Felicity III
Llegamos con esta última entrada al final de la lectura de Felicity, que espero que os haya gustado. Como habéis comentado, se nota que es un poemario de madurez (nos enteramos en el poema de la pág 45 en el que la poeta dice tener 77 años), alguien que ha superado pérdidas muy importantes (sobre todo la muerte de la que fue su pareja durante 40 años, toda una vida) y que afronta la vejez y la muerte desde la serenidad, en compañía de la naturaleza y la literatura.
Su filosofía de vida la leemos, entre otros muchos lugares, en estas dos frases que me gustan especialmente: Se trata sobre todo de actitud (p. 23) y sólo si hay ángeles en tu cabeza podrás / algún día, posiblemente, ver alguno (p. 29). Asimismo en el poema Humildad (p. 53) nos transmite que la poesía está en el aire, en la vida, y que la poeta está ahí para captar la señal y contarlo a través del poema. Y finalmente también encontramos su posición de amor y protección hacia la naturaleza, por ejemplo en el poema “¿Hablan los árboles?” (p. 31).
Cuando nos acercamos a un discurso poético, si bien lo percibimos como un todo, podríamos demarcar estos tres aspectos: lo que dice el poema, cómo se dice y lo que nos dice personalmente. A lo largo de estas entradas, ya hemos comentado las cosas que defiende y en las que cree Mary Oliver. Asimismo se han hecho referencias a su estilo —cómo lo dice—, la forma directa y sencilla con la que construye sus frases. No hay muchos “adornos”, en efecto. Su forma de expresarse es a través del verso libre. De ahí que cobre mucha importancia la disposición de las líneas (los versos) del poema. A propósito de ello, comprobamos que la autora utiliza a menudo el encabalgamiento —una ruptura más o menos abrupta de una frase que continúa en el siguiente verso— como un recurso fuertemente expresivo. Podemos observarlo prácticamente en todos los poemas, y solo por poner un ejemplo, lo encontramos en la página 69 en el poema titulado “No, nunca había estado en este país”. Cuando leemos estos versos en voz alta es cuando percibimos, al respetar la pausa versal, el énfasis que provocan este tipo de rupturas de la frase.
A continuación transcribo las palabras de Oliver sobre la importancia que le da a que los editores conserven intacto el diseño de sus versos. Lo he tomado del libro “La escritura indómita”, su libro de ensayos editado por Errata Naturae (p. 95): “La línea es el mecanismo alrededor del que gira el poema para llegar a existir. Verso, versus, vers, cambiar de surco, cambiar de línea. Es imposible calibrar la frustración que siento cuando, tras tomar cuidadosas decisiones sobre dónde debe terminar cada línea, un editor quiebra las largas ramas para encajarlas en las columnas o cajas de texto de su revista.”
En este tipo de composiciones poéticas conocidas como verso libre, carentes de rima y métricas tradicionales, podemos encontrar la musicalidad de los versos (su ritmo) en los paralelismos de las frases y las construcciones sintácticas, en las repeticiones —así por ejemplo vemos en el poema “El primer día” (p. 65) que se repite varias veces la frase “podría decirse”—; y en la fórmula pregunta-respuesta, tal y como observamos en los poemas de las páginas 55 y 63.
Por último, respecto a los tres componentes de la lectura poética que comentábamos más arriba, el tercer aspecto, que podríamos denominar de la interpretación individual, es la base de todo acercamiento efectivo y afectivo al poema. Ese milagro se produce cuando nuestro momento vital entra en conjunción con el momento que está expresando el poeta. Es una cuestión de afinidades, conexiones, resonancias, ondas que se producen en nuestro interior gracias a la tirada de piedra en el estanque que llamamos poema. Por eso nuestros gustos están fuera de toda valoración: ese algo nos llega o no nos llega. Pero hay una buena e importante noticia: nuestros momentos vitales varían, siempre estamos en evolución, por tanto un libro de poemas es una fuente inagotable de inspiración y de encuentros al que se puede volver de vez en cuando. Y cada vez que volvamos encontraremos matices nuevos. Para que esto sea así, solo se me ocurre una recomendación: no dejarse llevar por los “prejuicios” (opiniones de los otros, más o menos autorizadas) y acercarse cada vez con una mirada atenta (nueva).
En realidad, os cuento todo esto para invitaros a leer el poemario una vez más. ¡Sí! Me encantaría que lo hicierais y lo comprobéis por experiencia propia. Dejaos arrastrar por sus palabras, estoy segura que algo nuevo vais a encontrar, ahora que está saciada la primera curiosidad lectora (este componente esencial, apasionado e impaciente que nos hace leer sin parar hasta el final de cualquier libro que nos resulta interesante).
Finalmente, y a modo de despedida del libro, os traigo las palabras de la poeta que he tomado de “La escritura indómita” en las que se destilan lo que es para ella la poesía, la labor del poeta y el sentido de la vida. Aquí van:
“Los tres ingredientes de la poesía: el misterio del universo, la curiosidad espiritual, la fuerza del lenguaje.” (p. 104)
“No es culpa de la poesía si su público es tan pequeño, si tiene tan poco eco en un mundo aterrado y ávido de dinero. La poesía, a fin de cuentas, no es un milagro. Es un intento de expresar (ritualizar) los momentos individuales y las consecuencias trascendentales de esos momentos con una música útil para todos. Es la melodía de nuestra especie.” (p. 106)
“¿Quién eres?, gritaron ellos, en la linde del pueblo.
Soy de los vuestros, respondió el poeta.
Aunque iba vestido como el viento, aunque parecía una cascada.” (p. 95)
“No digo que sea fácil o seguro, siempre están los obstinados tocones de la vergüenza, la aflicción insalvable aun después de tantos años, un saco de piedras que la acompaña a una allá donde vaya y aunque sea momento de bailar con pies ligeros. Pero también está el mundo evocador, las admirables fuerzas del mundo, mejor que la ira, mejor que la amargura y —por ser más interesante— más reconfortante. Y está lo que una hace, la aguja que enhebra, el trabajo, y, en ese trabajo, la oportunidad de asir esos pensamientos calientes e informes y darles, despacio y con un esfuerzo meticuloso, una forma definida que retenga su calor, aunque los dioses, o la naturaleza, o las silenciosas ruedas del tiempo hayan creado formas a lo largo y ancho del suave y curvo universo… Es decir, al elegir reclamar mi vida, me he construido, a base de trabajo y amor, una vida magnífica.” (p. 121)
¡Gracias Mary Oliver! ¡Gracias queridos y queridas lectores! Nos vemos en los versos.
Me encantará leer vuestros comentarios. Un abrazo