Sonatas – Otoño
Hola a todas y todos. Continúa nuestro paseo por estas deslumbrantes Sonatas y es tiempo de adentrarnos en el otoño. Pero antes recordaros que estamos en la penúltima semana de lectura del libro de Valle-Inclán y anticiparos que, tras las Sonatas, leeremos a la escritora mexicana Elena Garro, una autora magnífica (y, quizás, poco leída en España), el libro escogido es Los recuerdos del porvenir (por si queréis ir curioseando algo al respecto).
ESTA SEMANA
Esta semana nos adentramos en el otoño del Marqués de Bradomín, una época de la vida en la que la muerte empieza a tener mucha presencia, tal vez por ello todo este capítulo sucede en compañía de una hermosa moribunda de quien el Marqués fue un querido amante.
Fijaos en todas las referencias a Concha como un fantasma "Era toda blanca como un fantasma" (p. 72) y en todos los detalles (mortuorios) que no dejan de recordarnos que habrá un esperado desenlace. También el ambiente es propicio a ello: ese palacio laberíntico en el que uno puede perderse, esos jardines alfombrados de hojas de otoño...
Perdonad que insista pero es fascinante la prosa con la que se levanta este castillo de historias, una prosa densa, riquísima, que te envuelve como si fuera un bosque y en el que has de andar con cautela porque, cuando menos te lo esperas, hay un guiño humorístico, un detalle velado, una sorpresa inesperada... y todo ello sostenido por un estilo fabuloso y fabulador. Y a pesar de esta propuesta estilística, el libro se lee con ligereza y, para más inri, incluye acciones y sucesos inesperados que van salpimentando la trama (aunque no formen parte de la narración central). Un ejemplo en este sentido es la caída del caballo de don Juan Manuel, brutal y hermosa (y, cuando llegan al Palacio, hasta humorística).
Una vez más el desenlace es, sencillamente, noqueante. Las últimas páginas, la última noche (no quiero dar detalles, NO QUIERO DAR DETALLES) es impactante ese "Yo soy un santo que ama siempre que está triste. (p. 99)
Además de la cantidad de detalles sexuales fascinantes como el "¡Azótame, Concha!, ¡Azótame como un divino Nazareno!" (p. 96) o algunos otros y su vinculación, siempre tan cercana, a lo sagrado. Es como si el deseo y el sexo fueran sagrados, pero esto lo llevamos viendo desde la primera Sonata, ¿verdad?
Por otro lado volvemos a los personajes secundarios de gran relevancia: Isabel, las dos niñas, don Juan Manuel, la criada Candelaria... y hasta la madre de Xavier a quien escuchamos a través de una carta.
En fin, una lectura apasionante. Muy apasionante.
Pasad una buena semana de lectura.
Saludos cordiales,
Pep Bruno