El príncipe de la niebla: hasta epílogo
Finalizamos esta lectura compartida con los últimos capítulos. El príncipe de la niebla es un texto fresco, dotado de gran potencia narrativa y de mucha garra verbal. La sucesión de imágenes muy expresivas jalona un relato original e incitador a una reflexión seria sobre nuestro modo de actuar.
Esta novela posee una fuerte carga de intriga narrativa. La dosificación del misterio y la suspensión está muy lograda y aviva el deseo lector. Por otro lado, el tema de fondo que se plantea, la presencia del diablo (o el mal, Mefistófeles, el Príncipe de la Niebla, Luzbel, Belcebú, el demonio, etc.) en nuestra vida diaria es un tanto inquietante y poco tranquilizador.
En el fondo, se plantea la cuestión de la responsabilidad de nuestros actos, pues toda acción tiene una consecuencia; buena o mala, ya es otra cuestión. A veces, el azar nos conduce, con buenas intenciones, a nefastos resultados. Todo cuidado es poco, nos viene a decir el autor. Y, en efecto, tiene razón.
Ruiz Zafón crea personajes singulares, muy bien caracterizados, a veces por un rasgo físico, a veces por una característica psicológica. Un padre meticuloso, manitas y optimista; una hermana disconforme y distante, un protagonista curioso y atrevido, etc. son ejemplos de esta técnica. Incluso los antagonistas (el Príncipe de la Niebla) se prefiguran en nuestra mente lectora con precisión. El narrador no carga las tintas contra este, sino que lo presenta con sus razones y su lógica para actuar de un determinado modo.
Catorce: Víctor Kray visita el jardín de las estatuas, con un revolver y una linterna. Cae la tarde; entra y las estatuas han desaparecido. No da crédito. Mientras, Max despierta en la cabaña donde su hermana y Roland duermen cerca. Sale sin hacer ruido, coge la bici y vuelve a casa. Pone una película. Ve la proyección de su propia casa, donde él está en ese momento. Sube al piso de arriba y, dentro del armario de la habitación de Irina, sale una luz y luego la figura de Caín, con su reloj en la mano; va al revés y al final arde. Quien filma se proyecta en un espejo es Roland. Max comprende que Roland y Jacob Fleischmann son el mismo. Kray llama a la ventana y entra en la casa. Una gran tormenta surge en el mar y se acerca a la costa.
Quince: Kray le cuenta toda la verdad, ahora sí, a Max. Jacob es el niño. Se ahoga en la playa en una gran tormenta. Pero vuelve a la vida después de que Richard Fleischmann ofrezca su vida por la de su hijo. El mausoleo aparece en el cementerio sin explicación plausible. No hay nadie enterrado; espera a Jacob, que es Roland. A este o cría Kray contando la mentira del accidente de los padres, pero ni el niño sabe la verdad. En la tormenta surge una silueta fantasmal y se lleva a Alicia. Roland trata de rescatarla, pero el oleaje se lo impide. El “Orpheus” emerge; en el centro, Caín, como una sombra fantasmal. Le dice al chico que, si quiere salvar a Alicia, él debe ir al barco, pues Caín lo busca a él. Kray y Max comprenden lo que pasa y salen corriendo a buscarlos. Es un 23 de junio, como el día que “muere” Jacob, y se hunde el “Orpheus”.
Dieciséis: La sombra, Caín, se lleva a Alicia al barco. Llega Max y ve a Roland, le dice que no vaya a buscarla, pero se echa al agua y entra al barco por el orificio que lo hunde muchos años antes. Max se echa tras él. Una gran ola estrella el barco contra las rocas; se rompe el mástil; Max lo utiliza de camino y llega al barco. Caín lo espera, lo agarra y casi lo asfixia. Caín estruja el reloj de Max, regalo de su padre. Al fin, lo arroja con furia al mar; el chico nada hasta las rocas y salva su vida. Caín busca a Roland, porque es su deuda que debe ser pagada. Este busca a Alicia, que grita desde el camarote donde Caín la encierra. Kray llega a la cabaña, pero una estatua le da un golpe y cae inconsciente.
Diecisiete: Caín hace un trato con Roland: su vida por la de Alicia. Logra liberarla, pero el barco se hunde. Roland queda aprisionado por una barra de hierro muy grande. Le pasa el oxígeno que le queda en un beso. Alicia sale a flote; su hermano la saca a la orilla. El viejo Kray pregunta por su nieto, pero Max le dice que no volverá. La tormenta amaina.
Dieciocho: La tormenta deja graves destrozos en el pueblo. Víctor Kray abandona el pueblo del faro para siempre. Se despide de Max en la estación del tren. El viejo le da un regalo: las llaves del faro.
Epílogo: Irina cura. El padre sabe que no puede preguntar. Abre la relojería en el pueblo, con cierto éxito. Max sube cada tarde al faro a encender la luz. Alicia pasea por la playa, pero los hermanos no hablan de lo sucedido.
Y hasta qui hemos llegado, espero que la novela os haya “enganchado” y sobre todo que la lectura os sirva de enlace al resto de obras de Ruiz Zafón.
Nos vemos el mes próximo con una novela totalmente distinta, Lo que pensamos, lo que hicimos de Lea-Lina Oppermann.
Felices lecturas
Saludos
Alejandro