No es casualidad, por tanto, que Desolación de la quimera fuese el título que el poeta dio a su último apartado de poemas antes de fallecer. Que, por cierto, aunque murió de forma repentina, son poemas que tienen un presentimiento bastante fuerte de obra acabada, de despedida. Pero esto lo veremos más en detalle la próxima semana. Como si el yo poético escribiera en un tono de elegía anticipada, como si ya hubiera vivido lo emocionante de su vida y solo le quedara aceptar el paso del tiempo. No obstante, y por fortuna, la vida le reservaba algún regalo más.
En su poema “Noche del hombre y su demonio” (p. 110), dice a propósito de lo que estamos comentando:
Hoy me reprochas el culto a la palabra.
¿Quién sino tú puso en mí esa locura?
El amargo placer de transformar el gesto
en son, sustituyendo el verbo al acto.
Ha sido afán constante de mi vida.
Y mi voz no escuchada, o apenas escuchada,
ha de sonar aún cuando yo muera,
sola, como el viento en los juncos sobre el agua.
En el libro de su obra completa, publicado —al igual que la Antología poética que estamos leyendo— por Alianza Editorial, La realidad y el deseo (1924-1962), se incluye Historial de un libro, un escrito en el que, con motivo de la última edición de su obra que se hizo en vida del poeta, este cuenta su trayectoria y hace comentarios biográficos sobre su obra poética. Así nos enteramos de que uno de sus poemas preferidos es “Los espinos” (p. 107).
En este Historial de un libro (p. 494) —referido al tiempo en el que escribió Como quien espera el alba— el poeta cuenta: “El otoño, invierno y primavera de 1941 a 1942 fue uno de los períodos de mi vida cuando más requerido me vi por temas y experiencias que buscaban expresión en el verso; a veces, no terminado aún un poema, otro quería surgir. No pocas veces he oído que el poeta debe desconfiar de tales períodos de abundancia; no sé. El resultado de aquél mío está ahí y, a pesar de todo, Como quien espera el Alba es quizá una de las colecciones de mis versos donde más cosas hay que prefiero.”
Y respecto a Vivir sin estar viviendo el poeta comenta: “A veces leía para sustituir la vida que no vivía. Era un estado similar al de los personajes que Don Quijote pretendía haber visto en la cueva de Montesinos, y como ellos, sin pena ni gloria, me movía suspendido en un estado ilusorio que no era de vigilia ni tampoco de sueño. La consecuencia de ese vivir es que nada se interpone entre nosotros y la muerte; desnudo el horizonte vital, nada percibía delante sino la muerte. Afortunadamente, el amor me salvó, como otras veces, con su ocupación absorbente y tiránica, de tal situación.” (p. 505)
En los poemas de este tiempo se percibe una cierta oscuridad y, tal vez dejándome llevar por la imaginación, esto lo achaco al cambio de clima y de luz que supuso su estancia en Inglaterra, además de los condicionantes personales que comentábamos más arriba. Un paisaje lluvioso y triste, que por cierto no fue de su gusto. De modo que la invitación de su amiga Concha de Albornoz para ir a trabajar a EEUU vino a aliviarle de esta situación. El poeta le dedica el bello poema “Otros aires” (p. 134), en donde apreciamos un cambio importante de estado de ánimo, más esperanzado.
De entre todos los poemas de nuestra lectura de esta semana, también destaco “La familia” (p. 97) que es tremendo y sin concesiones, pero con un aliento de redención del pasado.
Para acabar, os recomiendo que leáis en voz alta el poema “Vereda del cuco” (p. 116) a mi juicio muy bello, pues aunque carece de constantes métricas lo sentimos profundamente rítmico, en el que fluye su verbo como el agua de una fuente. Vais a disfrutar de la lectura, creedme. Todo el poema es una bella canción, fuente del amor, escrito desde la segunda persona. Es en este poema cuando un verso dice la frase proverbial: “que el amor es lo eterno y no lo amado”.
Os dejo a solas, disfrutad de los versos. Y comentad por aquí lo que sintáis, no hace falta que sea extenso ni tan siquiera argumentado. Dejaos llevar por lo que os gusta, y ponedlo en común. ¡Agradezco mucho vuestras intervenciones!
Un saludo en poesía,
Estrella Ortiz
En este enlace vais a poder leer sobre los últimos días de Cernuda. Resulta una entrada entrañable y curiosa sobre nuestro poeta con motivo del 50 aniversario de su fallecimiento:
https://www.elmundo.es/andalucia/2013/11/03/5275ba1363fd3d1f608b456c.html