Ventanas: Hasta capítulo 4.

Libro que estamos comentando
Ventanas

A veces, cuando la literatura juvenil se lanza a quitar las vendas más dolorosas, genera a su alrededor una situación de inquietud, una sensación como de “cuidado, tampoco les mostremos a los lectores el mundo en toda su crudeza, no vayamos a hundirlos”, un afán de sobreprotección que debería estar reñido con el propio concepto de literatura.

No se escribe únicamente para remover conciencias, pero a veces hay que hacerlo, y cuando esto ocurre, incluso felicitarse, porque el lector principiante también debe ir preparándose para el mundo que le aguarda, y que tendrá tantas espinas como rosas.

En un país innombrado, Bruno, sus hermanos y sus primos no entienden por qué su familia se ha roto, por qué han sido arrestados, y por qué ahora sus vecinos ni los ven ni reparan en ellos. En ese terror radica la incómoda verdad, y la autora ha logrado mantener perenne una tensión brutal que, si bien no llega a desbordarse, se agarra a la garganta del lector con la ferocidad de lo inevitable.

Incluso ese destino horrible va asentándose en cada página, para que no olvidemos que hay pasiones sometidas a la veleidad de quienes juegan con su libertad, pero tampoco que la fuerza de un niño es un tesoro inabarcable. Una lectura hoy más que necesaria.

Argumento:

Cuando Bruno llega a casa, se encuentra a su hermana Silvina junto a sus primos Martina, Pablo y el pequeño Mateo. Están completamente solos, ya que un grupo de hombres armados se ha llevado a sus padres y a sus tíos.

Bruno y Silvina se hacen cargo del bebé, de sus primos pequeños, mientras observan cómo, hora tras hora, todos se convierten en invisibles para el resto de la ciudad.

 

Paloma González Rubio ha centrado el papel protagonista en Bruno, pero tanto su hermana Silvina, como sus primos Pablo, Martina y Mateo, también van a jugar un papel importante. Una familia que se ve rota cuando los padres y tíos de Bruno y Silvina son detenidos, y ellos dos por ser los mayores, se hacen cargo de sus primos y del pequeño Mateo, que es aún un bebé.

Es muy duro leer ciertas situaciones, pero también llama poderosamente la atención la madurez con que los niños afrontan la situación y cómo, a pesar de no saber, replican los pasos que tantas veces han visto hacer a su madre y a su tía, de por ejemplo cambiar el pañal al bebé, mecerlo para dormirlo, o darle de comer con un trapo como a un gatito.

Esta primera semana leeremos los cuatro primeros capítulos

1. Panorámica, 2. Ventanas, 3. Tragaluz, 4. Mirillas 

Desde el fin de la contienda, están prohibidos los cerrojos en las puertas y las cortinas en las ventanas, que pasan a ser pantallas desde las que todos los ciudadanos son vigilados.3 Un grupo de hombres armados irrumpe en la casa de José e Ignacio Burgo, en la que se encuentran sus mujeres Eva y Julia, y sus hijos: Silvina, Pablo, Martina y Mateo, el bebé de Eva. Revuelven la casa, interrogan a las mujeres y amedrentan a los niños. Aparecen unas octavillas y se las llevan detenidas. En la casa solo falta Bruno, el hijo de Julia, de trece años, que estaba en la escombrera que, hace dos años, dejó una bomba al impactar en el edificio en el que vivía su amigo Daniel, que se salvó, y su amiga Alicia, a la que nunca encontraron. Daniel avisa a Bruno de que se han llevado detenidas a su madre y a su tía. El joven sale corriendo, pero los coches ya se alejan. Silvina le cuenta a su hermano lo sucedido y él decide ir con Pablo a buscar a sus padres, mientras Silvina, no sin protestar, se queda a cargo de Martina y del bebé, que no para de llorar. Bruno y Pablo llegan a la imprenta en la que trabajaban sus padres y la encuentran precintada por la policía. Al oír sus gritos, Gabriel, un hombre que trabaja en la carpintería aledaña, se acerca a los niños, se sobrecoge al escuchar su historia y les comenta que la policía también ha detenido a sus padres. Ante la negativa del jefe de la imprenta a ayudarles, Gabriel les ofrece el poco dinero que tiene para que puedan comprar algo de comida y les aconseja que vayan todos a la comisaría, incluido el bebé, para ver si así liberan al menos a su madre. Él no puede acompañarlos. Al volver a casa se encuentran con Juan Terreiro, un vecino del que Julia no se fía, pero con el que Eva es muy amable. Le piden ayuda, pero ni siquiera les contesta. Silvina y Martina también han intentado avisar a los vecinos y todos los ignoran, como si fuesen invisibles. Bruno decide ir a casa de Daniel, seguro de que Luz, su madre, no les va a negar la ayuda; trabaja con su madre y su tía.

LA PRIMERA PARTE de esta novela está basada en un hecho real, ocurrido en la familia de la autora: unos niños se quedan solos e indefensos tras la detención de todos los adultos de la familia, y las personas próximas de su entorno, presas del miedo y la cobardía, miserables, son incapaces de mostrar un simple gesto de humanidad que ayude a paliar la terrible injusticia que sufren, como víctimas inocentes de un sistema autoritario. Desgraciadamente, estos hechos, tan reales como actuales, no nos deberían resultar ajenos.

AUTORA PALOMA GONZÁLEZ RUBIO nació en 1962 e inició su travesía en Madrid. Ahora vive entre la montaña y los puertos del Mediterráneo. Desde su infancia, sus dos pasiones fueron la literatura y la música, por este orden. Se licenció en Filología Semítica, fue solista del cuarteto de música sefardí Simane y escribió letras de canciones en los años 80. Ha trabajado en el mundo editorial como correctora, traductora y editora. De tanto insistirle en que sería escritora, dejó de escribir, hasta que descubrió que solo a través de la literatura podía expresar lo que de verdad le importaba. En 2007 recibió el Premio de relatos José Saramago. Ha publicado dos novelas para adultos: Epitafio (2010) y El delito de la lluvia 6 (2014). En literatura juvenil se estrenó con su participación en el crossover colectivo Aurora o nunca (2018), incluido en la prestigiosa lista White Raven. Con los cronistas de Aurora también ha publicado Aurora y en la hora (2021). Con João ganó el Premio Alandar 2018, y también es autora de la novela Antípodas (2019).

Ventanas ha sido finalista del XVIII Premio Anaya de Literatura Infantil y Juvenil y es una excelente novela para acercarnos a una realidad de la que no debemos escapar.

-Uno de los protagonistas, Bruno, de apenas trece años, tiene que tomar las riendas de su mermada familia: «No puede dar rienda suelta a su impotencia, a su miedo. […] Siente deseos de sollozar, de llorar y gritar para liberar la opresión que se le ha instalado en el pecho, pero no puede hacerlo. No puede demostrar que se siente desamparado». ¿Creéis que hay infancias cada vez más cortas? ¿Qué se pierde con ello?

Feliz semana de lecturas

Alejandro López