Matar a un ruiseñor, 5-11
Hola a todas y todos, seguimos estos días con la apasionante lectura de Matar a un ruiseñor. En estos días vamos a leer desde la página 71 a la 162 (es decir, 90 páginas en mi edición). Para los que estéis con otras ediciones son los capítulos 5 a 11 incluidos, terminamos, por lo tanto, a las puertas de la "Segunda parte".
ESTA SEMANA
Según avanzamos la lectura creo que es muy interesante atender a cómo se va desarrollando la acción en apenas una calle: apenas nos movemos de esa calle y de la escuela. De alguna manera la trama además de avanzar en la línea temporal (con los hechos que van ocurriendo) va ahondando en el alma de algunos personajes. Es decir, la historia avanza y, al mismo tiempo, es como si fuera ganando en espesor, en densidad. Hay de hecho
El primero de los capítulos de esta semana (el cinco) parece una continuación de los anteriores, pero, si os fijáis, se ahonda en esa misma situación y gana, como os decía, en nuevos planos de significación. Vamos picando para ir viendo/entendiendo, igual que van viendo y entendiendo los niños que, en el fondo, sólo quieren jugar (y qué mayor juego en esa edad que abrazar el misterio). Aunque que la casa de Boo Radley se haya convertido en el foco, en la obsesión de estos niños en sus días de verano también puede tener sus peligros, y si no ya veréis (no puedo contar nada) lo que ocurre en el capítulo seis. Eso sí, es de leer tragando saliva y el final, una maravilla.
Y si el misterio tiene su peligro, ¿os imagináis las posibilidades que presenta una puerta para comunicarse con él? Pues eso es lo que ocurre en el séptimo capítulo del libro, el tercero de esta semana, en el que se abre un resquicio que nos permite vislumbrar al otro lado, al menos temporalmente. Me ha encantado este capítulo y estoy deseando articular una puerta semejante en mi calle ;-)
Nieva en Maycomb. La imagen del muñeco de nieve (o barro) y todo lo que da de sí, es magnífica. Pero no es el momento álgido del capítulo, ni mucho menos. La nieve y el fuego, el frío y el calor, se entrelazan en estas páginas acaso como un anticipo de lo que es esta novela: calma y paciencia de la nieve filtrando poco a poco el agua en la tierra, frente a fuego descontrolado prendiendo y saltando de tea en tea. Tal vez esté un poco cogido por los pelos, pero vamos viendo ya en estas páginas la trama que toca el núcleo del libro (ese juicio que afecta a todos en la casa Finch) y vemos a sus protagonistas: Atticus (paciente, calando tenaz) y al resto de personas de Maycomb y comarca (ardiendo y con la boca y el gesto en llamas).
También vamos a conocer un poco más a la señorita Maudie, en cuya compañía comenzábamos las páginas de esta semana, pero ahora la vemos con otros ojos y a la luz danzante del fuego. Me ha sorprendido bastante su reacción ante los hechos (que no cuento, pero que reconoceréis en seguida).
Más adelante, con motivo de la celebración de las navidades conoceremos a la familia Finch, y entre ellos brilla el tío Jack (¿os pasa también a vosotros?). Hay varios momentos magníficos en este capítulo y todos alrededor del choque entre Henry y Scout y cómo se resuelve. Me encanta ese momento en el que dice Atticus a su hermano: "Cuando un niño te pregunte algo, responde, por amor de Dios. Pero no te inventes las cosas." (p. 130), de nuevo una oportunidad para hablar de la educación de la infancia, un tema recurrente en lo que va de libro, ¿verdad?
Los dos últimos capítulos de esta semana, el 10 y el 11, son impresionantes. Impresionantes. El del perro (el viejo Tim Johnson) es fascinante, lo que ocurre, cómo se cuenta, cómo se resuelve. En verdad lo es. Y una vez más no quiero contar nada para no destriparos la historia (que, me suena, no aparece en la película, pero no me hagáis caso, que la vi hace muchos años). ¿Os parece maravilloso también a vosotros?
El capítulo 11 está dedicado por completo a la señora Heny Lafayette Dubose. Tampoco os voy a contar nada, pero sí permitidme compartir alguna cosilla: es maravilloso cómo saber más, conocer más de la gente, de estos personajes, te hace entender mejor algunas cosas (y, especialmente, su comportamiento). No me digáis que no es especialmente odiosa la señora Dubose, grrrrr. Y sin embargo, al final del capítulo, uno se queda con un sabor agridulce en la boca. Es estupendo cómo está contado y cómo nos va poniendo en un lugar o en otro según vamos avanzando la lectura.
Y, visto todo esto, creo que es increíble cómo casi sin darnos cuenta va creciendo, página a página, la figura de Atticus. Es un personajazo. Enorme. ¿No os parece?
Pasad una buena semana.
Os leo en los comentarios.
Saludos
Pep Bruno