2ª parte. Hasta el capítulo VIII
La pareja Fernand Ravinel y Lucienne ejecutan el plan que habían preparado en la casa que el representante tenía alquilada en los muelles de Nantes y que utilizaba para gestionar la zona en la que ejercía de representante de artículos de caza y pesca.
Sencillo, pero efectivo: atraen a la mujer de Ravinel con la confidencia de que allí se reúne con una amante secreta, sedan a Mireille y la ahogan en la bañera. Ahora toca lo más difícil, convencer a la policía y al seguro de que la muerte ha sido casual o a consecuencia de un suicidio. Para ello tienen que trasportar el cadáver de Mireille hasta su casa en Enghien, a las afueras de París, y proporcionar una buena coartada a Ravinel, que tiene que simular su actividad habitual en sus jornadas laborales en su apartamento del muelle de la Fosse, en Nantes.
Lucienne vuelve a su trabajo en el hospital y Ravinel se busca una coartada frecuentando brasseries y cafés, donde saluda a amigos y conocidos con los que habitualmente coincide, va al cine y alquila una habitación de hotel para no coincidir en la misma casa con el cadáver de su mujer. Ravinel parece un buen representante, al que le gusta su trabajo. Sin embargo, no le gusta la vida solitaria de los viajantes de comercio, pasando largas temporadas fuera de su casa. Pone distancia con el gremio despreciando su vicios y su defectos.
Dos días después, recoge a Lucienne y juntos vuelven al apartamento del muelle de la Fosse para trasladar el cuerpo de Mireille en la furgoneta y llevarlo hasta su casa en París sin que nadie lo sepa. Envuelven el cuerpo, recién sacado de la bañera en una lona y le cargan en la parte trasera de la furgoneta.
Ravinel suele conducir de noche y disfruta con ello, pero ese viaje está lleno de sobresaltos. Ravinel da vueltas a su cabeza y de ella sale toda clase de pensamientos destructivos y deprimentes. No parece que haya asesinado a su mujer por odio hacia ella o por estar a disgusto con su vida familiar. Lo hace para cobrar el seguro e iniciar una nueva vida con su amante. Parece muy influido por ella, aunque siente que todavía quiere a su mujer. Es abominable, pero es así.
Ravinel se descompone ante el cuerpo de su mujer. Boileau-Narcejac describen el momento con términos muy rotundos: vértigo, frío, cabello ennegrecido por el agua, boca paralizada ….
Tiene que estar muy cuidadoso y atento en el trayecto y vigilar el buen funcionamiento del motor del coche para que no se produzcan averían que les podrían complicar los planes. Mientras, Lucienne dormita.
Ravinel analiza su relación con ella. ¿Cómo han podido llegar a ser amantes? Al principio, ella mostró más amistad con su mujer, pero no dudó, hace ya más de dos años, en comenzar una relación amorosa con su marido e instigar la muerte de Mireille.
Ravinel siente que Lucienne está a un nivel superior al suyo. Él se reconoce poco agraciado, mayor y pusilánime y con poca iniciativa. “Durante unas semanas, Ravinel creyó que se trataba de un capricho femenino.” De los pensamientos que va rumiando en el viaje nocturno se deduce cierta desconfianza ante la personalidad de Lucienne. Son cómplices, pero … Muestra ciertas actitudes de servidumbre. “Lo que les une no es una elección, es algo más profundo que atañe a un ámbito tenebroso de la mente. ¿Es el dinero lo único que atrae a Lucienne?” Algo oscuro e inquietante acrecienta las sospechas de Ravinel.
Ambos tienen manías de solteros a los que no están dispuestos a renunciar y que muchas veces molesta al otro.
Las relaciones amorosas no eran perfectas con Mireille, ni tampoco con Lucienne. ¿Es por su culpa? “O le falta experiencia, o bien solo conoce a mujeres frígidas” Piensa en Mireille con cierta ternura, a pesar de haber participado en su muerte.
Dos obstáculos se producen en el viaje que pone en peligro el buen resultado del viaje. Los problemas con el carburador del coche y un control policial.
Llegan a la casa familiar de Enghien. Dejan el cadáver envuelto en la lona en la parte trasera de la casa, en el edificio del lavadero. Ravinel lleva a Lucienne e la estación y él vuelve a la casa sin que nadie del vecindario descubra su presencia. Simula que vuelve, como lo hace habitualmente, de sus jornadas laborales en la región de la Alta Bretaña, saludando a vecinos y conocidos del pueblo. Aprovecha el saludo con el albañil, señor Goutre, para pedirle que revise las instalaciones del lavadero y, así, descubra el cadáver allí depositado la noche anterior.
Los autores preparan una escena perfecta, con diferentes niveles de lectura y mostrado las diferentes interpretaciones del albañil y de Ravinel mientras este descubre que el cadáver que depositaron hace unas horas, ha desaparecido.
Ravinel, con los sentidos obstruidos y la mente sin capacidad de reacción, se muestra convaleciente y en estado de shock. No comprende nada y no sabe cómo procesar esa nueva situación. Acaba obteniendo una única certeza: el cadáver de Mireille ha sido robado.
Si la situación ya parece bastante inexplicable, una carta recibida en el domicilio añade un punto más de misterio que descoloca más a Ravinel. Con fecha de ese mismo día, presenta la letra inconfundible de Mireille y en ella su mujer le comunica que ha salido de viaje durante un par de días a París, y que ya le tendrá informado en siguientes cartas.
Es difícil imaginar un sobresalto mayor sobre Ravinel. ¿No había visto con sus propios ojos cómo su mujer era introducida en la bañera de la casa de Nantes y su cadáver depositado en el lavadero de su casa cerca de París?