Catedral, III

Libro que estamos comentando

Hola a todas y todos, penúltima semana de paseo por estos cuentos magníficos. Hoy os invito  a que leamos los siguientes cuentos, desde la página 104 a la 168 (en mi edición), una propuesta algo más larga que otras semanas.

Vamos al lío.

 

ESTA SEMANA

El primero de los cuentos de esta semana se titula Cuidado.

De nuevo nos encontramos en un pequeño escenario, doméstico, con muy pocos personajes, en el que suceden cosas que parecen nimias y, al mismo tiempo, horribles. Me refieron, por ejemplo, a la presencia del champán en distintos momentos del relato (o lugares del escenario). Y también un cuento en el que, de nuevo, las metáforas evidencian lo extraño de la vida, como ese hombre incapaz de escuchar (lo que pasa a su alrededor), de vivir como si estuviera sumergido en una piscina (en otra dimensión, en otro lugar) y de no enterarse de lo que está ocurriendo de verdad.

Por otro lado, en este cuento vuelve a aparecer el recurrente tema del alcohol y, en este caso, resulta muy evidente esa racionalización, ese autoconvencimiento de que «lo estoy dejando».

De nuevo el título es estupendo: esa idea de cuidado, de cuidarse o, más bien, de (la necesidad de) cuidarnos (unos a otros); pero por otro lado también la idea de ¡cuidado!, ¡estate atento a lo que te va a pasar!

Y, por último, ese final, joer. Qué fina.

 

El siguiente cuento es: Desde donde llamo.

Engancha muy bien este cuento con el anterior, al menos por esa de cuidarse, de cuidarnos, y también por la recurrencia del alcoholismo (y de la gente que intenta y vuelve a intentar no ahogarse en él).

De alguna manera son varios relatos los que suceden en este cuento, por un lado el momento en el que J. P.  y el narrador están ahí, en ese centro de desintoxicación de Frank Martin, donde les vemos convivir y pasar los malos ratos, y ver cómo están algunos de sus compañeros (como Tiny), y sentimos cómo les tiemblan las manos... A este relato lo voy a llamar relato-marco. Y por otro lado las historias que J. P. y el narrador se van contando de sus propias vidas. Esos otros relatos de vida, de recuerdos, serán relatos varios, sin más.

Especialmente me gusta algo que sucede con la historia que J. P. va contando, la historia de su vida y de su encuentro con Roxy, la deshollinadora. Y digo que me gusta porque es como si en un momento ese relato se cruzara con el otro relato-marco, y es cuando llega Roxy y besa al narrador (del relato-marco, precisamente, no a J. P.). Ambos relatos se yuxtaponen, encajan. Y ese hecho se convierte en un detonante para los recuerdos del personaje que queda solo y, de alguna manera, también alienta una esperanza. A ver si me explico sin liarme mucho. Fijaos, la mujer y la amiga del narrador salían del relato (dejando solo al protagonista, solo y tal vez sin esperanza en el relato-marco). Roxy (que venía del relato) entra en el relato-marco y acompaña a J. P. dándole ese aliento de esperanza (de hecho se lo lleva del relato-marco en el que estaba instalado J. P., ahí en ese porche del lugar de desintoxicación: como si se lo llevara un rato al otro cuento, al de la vida). Y Roxy se convierte en un detonante que, de alguna manera, parece que va a hacer que vuelvan al relato-marco la esposa o la amiga del narrador principal y, de alguna manera, eso permita que él entre en ese otra historia que es la vida.

Por eso el título también da un giro importante: desde dónde llamo, desde qué cuento te llamo, desde qué relato (en el que estoy) y a qué relato llamo (al que me gustaría ir). Aunque no sé si eso acabará por resultar, al fin y al cabo la mujer ya está cansada y la amiga está en su propia piscina de alcohol. No hay una Roxy a la vista cerca para que le ayude a él.

Buf, espero no haberos liado con este enredo. Ya me diréis.

 

El último de los cuentos de la semana es: El tren.

Me gusta mucho el orden de los cuentos esta semana, porque igual que los dos anteriores engarzaban a la perfección, este también engancha bien. El tren como viaje y metáfora de la vida, y la espera como un momento de no tiempo, de no espacio, donde suceden cosas que también nos afectan en el devenir de los días. Ese no tiempo, ese no espacio es como el centro de desintoxicación de Frank Martin del cuento anterior.

La metáfora del tren/viaje como vida ya apareció en un cuento de la pasada semana, ¿recordáis? Quizás en este relato el autor se centra más en la imposibilidad de entender esos fragmentos de vida de los otros (de esos con los que nos cruzamos o de quienes nos acompañan). El ejemplo más claro es lo que le pasa a la señorita Dent en la estación de trenes con ese diálogo que ocurre entre esas dos personas y en el que acaba, de alguna manera, entrando, pero sin terminar de entender, y que termina abruptamente con la llegada del tren. Y esto es exactamente lo mismo que nos ocurre a nosotras, a nosotros, que vemos que el cuento termina sin terminar de entender qué pasó previamente a la estación, en esa secuencia de la mujer encañonando al hombre. En fin, fascinante.

 

Antes de terminar os cuento que en un par de semanas vamos a comenzar la lectura de El mar, el mar, de Iris Murdoch, por si os apetece leerlo con nosotras y nosotros.

Pasad una buena semana de lecturas, 

saludos cordiales, 

Pep Bruno