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Fortunata y Jacinta, primera parte: X y XI

Libro que estamos comentando: 
Fortunata y Jacinta

Hola a todas y todos, una semana más continuamos con la lectura de Fortunata y Jacinta, pero antes quería dar la bienvenida a quienes se han apuntado recientemente y recordarles que pueden leer todas las notas a las lecturas, semana a semana, en este enlace, justo debajo de la introducción.
Esta semana, tras pasear por los capítulos X y XI, terminamos con la primera parte, ¡y no se puede terminar con más curiosidad por saber qué va a pasar! Pero dejémonos de cháchara y metámonos en harina.
 
Capítulo X. Más escenas de la vida íntima
Hay un punto de inverosimilitud en esto que está ocurriendo con el pequeño Pituso, ¿no os parece?, cuesta creer que alguien pueda comprar un niño y llevárselo tranquilamente a su casa. Esto voy pensando a cada página que leo de estos capítulos, justificándome que tal vez en el S. XIX no era algo tan imposible y que, afortunadamente, cuánto hemos cambiado... Pero hoy me desperté con el vívido recuerdo de una conversación que tuve hace quince años en un país en el que estaba contando, no sé cómo ha ocurrido, supongo que el impacto que me está causando este asunto ha removido viejos recuerdos. Lo cierto es que en aquellos años mi pareja y yo estábamos pensando en adoptar a una niña, ya teníamos dos hijos y habíamos estado informándonos sobre los abrumadores trámites de la adopción, debía tener todo eso muy presente en mi cabeza y en mi conversación porque en aquellos días que estaba contando en aquel país lejano salió el tema y entonces mi interlocutor me miró perplejo, qué necesidad de pasar todo eso, me dijo, con mil dólares te llevas a un niño de aquí con papeles y todo. Debí quedarme estupefacto porque en dos frases más la conversación cambió de tercio y no volvió a hablarse del tema. Así que no, tal vez no resulte tan inverosímil esto que cuenta Galdós. Quizás lo fascinante es la naturalidad con la que lo cuenta y cómo se engrana en la trama sin ruido. 
Hay otro tema del que ya hemos hablado aquí (o en algunos de los comentarios) y es ese tono ñoño que en ocasiones se cuela en la rica prosa del novelista. Deslumbran las fascinantes descripciones, la algarabía de palabras y el basto vocabulario, pero a veces tengo la sensación de que no ahonda en el alma de los personajes o en el espesor de la trama, creo que hay un contraste interesante, en este sentido, con La Regenta (¿qué opináis al respecto?), y que ese mantenerse en la superficie de las cosas le lleva en ocasiones a tocar ese tono ñoño que vuelve a los protagonistas algo ridículos. Posiblemente sea algo buscado: mostrar una ciudad y unos habitantes tal cual son y hablan, sin esa pretensión de elevación en todo momento que hay en La Regenta, y dejar que sus actos sean los que nos inviten a pensar y antender cómo son los personajes.
Eso sí, al mismo tiempo la narración está llena de pistas que aportan sentido y significado a lo que ocurre, veamos en este capítulo todo lo que pasa con el chiquillo: en el mismo momento en el que se acuerda el traspaso (permítaseme esta expresión) del niño en la casa de los Santa Cruz toca la lotería, es un paralelismo muy evidente que, creo, trata de reforzar la sensación que tiene Jacinta. Eso sí en esa misma lotería hay trampa: a Estupiñá le ha tocado sin haber jugado, igual que a Jacinta. ¿No os parece?
Igualmente ocurre con el advenimiento del niño: llega justo el 24 de diciembre, el día del nacimiento de Jesús (importante fecha para los cristianos, y en esta novela en su mayoría lo son), pero algo que ha de ser fiesta, regocijo, celebración... acaba casi como una pura broma el mismo día de los Inocentes (el 28 de diciembre, cuatro días después, otra fecha significativa para los cristianos y en la que, como sabéis, la costumbre es gastar bromas), por cierto, con un guiño en el que asoma la cabeza el propio Galdós: "O mucho me engaño, o esto salió de la cabeza de un novelista que se alimenta con judías." (p. 535).
Dicho todo esto, unas brevísimas pinceladas por si queréis comentar: ¿No os parece increíble que Guillermina regatee a José Izquierdo para quedarse ella el resto para su hospicio?, ¡vaya situación con el tal Juanito en casa de Benigna y Ramón Villuendas y sus cinco hijos!; ¿qué hace cambiar de opinión a Barbarita?, o mejor aún: qué papel juegan los hombres y las mujeres en todo este asunto.
 
Capítulo XI. Final, que viene a ser principio
Pues sí, no se podría titular mejor este último y breve capítulo en el que vuelve a aparecer, al menos de oídas, Fortunata (¡y de qué manera nos la pintan!) y volvemos a encontrarnos a Juanito Santa Cruz enfermo (¿de amor?).
No puedo contaros más (que es mucho lo que he dicho ya en esta línea anterior), pero de nuevo Galdós nos entreabre el corazón del marido de Jacinta. Impresiona cómo ha mantenido abierto el foco en otras situaciones y personajes que giraban alrededor de ese corazón candado y de esa historia de amor de la que nada, o apenas nada, sabemos aún. Esperemos que se abra esa puerta y la mirada del novelista se dirija a esa otra historia paralela, secreta, que intuimos, que sabemos que es fundamental para armar el puzzle de la trama, pero de la que, insisto, poco o nada se nos ha contado. Cómo maneja Galdós la tensión narrativa, qué maestro.
 
Os deseo una feliz semana de lectura.
Y mucho ánimo y salud en estos días de confinamiento.
Pep Bruno