Catedral, y IV
Hola a todas y todos, esta semana terminamos con la lectura de Catedral, esta magnífica colección de Raymond Carver, me encantará saber qué os han parecido estos cuentos. Y, por otro lado, la próxima semana comenzaremos con la lectura de El mar, el mar, de Iris Murdoch, ojalá os animéis a leerlo con nosotros y nosotras.
Pero antes de despedir el libro veamos qué nos sugieren los dos últimos cuentos del libro. Al lío.
ESTA SEMANA
Comenzamos con "La brida", un cuento en el que, una vez más, nos encontramos personajes desnortados, desubicados, extraños. En este caso la familia protagonista, la que llega a los apartamentos, parece tratar de escapar del hambre y de la crisis económica.
Sin embargo, según va avanzando la lectura, nos damos cuenta de que hay matices en esta primera suposición: para empezar, todo el asunto de las carreras de caballos (de ahí la brida que da título al cuento), pero si eso ya nos había dado una pista de pronto hay un hecho fortuito que altera de nuevo la impresión inicial, se trata del accidente junto a la piscina (precisamente cuando parece que por fin esta familia ha encontrado su lugar) y la sorprendente reacción de Holits (ante la necesidad de ir al hospital), ¿no os parece?
Por otro lado, quizás a estas alturas del libro ya no nos sorprenda el papel que juegan Betty y la recepcionista/peluquera/narradora, mucho más activas, frente al papel de Holits y Harley, los dos hombres, más pasivos (o más resignados, qué sé yo). También llama la atención la actitud de los dos chicos, parecen estar preparándose para estar listos cuando todo estalle (¿no os parece?): se adaptan a todo (el colegio, el nuevo hogar, la piscina) y tienen muy claro qué deben hacer (estar preparados).
Ya me diréis qué os ha parecido este cuento.
El último cuento de la semana, cuyo título da título al libro, es "Catedral".
En mi opinión este es un cuento absolutamente deslumbrante. Podríamos jugar en muchos planos para tratar de interpretarlo (y las interpretaciones podrían ser muchas y bien diversas), pero claro, yo sólo puedo daros la mía. El cuento nos va metiendo desde una capa superficial (de hechos más o menos banales), paso a paso, y como quien no quiere la cosa, en honduras filosóficas (y accesibles): la idea de ser incapaces de ver la realidad (y por tanto, de entenderla), pero, al mismo tiempo, la valentía o temeridad o necedad o tenacidad (del ser humano) por tratar de verla y entenderla.
Es fascinante el momento de la catedral, el papel grueso, el bolígrafo, las dos manos dibujando juntas. Es deslumbrante. Magnífico.
Y no diré más. Quedo a la espera de que digáis algo.
Pasad una buena semana de lecturas.
Saludos cordiales,
Pep Bruno