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4ª parte. El final de SINSONTE.

Libro que estamos comentando: 
Sinsonte
Bentley utiliza las últimas palabras que le permiten sus captores para pronunciar una de los versículos más famosos del Evangelio de San Juan: "Yo soy la resurrección y la vida. Quien crea en mí, aunque muera, vivirá".
 
Como si hubiera pronunciado un conjuro, los dos habitantes del centro comercial cambian de opinión y, en vez de lanzarlo al fuego atómico, lo aceptan como un oráculo y poseedor de habilidades ya perdidas. No entiendo si las palabras de San Juan tiene algún sentido más allá de demostrar que Bentley conoce la Biblia. Lo que emociona a sus captores es que él recupera una vieja cualidad perdida, como es la de leer.
 
Bentley participa, a partir de entonces, de la vida del grupo que vive en Maugre. No participa del trabajo comunitario, sino que decide semanalmente dedicar unas horas a leer la Biblia a una audiencia que escuchaba embelesada sus palabras. La comunidad de Maugre se configura como un pequeño grupo de personas que viven de forma autosuficiente y autónoma alrededor de un establecimiento, los antiguos almacenes Sears, que les provee de multitud de bienes que ya en ese momento nadie fabrica. El centro comercial, con sus tiendas cerradas, los pasillos solitarios e iluminados, las fuentes decorativas y la música ambiente se han convertido en santuarios limpios y desolados que merecen veneración y donde los habitantes de la comunidad celebran su ritos sagrados. 
 
Al parecer, hay otras comunidades en ciudades cercanas donde viven grupos similares y relacionados entre sí. 
 
¿En qué se diferencian estas comunidades de la vida que ha conocido Bentley en Nueva York? Lo primero es la ausencia de robots y de su dependencia, además se oponen a las leyes de la Intimidad y se relacionan estrechamente entre ellos. Ni fuman porros ni toman tranquilizantes. Realizan trabajos en el campo, que les sirven de sustento. Practican, también, una versión estricta y puritana de la religión que rige con mano de hierro su vida privada. Esta forma de vida, totalmente opuesta a la de las grandes ciudades que conocemos, no oculta situaciones injustas, muy lejos de una idílica utopía. La principal era la estratificación social y el machismo que obligaba a las mujeres y a los hombres a realizar trabajos únicamente asignados a su género.
 
La personalidad de Annabel impresiona fuertemente a Bentley. Ella limpia y cocina para toda la comunidad. Agobiada por su trabajo, Bentley descubre a una mujer frustrada, entristecida e imposibilitada para poder decidir sobre su destino. En Bentley se desarrolla un afecto y una admiración que confunde con amor, al fin y al cabo a Bentley le conocemos como un personaje altamente enamoradizo.
 
"Yo nunca podría vivir en pecado con un hombre. Eso sería... inmoral", le responde Annabel a sus pretensiones. O, "No me gusta el sexo, Paul. Lo odio", le dice poco después, lo que muestra a una mujer atormentada. Su final, y el de Bentley en la comunidad, concluye con su inmolación, incapaz de soportar tanto sufrimiento.
 
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Actualmente, el Zoo de Brooklyn es el Prospect Park Zoo.
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Bentley había tenido un sentimiento agradable de pertenecer a una comunidad que lo acogía con generosidad, sin embargo, las relaciones personales entre sí eran frías y distantes, los momentos en común los dedicaban a ver la tele aisladamente, si hablar de sus problemas o confidencias. Después de unos meses, toma la decisión de volver a su ruta hacia el norte y llegar a Nueva York. Lo hace manipulando uno de los autobuses mentales y lo programa para que lo lleve a Nueva York.
 
Todo esto lo sabemos porque Bentley lo ha ido escribiendo en un diario. Por él sabemos que anhela la compañía de Mary Lou, sobre todo después de haber conocido sus sentimientos hacia Annabel. Aunque ha pasado mucho tiempo, todavía recuerda su inteligencia y sus cualidades excepcionales. ¿Habla alguna vez de la belleza de Mary Lou? No lo recuerdo. De Annabel, sí. De Mary Lou le atrapó su personalidad, sus ansias de libertad, cultura y de rechazo a las normas establecidas.
En Nueva York, Mary Lou sigue adelante con su embarazo y con su convivencia con Spofforth. Los problemas con el embarazo los soluciona como puede (recordemos que ya no nacían niños y se había perdido la cultura para criarlos), leyendo libros que Spofforth le proporcionaba. Pero Spofforth le confiesa inesperadamente que no quiere que ella tenga el bebé.
 
Esa confesión desvela la más íntima "personalidad" de un robot Máquina Nueve, los objetivos para los que fue creado y sus esfuerzos para llevar a cabo el deseo principal de su existencia: dejar de vivir cuando el último humano haya desaparecido de la Tierra.
 
Quiso compartir su vida con Mary Lou para recuperar el pasado, más allá de los límites de configuración de máquina, y así encontrar la paz. Pero eso no ha sido posible, así que por eso le pide a Mary Lou que no le condene a vivir hasta que su hijo que va a nacer muera.
 
Spofforth, en sus confesiones a Mary Lou, da sentido a las partes más inconsistentes de la novela. Él había sido el responsable de que no naciesen más niños desde su cargo en Control de Natalidad, a través de la administración de anticonceptivos en la droga que se administraba en abundancia a las personas. Aunque él había sido únicamente una herramienta que sus creadores fabricaron para controlar la natalidad en la Tierra. Un error en los controles provocó la administración continuada y masiva de anticonceptivos a toda la población.
 
Cuando Bentley llega a la Casa de los Reptiles del Zoo de Brooklyn se encuentra a Mary Lou con su bebé viviendo en las jaulas de las serpientes, donde se conocieron. Supongo que, después de la confesión de Spofforth, ya no podían vivir juntos en su apartamento. Por la seguridad de su hija tenían que marcharse, y el Zoo era el lugar que mejor conocía.
 
El final de la historia es un soplo de esperanza que permite imaginar un futuro alejado de la dictadura de la tecnología. Spofforth ya puede morir en paz.