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Iniciamos el viaje con Mariana Enríquez

Queridas viajeras, queridos viajeros,
¿Qué tal se ha portado marzo? Pese a las circunstancias exteriores, ojalá que vuestros interiores estén en plena forma.
Iniciamos abril con una nueva lectura que nos llevará a veinticuatro cementerios singulares, ubicados en medio mundo. Esta obra se publicó por primera vez en 2014 en una editorial argentina e incluía dieciséis paseos a otros tantos camposantos, pero nosotros leeremos la edición de Anagrama de 2021 que la autora ha revisado y ampliado hasta los veinticuatro cementerios.
Os enlazo la ficha de la autora y del libro en Anagrama en la que además, podéis consultar las reseñas aparecidas en prensa. Especialmente os recomiendo El cuarto de atrás, de RNE, (son unos 38 minutos) y también, esta de Radio Doppler, de Radio 3 (el programa completo dura unos 53 minutos). Creo que las dos entrevistas son unas magníficas introducciones a Mariana Enríquez y al libro que tenemos “entre manos”, pues en ellas la autora reflexiona (entre otros muchos temas de interés) sobre la muerte, sobre la fascinación y exploración de cementerios.
¿Habíais leído ya algo de Mariana Enríquez o es vuestra primera vez? ¿Habéis acudido alguna vez a un cementerio para ver una tumba determinada (escritores, músicos, etc.)? Yo, lo hice en Soria, visité la tumba de Leonor, la esposa de Antonio Machado.
Esta semana, vamos a comentar los primeros cuatro paseos a otros tantos cementerios. Esto es: La muerte y la doncella; Malacara; Todas hieren la última mata y Un bar en Broome.
En La muerte y la doncella el cementerio que visitamos es el Cementerio Monumental de Staglieno, en Génova.  Mariana Enríquez viaja con su madre, tiene veinticinco años ( es 1997) y vive una experiencia de amor romántico (que culmina con una relación sexual en el mismo cementerio) con un violinista callejero. Se trata de Eros y Tánatos, indisolublemente unidos. Es como si, ante la presencia de la muerte, necesitemos el refrendo de sentirnos insultantemente vivos.
El cementerio, las tumbas, las esculturas grandilocuentes es apabullante. Me ha llamado la atención la historia de la Nocciolina, la mujer vendedora de nueces y castañas que se pagó el estar ahí. Esa era su ambición. Por supuesto, también el Ángel de Monteverde, (1917) con su figura sensual y las réplicas en Lima y Fránkfurt, y el boschetto
En este viaje fue, según narra la autora “cómo me enamoré de los cementerios”. Por cierto, que la idea de la belleza plasmada en las siguientes líneas: “mi idea de belleza, que  es turbia, pálida y elástica, oscura y azul, un poco moribunda, pero alegre, más atardecer que noche”, evidencia el porqué de su enamoramiento…
Algunos enlaces más:
Bomarzo, el parque de los monstruos.
Bomarzo, la novela de Mújica Laínez.
Sobre Tadzio, el efebo de Muerte en Venecia de Visconti: artículos, vídeos y tráiler de la  película.
Muerte en Venecia, Thomas Mann. Novela corta, texto completo.
Joy Division
Constance Lloyd (tumba en el cementerio, que Mariana Enríquez no logró encontrar).
El Ángel de Monteverde (para verlo desde distintos ángulos).
En Malacara, nos vamos al Cementerio de Trevelin, Chubut, Argentina (2009).  Os enlazo más imágenes en vídeo, por ejemplo, esto: La historia (dramatizada) del caballo Malacara, en un vídeo… Y de los galeses y sus colonias en la Patagonia argentina del siglo XIX. Aunque solo os lo enlazo por las imágenes, porque la autora nos hace una introducción histórica completísima. De primera, el contraste entre el cementerio anterior (recargado, apabullante) con este otro (austero, vacío, reseco, duro) es abrumador. (Aunque nos cuenta Enríquez que Trevelin es un pueblo muy hermoso. Un pueblo galés en plena Patagonia ¡¡!!).
Pero, como nos cuenta Mariana Enríquez, la tumba que ella va a visitar, la del caballo Malacara que salvó al colono John Evans no está en el cementerio municipal de Trevelin, sino en el Museo Cartref Taid, el Hogar del abuelo.
Esta historia me ha parecido de lo más inquietante. ¿Y a vosotros?
En Todas hieren la última mata, damos un inmenso salto al Cementerio de los Ingleses, en Igueldo y en Polloe, San Sebastián, País Vasco (2019). (Uno de mis divertimentos es viajar con Google Earth. Seguro que muchos lo hacéis, o ¿solo yo? ). Os emplazo a que escuchéis la entrevista de El cuarto de atrás que he enlazado al principio, donde la autora narra la sensación de miedo que experimentó en uno de los cementerios (por lo inesperada) y su encuentro/topetazo con la policía por el asunto del permiso para entrar...
Toda la aventura nos resulta muy cercana, no solo por que el tiempo en el que sucede lo es,  sino porque quizás podríamos ser nosotros mismos los que iniciáramos la expedición, de noche y emocionados.
Sin duda, el paisaje de San Sebastián y su entorno se presta a esa sensación del romanticismo que tan bien marida con la soledad, la nostalgia, la desazón, el cementerio, la humedad, lo verde, la lluvia que cae melancólica…
¿Conocéis la ciudad? ¿Y los cementerios a los que nos lleva Mariana Enríquez?
En Un bar en Broome viajamos hasta Australia Occidental, para visitar los cementerios de Rottnest Island, donde Mariana Enríquez estuvo en 2007.
En Australia, desde nuestro club Ítaca, ya hemos estado antes. Viajamos allí de la mano de Bill Bryson y su libro En las antípodas, y pienso que a casi todos los que participamos en esa lectura del año pasado, nos quedó un sabor de extrañeza ante un lugar que, en muchos sentidos, resulta muy, muy salvaje: las distancias, los animales, el peligro de morir en casi cualquier instante, las ciudades que se levantaron de la nada. Todo es grandioso y surrealista, o así nos lo transmitió Bryson. O quizás, así lo percibí yo. ¿Habéis leído esta obra de Bryson? ¿Cuál es vuestra percepción?
En el hotel en que se aloja Mariana Enríquez viven y suceden, también, cosas y personas que rayan el absurdo: la mujer pájaro, el vagabundo que se empeña en explicar su vida, hombres que merodean, un ambiente precario y frágil.  Indolente. Como la indolencia que asalta a Enríquez cuando su novio se va a trabajar y ella se queda sola. Hasta que decide ir a Rottnest Island. Aquí, nos golpea la cuestión de los aborígenes y la reconciliación: “los aborígenes son los más pobres y marginados de este país, uno de los más ricos del mundo”.  Es revelador cómo la guía oficial de la isla oculta en su narración la vergüenza de lo que hicieron con los aborígenes. No visita Enríquez la tumba del músico de AC/DC Bon Scott, cuya muerte aún se tilda de misteriosa en el cementerio de Fremantle, sino que es su familia política la encargada de realizar el ritual que luego, le envía en un vídeo.
¿Alguna vez habéis ido a un lugar para visitar algo en concreto (un monumento, un paisaje…) y os habéis vuelto a vuestra casa sin hacerlo? ¿?  
¿Qué cementerio/historia/lugar os ha impresionado más? ¿Compartís esta fascinación por los cementerios con Mariana Enríquez?
Vuestro turno. ¿Nos leemos?