2 LA POESÍA DE LOS ÁRBOLES
2 LA POESÍA DE LOS ÁRBOLES
BUEN DÍA, ATRAPAVERSOS: Espero que vuestra semana haya sido santa y descansada, para que entréis en este lunes 10 de abril con ganas de seguir leyéndoos el mundo. Hoy comenzamos el segundo tramo de lectura de nuestra antología de los árboles, en el que leeremos hasta el poema 38 titulado “Blanquiazul” de Pura del Prado de la página 102.
Ojalá en estos días hayáis estado en contacto con la naturaleza y esta lectura os haya llevado a mirar a nuestros compañeros vegetales, y a deteneros en su contemplación, así como cada poeta de la antología lo hace. Aunque sea de modo general, estaría interesante que si hay algún árbol que os sea desconocido podáis consultar cómo es, su porte y su hábitat. Creo que esto también os puede ayudar a sentir más de cerca el poema.
Esta semana, solo por hacernos una idea, Celia Viñas (poema 20) habla del pino futuro que será en Almería, tras su muerte; encontraremos asimismo los robles de Tranströmer (21), de Hölderlin (25) y de Rosalía de Castro (36); el sauce blanco de Ajmátova (23), el tejo de Wordsworth (26), el viejo abeto de Södergran (28), el espino solitario en la canción popular de Hungría (37) y a la madre Ceiba, Iroko, que la poeta Pura del Prado describe y escribe con mayúsculas para darle máxima “personalidad”, y de la que llega a decir que es cuna donde duerme Cuba ¡casi nada! (38). Iroko significa en las tradiciones afrocubanas el árbol sagrado donde se asienta el Egun, los ancestros. Es el nombre que le pusieron los africanos a la ceiba cuando llegaron a la isla: el espíritu de lo sagrado. Comienza así la poeta chilena Gabriela Mistral su poema “Ronda de la ceiba ecuatoriana” que creo que nos viene a reforzar el sentido de comunión con este árbol americano con mayúsculas, y que podéis encontrar completo en Gabriela Mistral para niños de Ediciones de la Torre:
¡En el mundo está la luz
y en la luz está la Ceiba,
y en la Ceiba está la verde
llamarada de la América!
¡Ea, Ceiba, ea, ea!
Por último, en el repaso que estamos haciendo de diferentes árboles de los que se habla en los poemas de esta semana, a mi juicio los más exóticos se encuentran en dos de ellos, el de Yolanda Blanco y el de Octavio Paz.
En el primero, “Apariencia de árbol” (33), la poeta nicaragüense habla de lo que una vez fue y despreció: begonias y coludos —los reconocibles helechos, que por cierto son una de las plantas más antiguas del planeta—; lima, fruto del limero o Citrus aurantifolia; mimbro, también conocido el árbol como pepino de indias y su nombre es Averrhoa bilimbí, por si queréis mirar su aspecto en internet; pitahaya, Selenicereus undatus, una cactácea que tiene frutos rojos comestibles; y por último cita las cepas, estas sí bien reconocidas para nuestras latitudes, como los troncos de la vid de la que brotan los sarmientos, las hojas y los racimos de uvas. Termina el poema, después de la enumeración de lo que antaño menospreció, para llegar al momento presente en el que agradece todos estos orígenes vegetales.
El segundo poema cargado de especies exóticas es de Octavio Paz “Perpetua encarnada (fragmento)” (35) en el que cita: papayos, mangos, tamarindos, laureles, araucarias excelsas, chirimoyos y baniano, del que dice el poeta que es más un bosque que un árbol, una impresionante observación. Dejo a vuestra curiosidad que investigue aquellos árboles que sean desconocidos para cada uno de vosotros y vosotras en particular. Recordad que leer poesía es una manera de abrirnos al mundo interior y también al exterior. Una manera de crecer, en suma. Como los árboles, que dormidos frondan.
Para hoy mi despedida será el poema de la poeta rusa Anna Ajmátova “El sauce” (23) de la página 70 en otra versión-traducción de la que tenemos en la antología, que es de Marta Sánchez-Nieves. El poema que os copio más abajo está traducido del ruso por Belén Ojeda y se encuentra en el libro de la editorial Hiperión Soy vuestra voz, una antología de poemas de Ajmátova. Os lo propongo como un ejercicio de observación de hasta qué punto el trabajo de traducción es crucial en los poemas de autores en otras lenguas, pues como bien sabemos un poema no solo está compuesto de sentido, significado, sino también y mucho, de sonido. Tarea crucial, por tanto, la de la traducción en poesía.
Aquí os lo dejo, no tanto para que lo comparéis críticamente con el de nuestra antología, sino para que afinéis vuestro oído con uno y otro. Para ello os sugiero que los leáis los dos en voz alta. Y después decidid cuál os “suena” mejor, con cual os sentís mejor. Si este Club fuera presencial, disfrutaríamos mucho compartiendo lecturas de viva voz, estoy segura. En este formato digital, no obstante, si queréis, podéis poner por escrito vuestra experiencia, y os aseguro que será un regalo para mí el leeros.
Aquí va el poema, con mis mejores deseos para vuestra semana:
EL SAUCE
Crecí en medio de un silencio de arabescos,
en la habitación infantil y fría del joven siglo.
No me era grata la voz de los hombres,
sólo entendía la del viento.
Yo amaba la ortiga y la bardana,
pero por encima de todo, al sauce plateado.
Agradecido, él vivió siempre junto a mí,
sus ramas sollozantes
cubrían de sueños mi insomnio.
Y, extrañamente, le he sobrevivido.
Afuera el tronco cercenado permanece
mientras otros sauces con voces alienadas
algo dicen bajo nuestro cielo.
Y yo guardo silencio… como si hubiera muerto un hermano.