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CÓMO GUARDAR CENIZA EN EL PECHO, 3

Libro que estamos comentando: 
Cómo guardar ceniza en el pecho

 
 
CÓMO GUARDAR CENIZA EN EL PECHO, 3
 
Buen día, amigos y amigas Atrapaversos, iniciamos esta semana el tercer tramo de lectura con el apartado Viaje de invierno, que llega hasta la página 126.
 
Este apartado se inicia con el poema Instrucciones para andar por la ciudad (p. 101), que nos va a servir para analizar lo que entendemos por verso libre. En primer lugar, revisamos la palabra “versículo”, un término, que según el Diccionario de la Real Academia es “cada uno de los versos de un poema escrito sin rima ni metro fijo determinado, en especial cuando el verso constituye unidad de sentido”. De modo que lo vamos a incorporar en nuestros comentarios, ya que la autora lo utiliza como medio expresivo muy a menudo. Un término que posiblemente lo tengamos más en nuestra mente en esta segunda acepción, también del diccionario: “cada una de las breves divisiones de ciertos libros, y singularmente de las Sagradas Escrituras”.
 
Este verso libre no se somete a las reglas de la métrica tradicional, ya que tiene una mayor libertad creadora y, entre otras cosas, en él no se toma en cuenta el cómputo de sílabas, la distribución regular de los acentos ni las exigencias de la rima, con lo que se centra todo el cuidado en el contenido del texto poético y no tanto en su forma.
 
En estos versos, el efecto rítmico se basa entre otros recursos en la reiteración, la contraposición de ideas, el uso de palabras clave y en el paralelismo de estructuras sintácticas. En España comenzó a utilizarlo Juan Ramón Jiménez y se afianzó su uso en la generación del 27, hasta la fecha.
 
Volvemos, pues, a este primer poema y observamos su estructura: una enumeración de verbos en infinitivo (palpar, notar, pensar, escuchar…), que se desarrolla en el verso siguiente (versículo) con la repetición del verso anterior más una ampliación de contenido. Fijaos el componente rítmico (sin rima) que este recurso imprime al poema. También os hago notar que el final del poema “Y palpar la cuerda, palpar la cuerda, palpar la cuerda” se cierra utilizando el concepto y las palabras del inicio “Palpar la cuerda para no perderse en las encrucijadas”. De nuevo comprobamos que se produce la reiteración, lo cual imprime y cierra este ritmo versal del que estamos hablando. Me parece que el ejemplo no puede ser más claro en este poema, por demás interesante.
 
Esta misma estructura —con unos versículos clarísimos que nos llevan directamente a esas formaciones de las Sagradas Escrituras de las que nos habla el diccionario— la vamos a encontrar en el poema El manantial de la página 113, en el que cada versículo comienza con la palabra “Malaventurado” al más puro estilo bíblico. Fijaos cómo se cierra el poema recogiendo todos los conceptos que ha ido enumerando a lo largo de la pieza. En fin, una construcción muy bella para mi gusto.
 
Espero que tras estas pequeñas notas podáis acercaros a los poemas del libro con una mirada formal nueva, y que esto os ayude a ampliar la percepción y a disfrutar en profundidad de la lectura.
 
Ahora, para afrontar este apartado a nivel temático, de nuevo os invito a que leáis el primer poema del libro, El método de la página 11, en su tercera estrofa en la que vamos a encontrar las claves para la lectura de esta semana. En todo caso, el título ya nos dice bastante: viaje de invierno. Fijaos hasta qué punto hay maravillosos “lugares comunes poéticos” que nos sugieren el contenido, pues cuando decimos invierno el pensamiento se nos va a la edad de la vida latente, fría, difícil de algún modo. Así, en el poema La draga de la página 103 el yo poético calibra hasta dónde meter la pala para profundizar  “sin perderse dentro”.  Otra ampliación de este estado vital lo encontramos en La distancia (p. 105) donde el yo poético celebra “congresos conmigo misma en habitaciones vacías”.
Y sin embargo, la autora no se queda en el lamento, sino que más bien todo el apartado es la descripción de una rica vida latente, también de un renacimiento. La clave la encontramos a mi juicio en el poema Prefijación (p. 108). Interesante lo que nos dice la poeta en el verso final: “La metamorfosis llena su cántaro en la lengua”. ¿Qué os parece?
 
Por último, destaco en este apartado tres títulos —Cinco cartas sobre dolores de parto (p. 109), Canción de cuna para un ojo incandescente en veintisiete haikus (p. 115) y Orografía de la soledad (p. 122)— en los que cada uno de ellos está formado por una agrupación de poemas breves.
 
 
Y para acabar, os cuento que he conseguido el libro del que os hablé la semana pasada: “Eterno Anochecer. Poesía completa” de la poeta iraní Forugh Farrojzad. Os recuerdo que Miren Agur la tradujo al euskera y que tiene un poema dedicado a ella en la página de nuestro libro: El patio de Forugh de la página 68.
Pues bien, en la página 22 Miren Agur hace la siguiente referencia: Olvidamos la costumbre de decorarnos las uñas pegándonos pétalos con saliva. Ay, tengo que deciros que yo lo hacía de niña y para mí fue muy impactante leerlo, porque me encantaba hacerlo. Y en el poema que dedica a la poeta iraní (p. 69) vuelve a retomarse este episodio infantil: Forugh, soy de las tuyas, de las que se pegaban en las uñas pétalos de dalia y mascaban anís en las afueras.
 
Mi emoción vino con la lectura de la propia poeta iraní, al certificar que allí, en el Irán de los años cincuenta, ¡también lo hacían las niñas! El poema se titula Otro nacimiento y me da mucha pena no ponerlo completo, es bastante extenso, porque tiene mucho interés todo él y se ve el influjo que ha ejercido sobre nuestra autora. Aquí tenéis solo la bellísima estrofa en la que se hace referencia a los pétalos en las uñas infantiles:
 
Plantaré mis manos en el jardín.
Brotaré. Lo sé. Lo sé. Lo sé.
Y las golondrinas pondrán huevos
en el hueco de mis manos manchadas de tinta.
Voy a usar, a modo de pendientes,
dos cerezas rojas y gemelas,
y en mis uñas pondré pétalos de dalia.
 
 
Qué emoción, qué poder de evocación: ¡Viva la poesía!
 
Os dejo en buenas manos, con los versos; y con el deseo de que disfrutéis de la lectura.
Un abrazo,
 
Estrella Ortiz