Primera parte: hasta el capítulo 7
Libro que estamos comentando
Los tiempos están cambiando y un mundo está a punto de desaparecer, o al menos se está adaptando a los cambios que la II Guerra Mundial está produciendo en todo el mundo.
En los convulsos años 40, mientras la juventud norteamericana moría en Europa o en las islas del Pacífico, una parte de la sociedad de Estados Unidos, la de la mafia y los gansters, interpreta esos años como un período de obligada recesión provocada por el esfuerzo económico que todo el país tiene que dedicar para ganar la guerra.
En ESE MUNDO PERDIDO parece que todo sigue igual para las familias mafiosas que controlan el mundo del crimen en las soleadas ciudades de Florida. Continúan los ajustes de cuentas para tener el control de las zonas o los negocios que reportan más beneficios a la organización y la violencia es utilizada sin escrúpulos para deshacerse de competidores o allanar el camino a los arribistas que sueñan con el poder.
La administración Rooselvelt está todavía más preocupada en luchar contra la posible quinta columna o contra los sabotajes que se producen en los puertos del país que en combatir la presencia de las actividades gansteriles en la justicia, la policía o la administración americana. Incluso en algún momento busca el apoyo de la mafia para conseguir la paz social mediante la influencia de los sindicatos en la acitvidad obrera.
Los protagonistas de esta novela, la mayoría relacionados con las familias mafiosas que controlan la vida de una ciudad mediana como es Tampa, parecen salidos de otra época, de unos años antes, cuando se habían infiltrado en todas las capas de la sociedad y eran capaces de organizar fiestas para recaudar fondos para la guerra y de codearse, como si nunca hubiese habido conflictos entre ellos, con lo más florido de la sociedad local e incluso con los miembros de otras bandas con los que compartían intereses, o al menos una interesada colaboración.
Dennis Lehane tiene la virtud de presentarnos a todos estos personaje, gansters reconocidos, con un tono de humanidad que a veces hace olvidar que sus argumentos para salvaguardar su posición de poder se rige por la violencia más sanguinaria.
Aún así, en personajes como Joseph Coughlin pervive una ética que, aunque está alejada de comportmientos morales, al menos se rige por unos principios que buscan permanentemente lo mejor, el mayor beneficio para la familia para la que trabajan.