2ª parte. Hasta el capitulo 11.
Libro que estamos comentando:
La chica que vive al final del camino
La casa que está al final del camino se convierte en el escenario único de esta parte de la novela. Algunos paseos por los alrededores y por los caminos que salen y llevan a la casa serán puntuales aliviaderos de una acción opresiva que convierte este espacio en algo parecido a un fortín donde Rynn intenta resistir el acoso de la señora Hallet y su hijo Frank.
Cada cual con su particular intención, intentan doblegar el ánimo y la resistencia de la niña, que, recordemos, acaba de cumplir solo trece años. "¿Dónde está su padre?" es la pregunta que ambos utilizan para derribar el muro que Rynn ha construido para salvaguardar su independencia.
Creo que ambos, madre e hijo, tienen la certeza de que Leslie Jacobs, el padre que alquiló la casa, no está en esos momentos en ella. Les desconcierta, igual que a nosotros, pensar que una niña puede vivir sola en una casa alejada del núcleo urbano. Si recordamos lo que describe el autor, la casa se encuentra a unos cuatrocientos metros del edificio más cercano, pero ya sea que se halla alejada de la carretera por un camino rodeado de frondosos árboles o que los senderos cercanos no estén frecuentados por ningún vecino, hasta ahora nadie perturba la intimidad de la niña.
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Bien podría ser este Bentley de 1966 y de color hígado, el coche de la señora Hallet, que tantos quebraderos de cabeza provoca a Rynn Jacobs.
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Por mucho que Rynn intente preservar su independencia, ¿por qué repite la tozuda respuesta de que su padre se encuentra trabajando o descansando en su pequeño estudio de la casa y no pueda ser molestado mientras tanto? Es una postura que defiende inteligentemente con gran soltura dialéctica y parece que la va a mantener hasta que la evidencia le obligue a confesar lo que todos, nosotros y los Hallet, suponemos.
Cora Hallet vuelve de improviso y con más brío que en su visita anterior, dispuesta a hacer valer su autoridad y doblegar la resistencia de Rynn con métodos espurios. ¿No eran los tarros de mermelada una mera escusa para plantarse frente a la niña y decirle que piensa anular el contrato que firmó hace unos meses con su padre? Todo porque no soporta que una menor cuestione su autoridad y reclame sus derechos como inquilina.
La niña no se deja intimidar y contraataca donde más daño pude hacer a la señora Hallet, amenazando con contar a su padre el acoso que sufrió de su hijo Frank la pasada noche.
La situación se hace insostenible hasta que Cora Hallet decide bajar al sótano a recuperar las arandelas de sus botes de conserva. En la película podéis ver como Rynn golpea con la trampilla la cabeza de la señora, que, en una secuencia algo confusa, tropieza en las escaleras y cae muerta por un golpe en la cabeza. En cambio, en la novela se nos ofrece la muerte de la señora Hallet de una forma más rocambolesca y retorcida: Rynn cierra la trampilla y asfixia a la mujer introduciendo el gas de la cocina en la habitación del sótano. La niña actúa con decisión y frialdad, aunque, sinceramente, me quedo con la versión de la película. Me parece menos rebuscada y más efectiva.
Más complicado parece deshacerse del Bentley de color hígado en el que la señora Hallet llegó a la casa. Ella no puede conducirlo, así que llama a un taller de reparaciones de automóviles para que, con escusas que se le ocurren sobre la marcha, retiren el coche y lo trasladen al pueblo. Esta es la ocasión para que se introduzca otro protagonista principal en la novela. Se trata de Mario Podesta, que será el encargado de alejar el automóvil de la casa. Mario es un joven de dieciséis años, aprendiz de mago y con una visible cojera, que establece enseguida una relación cercana con Rynn. Esta le pide que retire el coche, pero no le da ninguna explicación sobre el paradero de la señora Hallet.
Mientras Mario lleva el Bentley a la oficina de Cora Hallet, Rynn prepara una cena con todos los detalles: velas, vestido nuevo, cubertería, música, luz de las velas y vino, pero sigue desconfiando de todo el mundo y no le da ninguna explicación de su comportamiento. Se juntan dos personajes con una personalidad muy especial, a los que el autor nombre repetidamente como "niño" y "niña", a pesar de que se muestren mucho más maduros de lo que ese nombre puede suponer. Durante toda la novela, Rynn y Mario juegan a ser adultos, aunque son conscientes de que la sociedad en la que viven les considera todavía unos "niños", sin capacidad para elegir su destino.
Esa misma noche, cuando la cena está a punto de acabar, llaman a la puerta. Quien se presenta es uno de los protagonistas secundarios de la novela, el agente Ron Miglioriti.
Como curiosidad, quisiera resaltar dos objetos de la señora Hallet que delatan su presencia en la casa y que desafían la versión de Rynn, que se empeña en declarar que nunca pasó a recoger los botes de la mermelada. Son el paraguas de rayas rojas y blancas, que aparece y desaparece en el armario de la leña, y el coche, el Bentley del 66, en el que la mujer llegó a la casa y que Rynn se ve en la necesidad de hacer desaparecer del camino para no verse comprometida en la desaparición de su casera. La marca Bentley fabricó siempre automóviles de lujo para clases adineradas, de ahí que todos en el pueblo sabían que la señora Hallet lo tenía en gran consideración y nunca lo prestaba a nadie.
Por último, tengo que reconocer mi total ignorancia sobre la figura del músico Julian Bream, según la Wikipedia: "un guitarrista y laudista inglés, considerado el más grande de la segunda mitad del siglo XX". Rynn pone un disco suyo para ambientar la cena tan detallista que ofrece a Mario, después de que este llevase el coche al pueblo.