La marcha Radetzky VIII-XII
Hola a todas y todos. Continuamos con la lectura de este libro apabullante en el que los personajes parecen vivir atravesados por las circunstancias, asfixiados por el devenir de los días. Para esta semana os propongo otras cien páginas, los capítulos VIII al XII, ambos incluidos, de la página 157 a la 261 en mi edición.
ESTA SEMANA: VIII-XII
Termina la primera parte con el primer capítulo de esta semana, y lo hace con una situación que nos resulta, de alguna manera, conocida: Carl Joseph dando las condolencias a un viudo o, como en este caso, a una viuda, de alguien muy querido por él. Ya pasó con la señora Slama y ocurre ahora con el doctor. Pero estas situaciones, tanto la primera como esta segunda, resultan asfixiantes, especialmente por lo que no se dice. En el caso de la visita al teniente Slama fue por lo que el lector sabía de la relación entre el protagonista y la difunta, eso hacía del momento, de la conversación, algo fascinante (para nosotros) y tremendo (para sus protagonistas). En esta ocasión en todo momento pareciera que Eva Demant quisiera algo de Carl. Es impresionante. No se dice nada. No se deja de entender algo.
Por otro lado en estas páginas viajamos al lejano este. Nos vamos con Carl Joseph y eso nos permitirá regalar el ojo con lugares y personajes inolvidables. Por poner algunos ejemplos: las habilidades de los cosacos y sus caballos son, sencillamente, increíbles; el personaje de Chojnicki y su casa llena de "familiares" y su propio lugar de residencia; el salón de juego; etc.
Mientras tanto vamos viendo cómo todo se desmorona. El alcohol (los noventa grados, ojo), el juego (bueno, esto ocupa un capítulo casi completo y descorazonador), la indisciplina, la astenia... sólo son algunos de los rasgos que van royendo los cimientos del andamiaje militar. Y ese decaimiento sólo es uno más entre los muchos elementos (pulsiones y fuerzas) que están entrando en el juego (como es el ejemplo de los nacionalismos) que parece estar iniciándose en esos momentos.
Hay una pérdida más, el viejo Jacques (o como se llame). Esas páginas son magníficas, a mí me han resultado fascinantes las imágenes, las situaciones, las conversaciones y el desenlace. Y las consecuencias, claro.
El viaje del barón, totalmente inesperado, lo vivimos como un escape de la rutina, de sus rutinas, pero también como una manera de sumar una mirada externa al desmoronamiento. De este viaje resulta inolvidable la cena en casa de Chojnicki y la conversación (que, de alguna manera, parece resumir el espíritu del libro). Y también es muy significativa la precipitada vuelta, ¿no os parece?
Por último, uff, el tema del juego y de Wagner, el nuevo mejor amigo de Trotta. Joer, no se libra ni uno, eh. El capítulo es brutal. Asistimos sin poder hacer nada a la destrucción del amigo y vemos también cómo arrastra en su caída a Carl Joseph.
Son magníficos los capítulos de esta semana, seguro que vais a gozar la lectura. No sé si también os pasa a vosotros, a vosotras, yo ando ya tan enredado con esta prosa desapasionada, con esta historia poderosísima, que no puedo dejar el libro, incluso cuando lo cierro sigo con él.
Pasad una buena semana,
saludos cordiales,
Pep Bruno