Desde Supervivencia hasta La batalla de Atenas (20 de abril)
Queridas viajeras, queridos viajeros:
Seguimos leyendo a Roald Dahl, en unos capítulos trepidantes, peligrosos, y emocionantes. La narración belicista puede resultar enrevesada y hasta aburrida para los que, como yo, no estamos acostumbrados al vocabulario, a las acciones... Roald Dahl lo explica de una forma tan asequible y fácil que no sólo lo hace entendible, sino que llega a ser, como he escrito al inicio, emocionante.
No sé si tildar al joven Dahl de temerario o de valiente; tal vez de las dos cosas. Pese al terrible accidente que sufrió en la frontera de Libia, muy cerca de las tropas italianas enemigas, no consiente en ser devuelto a casa, quiere volver a volar (¿tal vez porque aún no se ha visto inmerso en la guerra, y adora volar?)
No tienes que preocuparte, no me pasa nada malo; sólo que tuve una contusión extremadamente grave. Dicen que no podré volar con seguridad hasta dentro de unos seis meses y la semana pasada querían mandarme en el primer convoy a casa como inválido. Por alguna razón no quise, porque una vez en casa como inválido, sabía que no volvería a volar nunca más y, de todas formas, ¿quién quiere que lo manden como inválido a casa? Cuando vaya, quiero ir normalmente...
No es hasta cuarenta y cinco años después que Roald Dahl se pregunta cómo no se le pasó por la cabeza que podría morir en combate, siendo tan dispares las fuerzas entre ellos (la RAF) y los alemanes. Apenas 20 aviones frente a 1.000. Tremendo.
Yo era lo bastante joven e idealista como para considerar aquella incursión griega nada más que como una gran aventura. No se me ocurrió la idea de que podría no salir vivo del país. Debió ocurrírseme, y pensando en ello ahora, me sorprende que no fuera así. Si me hubiera detenido un momento a calcular las fuerzas con las que tendría que luchar para sobrevivir, hubiera encontrado que eran cincuenta contra uno, y eso es bastante par hacerle a uno temblar de miedo.
Pero eso ocurre en Grecia, en Atenas. Antes, en el hospital Anglo-Suizo en Alejandría, Roald Dahl pasa la friolera de cinco meses, más un mes de estancia en una casa particular, convaleciente de un accidente aéreo. Accidente que se debió a una incompetencia de un superior.
De toda la estancia en el hospital, además de los terribles dolores, las innumerables operaciones a las que le sometieron, la ceguera... me gustó mucho la relación entre nuestro autor y la enfermera Mary Welland, absolutamente profesional por parte de ella y, por parte de él, llena de fantasía y de pasión. No es de extrañar, solo como estaba en el hospital, curándole cada día Mary, la imaginación del joven Dahl hizo el resto. Cuando pudo ver, la pasión se evaporó, pero quedó la amistad, el afecto y el agradecimiento.
(He recordado que en la I Guerra Mundial, Hemingway se enamoró de su enfermera en una estancia hospitalaria, mantuvieron una relación, a su vuelta en los EEUU él la esperaba para casarse con ella, pero ella cortó la relación con una carta. Varios personajes de algunos de sus cuentos están inspirados en esa experiencia y en ella).
Tras la reincorporación de Dahl a la vida militar, llega Atenas y el ambiente frío y aséptico de la Escuadrilla. Todos eran conscientes de que, lo más seguro, era que murieran, por lo que intentaban ocuparse de sí mismos y de nadie más... Excepto David Coke, un aristócrata que no lo parecía, un hombre excepcional que, por lo que nos cuenta Dahl, terminó muriendo poco despúes, cuando abatieron su Hurricane. También es verdad que la situación era tan mala que no había lugar para las “contemplaciones”. Qué horror cuando llega la batalla del 20 de abril.
¿Qué os han parecido estos capítulos? ¿Cuál es la vivencia que más os ha impresionado o, simplemente, gustado?
Os dejo algunos enlaces:
- Mersa Matrûh. Escenas de guerra, 1942, vídeo
- Pat Pattle
- Alejandría, imágenes de drones
- Mirna Loy Escenas de películas
- Sobrevolando Atenas con un dron
- La casita de Roald Dahl, de la que nos habló nuestra compañera Inma.
¿Nos leemos?