Desde el capítulo XXXII al XXXVII, incluido
Queridas viajeras, queridos viajeros… ¡ya nos queda poco para finalizar nuestro viaje lector de El mapa del tiempo! Y, sin embargo, lejos de disminuir el interés, el atractivo, la intriga de esta historia… ¡aumentan!
En los seis capítulos que comentamos esta semana se cierran algunos asuntos si bien se abren otros que son inquietantes.
Tom Blunt está enamorado y, atesora en las páginas de la novela de Wells el narciso de Claire Haggerty… pero… los chicos de Murray, sus compañeros los soldados autómatas del año 2000 acuden a buscarlo, se lo llevan de francachela (menos mal que le dan de comer, porque estaba verdaderamente hambriento) y le tienden una trampa. Murray ha descubierto el romance que ha mantenido con la señorita Haggerty (ay, qué tremendo que Claire fuese a preguntar por familiares del capitán Shakleton. Tremendo y lógico, si se piensa bien). Le dan una buena tunda y lo arrojan al Támesis, mientras Murray se refocila… (¡qué villano!) Pero no. Esos gatos callejeros que el empresario ha sacado de las calles tienen conciencia y moral, y aunque son pobres como los gatos que viven en las callejuelas del Londres más depauperado, también son listos como mininos salvajes. Así que … salvan a Tom y engañan a Murray. Y, allá que va nuestro héroe en busca de su amada, a la casa de los narcisos… y ella lo acoge entre sus brazos. Pero, no sé… ¿serán capaces de vivir su amor, sin engaños, sin trampas, sin el aura de héroe del futuro del capitán Shakleton? Pese al océano de tiempo que los separa, ahí están juntos, por lo menos de momento. Dejémosles que sean felices en el ahora, del mañana no hay certeza (perdón por el parafraseo a Lorenzo de Médici).
En los capítulos siguientes aparece el inspector Colin Garrett, al quien conocimos brevemente en uno de los viajes al futuro. Admira a Sherlock Holmes y, como él, le gusta resolver los casos desde su despacho, como si fuesen puzles. No soporta la sangre, ni los cadáveres… pero está dotado de una inteligencia asombrosa. Pues bien, Colin Garrett acude (contra su voluntad) a la morgue de York Street, allí está el cuerpo de un mendigo que presenta un boquete aterrador en el centro del cuerpo. Y el inspector reconoce que esa herida mortal solo ha podido infligirla un arma del futuro, un soldado del futuro: el capitán Shakleton. Armado de una lógica aplastante, convence a su superior para que se reúna con el Primer Ministro y le permitan detener al capitán en un futuro viaje… Y, allá que va, a la Agencia de Viajes Temporales Murray, para hablar con el empresario (¡menudo malvado!) al que le muestra la orden de detención y le pide unos billetes para el próximo viaje del Cronotilus al 20 de mayo de 2000… Murray está atrapado y, como buen jugador, sabe cuándo ha de dar un giro a la partida. Así que asiente al inspector y le promete ayuda. Pero… ¿qué se propondrá?
Hay una escena divertida y clarificadora y es cuando nuestro inspector delgaducho y, aparentemente enclenque, acude a la casa de Fergusson, el constructor insoportable de pianolas y pequeños autómatas, pues está convencido de que el hombre del futuro ha de querer asesinarlo para evitar la terrible guerra. Y, por un momento, parece haber acertado, pues una figura surge de entre los setos empuñando un arma con la que apunta al fatuo (y despistado) industrial. Cae sobre ella pensando que es un humano grande del futuro, pero… es una mujer delicada y hermosa, nada más y nada menos que Lucy Nelson, la aparente frívola Lucy Nelson. Pero nada más lejos de la realidad, la chiquilla es valiente y ha decidido asesinar a Fergusson para evitar la catástrofe que contempló en su viaje al futuro. Menos mal que nuestro inspector la convence de que no lo haga y la acompaña a su casa. ¿Está prendado de ella? Sí. Absolutamente.
Por otro lado, nuestro escritor Wells acaba de poner punto y final a una nueva novela (más adelante sabremos que es El hombre invisible) y, en un capítulo delicioso en el que reflexiona sobre la escritura y otros dilemas de escritor, ¿existía en algún rincón de su cabeza una novela que le permitiría dar todo lo que verdaderamente llevaba dentro? , decide subir al desván y jugar un ratito con su máquina del tiempo. Y… zas.
Despierta en el año 2000 de Murray (¡cómo puede ser tan despiadado!), el empresario le confiesa todo… (le ha drogado uno de sus secuaces, y lo ha enviado al teatro donde representa la farsa del viaje al futuro). Sí, le hace partícipe de todo, de quién es él, de cómo le fascinó la lectura, sobre todo, los romances científicos que trataban de viajes en el tiempo y de cómo escribió la novela que Wells menospreció. Y cómo se dio cuenta de que era mucho mejor escribirla en la realidad… Lo cierto es que Murray necesita contarlo todo a Wells porque, por un lado precisa de su ayuda (para escapar del inspector) y, por otro, necesita su reconocimiento… y Wells nunca acudió a ver los viajes. Es tremendo cómo el empresario se ha mezclado con los asuntos de Wells, por ejemplo, en el engaño para Andrew uno de sus chicos interpretó a Jack el Destripador y él mismo se encargó de construirle a Wells la máquina del tiempo. Lo cierto es que apela a su curiosidad para que le ayude, pero también le amenaza veladamente con que algo puede ocurrirle a su esposa Jane en uno de sus viajes en bicicleta…
Pero, sin duda, lo más terrorífico de todo es que el autor de La máquina del tiempo empieza a creer que hay un viajero del tiempo en Londres y, de hecho, comienzan a aparecer más cuerpos con esa herida terrible… y, junto a ellos, en las paredes de las casas y los muros, alguien escribe citas de novelas de escritores del siglo XIX. La primera es de El hombre invisible, una novela inédita de Wells y las otras dos, nuestro escritor no sabe de quiénes son… hasta que recibe en su buzón una carta con un mapa del Londres de 1666 pidiéndole una cita. ¿Quién será el viajero en el tiempo? ¿Será un nuevo engaño de Murray para tratar de que el inspector deje que Wells le ayude en la investigación y, así, escapar?
Voy a destacar dos de las cosas que Murray le dice a Wells:
Todos llegamos a la lectura por algún motivo, ¿no le parece?
¿Acaso no hay mentiras que hacen la vida más hermosa?
Y yo os lo pregunto a todos, queridos lectores: ¿cómo llegasteis a la lectura?
Y os digo… creo que nos hace falta la literatura (una gran mentira) para que la vida sea más hermosa… ¿estáis de acuerdo?
- Arthur Conan Doyle y el asunto de las hadas...
- Scotland Yard, creado por Robert Peel (Wikipedia)
- Scotland Yard's Greatest Investigations (vídeo, en inglés).
- El inventor de la cocacola
- El gran incendio de Londres en 1666
- Wenceslaus Hollar, el creador del mapa de Londres del siglo XVII (antes del gran incendio).
- 50 de Berkeley Square, la casa más embrujada de Londres y el lugar donde cita el extraño viajero en el tiempo a Wells.
(Por cierto... ¿os gusta el personaje de Sherlock Holmes? ¿Qué versión cinematográfica o seriéfila preferís?)
Vuestro turno. ¿Nos leemos?