WHAT'S IN A NAME, y fin

Libro que estamos comentando

WHAT’S IN A NAME, y 5 (de propina)

 

Estimadoas Atrapaversaos, en esta semana que tenemos de transición hasta la próxima lectura de Un pez que va por el jardín de José Corredor-Matheos, aprovecho para poner por aquí alguno de los poemas que se quedaron en mi “tintero” estas últimas semanas.

En primer lugar tengo que deciros que cumplí mi palabra e hice la receta de cocina que nos cuenta Amaral en su poema Sugerencia para una tarta de pollo (o como se decía en otros tiempos, de gallina). Ya me gustaría haberla probado de sus manos, pero la mía no estuvo mal. La repetiré. ¡Y es la pura verdad!

Como recordaréis, en su momento os comenté  —a propósito de recetas de cocina “poéticas” — mi aventura con el poema de Pablo Neruda (con anécdota chilena incluida), así que por aquí os paso el poema en cuestión completo, por si alguien se anima a realizar la receta, además de saborear sus palabras, que bien lo merecen:

 

Oda al caldillo de congrio

En el mar
tormentoso
de Chile
vive el rosado congrio,
gigante anguila
de nevada carne.
Y en las ollas
chilenas,
en la costa,
nació el caldillo
grávido y suculento,
provechoso.
Lleven a la cocina
el congrio desollado,
su piel manchada cede
como un guante
y al descubierto queda
entonces
el racimo del mar,
el congrio tierno
reluce
ya desnudo,
preparado
para nuestro apetito.
Ahora
recoges
ajos,
acaricia primero
ese marfil
precioso,
huele
su fragancia iracunda,
entonces
deja el ajo picado
caer con la cebolla
y el tomate
hasta que la cebolla
tenga color de oro.
Mientras tanto
se cuecen
con el vapor
los regios
camarones marinos
y cuando ya llegaron
a su punto,
cuando cuajó el sabor
en una salsa
formada por el jugo
del océano
y por el agua clara
que desprendió la luz de la cebolla,
entonces
que entre el congrio
y se sumerja en gloria,
que en la olla
se aceite,
se contraiga y se impregne.
Ya sólo es necesario
dejar en el manjar
caer la crema
como una rosa espesa,
y al fuego
lentamente
entregar el tesoro
hasta que en el caldillo
se calienten
las esencias de Chile,
y a la mesa
lleguen recién casados
los sabores
del mar y de la tierra
para que en ese plato
tú conozcas el cielo.

 

Asimismo se me quedaron ganas de poner por aquí algún poema de Emily Dickinson, ya que hablamos de ella como poeta muy inspiradora para nuestra autora Amaral. Este que os transcribo es uno de mis preferidos: 

 

Morí por la Belleza

Morí por la Belleza, pero apenas

ahormada en la tumba,

otro murió por la Verdad, y estaba

en un lugar contiguo.

 

Me preguntó en voz baja: “¿De qué has muerto?”.

Dije: “Por la Belleza”,

“Pues yo por la Verdad. Y son lo mismo.”

Añadió: “Hermanos somos”.

 

Así, como parientes que se encuentran

de noche, conversamos.

Hasta que el musgo nos llegó a los labios

y cubrió nuestros nombres.

 

El tercer poema que quiero dejaros hoy para vuestra lectura es de nuestro poeta León Felipe, y viene a propósito de los tiempos que estamos viviendo. Es un poema que llevo en la cabeza desde hace unas semanas y que quiero compartirlo por aquí. Seguro que lo conocéis:

 

Qué pena

¡Qué pena si este camino fuera de muchísimas leguas

y siempre se repitieran

los mismos pueblos, las mismas ventas,

los mismos rebaños, las mismas recuas!

 

¡Qué pena si esta vida nuestra tuviera

—esta vida nuestra—

mil años de existencia!

¿Quién la haría hasta el fin llevadera?

¿Quién la soportaría toda sin protesta?

¿Quién lee diez siglos en la Historia y no la cierra

al ver las mismas cosas siempre con distinta fecha?

Los mismos hombres, las mismas guerras,

los mismos tiranos, las mismas cadenas,

los mismos farsantes, las mismas sectas

¡y los mismos, los mismos poetas!

 

¡Qué pena,

que sea así todo siempre, siempre de la misma manera!

 

 

Y como cierre de esta  pequeña selección, os transcribo un poema de Ana Luísa Amaral. Lo he tomado de la antología poética en castellano de su obra: El exceso más perfecto, un libro del que ya os hablé la semana pasada. El poema que he elegido da título a un poemario que no está publicado hasta la fecha en castellano: Minha Senhora de Qué. Un texto que a mi juicio resume la manera que tiene la autora de hacer y de estar en poesía:

 

Señora mía de qué

Dueña de qué

si en el paisaje donde se proyectan

pequeñas alas    deslumbrantes hojas

ni yo me proyecté

 

si los versos apresurados

me nacen siempre urgentes:

trabajos de por medio    ágapes

doliendo la conciencia inusitada

 

dueña ni soy de mí

si sintaxis cambiadas

las más de las veces ni mi intención

si sentidos diversos    ocultados

ni de lo oculto nacen

(poética del Hades ¡ojalá!)

 

Dueña de nada    señora ni

de mí: imitaciones de miedo

mis infiernos

 

Espero que estas lecturas hayan sido de vuestro agrado.

Hasta nuestra próxima cita, en la que nos pasearemos con Un pez que va por el jardín.

 

Feliz vida, feliz poesía,

 

Estrella Ortiz