ANTOLOGÍA POÉTICA LUIS CERNUDA, 2
SEGUNDA ENTRADA Antología poética de Luis Cernuda
Continuamos la lectura de nuestro poeta Cernuda. En este segundo tramo leeremos hasta el poema “El ruiseñor sobre la piedra” de la página 92, composición con la que finaliza su apartado Las nubes.
Quisiera insistir en mi recomendación de leer los poemas en voz alta (a solas o en compañía, no importa) como manera de acercamiento y comprensión de sus palabras. Después de todo, al poeta le sonaron primero mientras las escribía. Sin duda, la poesía está hecha para sonar (soñar y resonar).
Hay una anécdota muy famosa (yo la leí en Una historia de la lectura de Alberto Manguel) de San Agustín (354-430 d. C.) en la que cuenta la sorpresa que le produjo ver a san Ambrosio en su celda leyendo en silencio, pues hasta entonces la lectura siempre era en voz alta. Esto era así en primer lugar porque durante siglos la escritura fue un complemento de la oralidad, y no se veía como forma de expresión independiente; pero también porque se escribía sin los —tan conocidos en la actualidad— signos de puntuación; es más, incluso las palabras estaban unidas unas a otras, de modo que la única forma de comprender ese hilo interminable de signos era ponerlos de viva voz, convertirlos en palabras, y dar con ello vida y significado al discurso.
Pues bien, creo sinceramente que esto se puede aplicar a la lectura poética: la dificultad de comprender las alteraciones sintácticas y de significado que conllevan las construcciones poéticas se allana al ponerlas de viva voz, como si fueran nuestras las palabras.
En este tramo de lectura que vamos a disfrutar están incluidos los siguientes apartados establecidos por el poeta: Donde habite el olvido, Invocaciones y Las nubes. Vamos a verlos en detalle.
Donde habite el olvido fue un apartado que se publicó como libro independiente en 1934. El autor tomó el título de la rima LXVI de Bécquer, de la que transcribo su estrofa final:
(…)
¿Adónde voy? El más sombrío y triste
de los páramos cruza,
valle de eternas nieves y de eternas
melancólicas brumas;
en donde esté una piedra solitaria
sin inscripción alguna,
donde habite el olvido,
allí estará mi tumba.
Estos versos de Bécquer nos dan una idea de la temática que vamos a encontrar: desazón y tristeza por el amor perdido. En palabras de Cernuda, “las siguientes páginas son el recuerdo de un olvido”.
Invocaciones se inicia con el poema “A un muchacho andaluz”, que se puede leer como una declaración de su inclinación erótica, un hecho muy valiente para aquella época (este grupo de poemas se publicaron bajo el título general de La realidad y el deseo en 1936).
En Donde habite el olvido e Invocaciones vamos a disfrutar los poemas del Cernuda más romántico, joven todavía. Pero la desgracia de la guerra llegó, y el tono de su vida cambia. Esto lo vamos a comprobar en el último apartado de lectura para esta semana: Las nubes. Este título así lo sugiere: el cielo está cubierto, oscuro, las nubes se han adueñado del cielo.
Me ha resultado sobrecogedor este apartado, pues mientras lo leía pensaba en la máxima tensión en la que se puede escribir, como es un conflicto de esta categoría, que todo lo afecta y en el que las emociones son muy fuertes y dispares. Entonces me he inclinado con respeto ante la elegancia de Cernuda que no se queda en el discurso fácil, de propaganda, sino que continúa siendo profundo en su forma de decir las cosas que siente.
Y ante esta, su realidad más acuciante, no podemos permanecer indiferentes: los poemas hablan de la guerra, el exilio, la muerte de los amigos. En el poema “A Larra con unas violetas” nos dice: “Escribir en España no es llorar, es morir” (p. 76). Y a propósito de ello, en la página 71, encontramos el poema que escribió a la muerte de Lorca, “A un poeta muerto. (F. G. L.)”.
En fin, todo en Las nubes tiene una fuerza terrible.
Ahora quiero daros alguna nota sobre la parte formal de los poemas que vamos a leer. En muchos de ellos prevalece la versificación libre de metro y rima; y en algunos comprobamos además que el verso se alarga de tal modo que sobrepasa la línea de la página (lo que se conoce como versículos), tal como ocurre por ejemplo en “La gloria del poeta” de la página 65.
Aunque esta es la tónica formal generalizada, el autor continúa manteniendo en algunas composiciones ciertas recurrencias métricas. Así, encontramos un par de poemas de arte menor (siete sílabas) sin rima: en “Cordura” (p. 81) y en “El viento de septiembre” (p. 63), una composición que para el poeta tiene forma de canción y le hace decir “Canta, deseo, canta / la canción de mi dicha”.
Me parece interesante el hecho de que en el poema “Un español habla de su tierra” (p. 87), ya en el exilio, Cernuda haya elegido para expresarse una fórmula estrófica popular como son los versos de arte menor y con rima en los pares, lo que se conoce como coplas.
A eso le suena España…
Y repite esa misma forma estrófica en un poema precioso para mi gusto titulado “Jardín antiguo” (p. 86), en el que se deja llevar por la nostalgia de su tierra, y revive desde el exilio el Alcázar de Sevilla.
Otro poema también muy construido formalmente es “Amor oculto” (p.87), si bien en este caso con una fórmula culta: versos de once sílabas (endecasílabos) agrupados en estrofas con una rima consonante, la forma conocida como cuarteto: ABBA.
En “La fuente”, los versos son alejandrinos —14 sílabas— y si lo decís en voz alta vais a comprobar que está lleno de música. Destaco además un recurso, muy querido por la vanguardia, propio de Cernuda y que es tomar las voces de diferentes personajes desde donde se expresa el poema; en este caso, quien habla es la fuente. Pura metáfora, ya lo vais a ver.
Y para acabar, mencionaros el último poema de la lectura de esta semana, y final del apartado Las nubes: “El ruiseñor sobre la piedra” (p. 89) en el que destaco dos aspectos del poema que son precisamente las dos palabras mismas del título. Por un lado, viene al caso tomar en consideración la tradición clásica que asimila al pájaro ruiseñor con la persona poeta; por el otro, que este pájaro del poema no está en el árbol, sino en la piedra, con lo que implica el carácter de las piedras: frialdad, eternidad, dureza, historia.
Espero que disfrutéis de la lectura.
Aquí os dejo, emocionada. Afinad vuestra percepción, escuchad al poema y escuchaos.
Y me despido animándoos a que pongáis en común vuestros hallazgos.
¡Nos vemos en los comentarios!
Un abrazo,
Estrella Ortiz