Nada,VI-XI
Hola a todas y todos, seguimos paseando por esta brumosa Barcelona en blanco y negro, y sobre todo seguimos dando vueltas en el laberinto de esa familia, entre rencores, historias inciertas y miseria. Para esta semana os propongo la lectura de los capítulos VI a XI, ambos inclusive (unas 60 páginas en mi edición). Así damos algo de aliento a quienes se han apuntado a última hora.
Pero vayamos al lío.
ESTA SEMANA
Una de las historias que se dispara en las páginas que os propongo en estos días es la de Angustias, por lo que sospechamos en el capítulo VI, por lo que vamos descubriendo en los siguientes capítulos y por la conclusión (y parece que cierre, quién sabe) de su trama antes de terminar la primera parte del libro. Como ocurre en otros casos a lo largo del libro, vamos conociendo poco a poco la historia y siempre de manera incompleta, juntando retales que no terminan de dar la imagen completa pero que nos permiten completar los huecos para hacernos una idea del total. Aunque, quien sabe, tal vez sea una idea equivocada. No quiero destripar nada de este hilo argumental, pero visto lo visto, ¿creéis que volverá Angustias a pasar por las páginas del libro?, ¿qué pensáis?
Por otro lado el reajuste que sucede en la suma de fuerzas y debilidades de la casa no implica un equilibrio, creo, más bien, que se ajusta todo para establecer un nuevo desequilibrio. Vemos que, al menos en estas páginas, la casa de Aribau sigue siendo un lugar central en la historia, un lugar del que es difícil escapar y que ahora resulta, si cabe, más sórdido, al contrastarlo con la casa de Ena y su familia rubia, luminosa.
Hay otro elemento que me parece muy interesante. La libertad lograda por Andrea (libertad de movimiento y "libertad económica", lo pongo entre comillas porque, ejem) se convierte en un problema añadido. Insisto en que no quiero destripar la trama, pero el momento del agua de hervir las verduras (sabréis de lo que hablo cuando lo leáis) es un punto de inflexión brutal. Esta muchacha se desgobierna sola, pareciera como si sus ansias de libertad pudieran, literalmente, acabar con ella. El brillo (de la ciudad en sus paseos invernales a mediodía; o de la casa de Ena) parece que la tuvieran deslumbrada.
Es que Andrea ni siquiera consigue un espacio propio donde estar, donde ser. El momento en el que llega a su cuarto y está lleno de sillas, un par de muebles, su cama revuelta porque Gloria ha dormido allí, la imposibilidad de cerrar la puerta... me parece que resulta especialmente desolador. ¿Qué pensáis vosotras, vosotros?
La segunda parte (dos últimos capítulos de la semana) comienza con ese paseo nocturno, de nuevo agobiante, en el que casi parece cruzarse con un espectro. Y con un episodio brutal, brutal, con la discusión entre Gloria y Juan (y la paliza que él le propina a ella). Es tremendo.
Creo que, de momento, esto es todo. Os leo en los comentarios,
pasad buena semana de lecturas,
Pep Bruno