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2 A CADA CUAL SU CIELO

Libro que estamos comentando: 
A cada cual su cielo

2 A CADA CUAL SU CIELO
 
Buen lunes, ATRAPAVERSOS del cielo de Fabio Morábito:
Hoy 10 de julio comenzamos el segundo tramo de lectura de A cada cual su cielo en el que leeremos desde el poema “Sobre una piedra, para romperla” hasta “Toda la noche en vela” de la página 54.
 
Espero que a estas alturas ya hayáis entrado en el lenguaje y la forma peculiar de hacer poesía de nuestro autor quien, como comentaba la semana pasada, dice más con menos y lo que cuenta, por muy irrelevante que parezca, siempre nos conduce a conclusiones de un interesante calado.
Además, y esto me parece muy estimulante, su poesía no cae en el desaliento, sino que por el contrario muchos de sus poemas rezuman ligereza que viene de la mano de un fino humor en el enfoque de los asuntos que trata.
 
Como ejemplo, destaco el poema “Lo que pasa en Las Vegas” de la página 53, un tema con reminiscencias míticas —creo que es el único en todo el libro— en el que de forma más o menos explícita habla del dios Pan, un ser imaginario anterior a los dioses griegos de la época clásica. Un dios con pezuñas de cabra —que más tarde pasó a ser Fauno en la mitología romana y que después, en muchas iconografías, cedió su aspecto y atribuciones al diablo cristiano— que vagaba entre los rebaños por los montes de Arcadia con apariencia de macho cabrío y que mostraba (simbolizaba) la cara más primaria e instintiva de lo humano. De él nos ha llegado la palabra “pánico”, porque entre otras emociones encontradas, despertaba un terror ancestral a avivar las pulsiones enterradas por la civilización. Solía perseguir a las ninfas, tal como nos cuenta el poema, y alcanzarlas para… bueno, lo que pasa en Arcadia… se queda en Arcadia (llámese en este caso Las Vegas).
Trascribo lo que dice el autor en su libro de ensayos El idioma materno (p. 126) a propósito de este primitivo dios rompedor: Pan, con sus cuernos y sus pezuñas de cabra, es el retrato vivo de la vergüenza y los prodigios que la vergüenza, que es madre de la introspección, es capaz de generar: la exhalación melancólica, la maravillosa flauta de Pan.
 
Y a propósito de esa exhalación melancólica, me remito a otros dos poemas que me han gustado mucho: “Me gustaría para esperarte” (p. 49) y “¿Qué ha sido de las guitarras…?” (p. 50) en las que se encuentran dos añoranzas manifiestas que comparto: la silla de la calle (mi abuela tenía una con la que salía a hacer labores, pequeñas tareas domésticas como limpiar legumbres de piedrecillas o bien a charlar con las vecinas sin más); y, por otro lado, la música espontánea por las calles, que el poeta escenifica en las guitarras. El poema es tan vívido que resulta fácil imaginar ese trasiego de guitarras y de anhelos que corrían parejos por las calles de su recuerdo.
 
Por último, destaco otro par de poemas: “¡Tantos años sin saber ir a Puebla…!” (p. 43) en el que se menciona la incapacidad del poeta para saber la salida para ir a una ciudad, cuál es su  “arteria” nos dice, una palabra que lleva directamente al concepto del corazón, y en el que se hace la comparación con su descreimiento de Dios, del que, al igual que con Puebla, no sabe a qué altura de qué arteria hay que salir. Y, para acabar, a propósito de la creación poética, el tema que inicia la lectura de esta semana “Sobre una piedra, para romperla” (p. 34) y su continuación “Cinco libros de poesía” (p. 35) en los que pone de manifiesto la imposibilidad de romper un piedra haciendo un paralelo con la dificultad del autor para abrirse,  y con ello conseguir ser absolutamente sincero o transparente en su comunicación, a pesar de haber escrito ya cinco libros de poemas los cuales se deshojan pero no se abren.
 
Hasta aquí llegan mis notas por hoy, y el resto lo dejo para vuestra lectura.
Con el deseo, como cada semana, de que os sea grata la inmersión en el lenguaje de nuestro particular poeta.
 
Felices días veraniegos, con mi agradecimiento por seguir aquí, al pie de la Poesía,
 
Estrella Ortiz