2ª parte. Hasta el capítulo 31
Libro que estamos comentando
Anda enredada la agencia Hernández Detectives en la desaparición de Jonathan Guzmán y en otros casos menores que a duras penas dan el suficiente beneficio como para mantener la acitvidad de la empresa. Y más ahora que Amalia ha vuelto después de su fracasada experiencia matrimonial y profesional.
Mateo llega a casa con unas latas de tomate. Una buena ocasión para crar buen ambiente. Todos ríen, especialmente Lola (¡cómo si no tuvieran suficientes tomates con los que cultiva la tía Claudia!) Ella está en esos picos de la montaña rusa en la que se convierte su estado de ánimo y su vida.
Sin embargo, ni siquiera un momento tan distendido como el de las latas puede ocultar las tensiones que se acumulan entre los miembros de la familia. Todo es suspicacia, miradas torvas y rencores que se acumulan al no ser formuladas las quejas que a todos les gustaría hacerse.
Vuelven a la realidad con la pregunta más pertinente en ese momento: "¿Cómo lo lleváis, lo del chaval Guzmán?". Mateo, disgustado por haber tenido que aceptar el caso por la coacción de Carlos Guzmán ("Claro que lo estamos buscando..., pero me toca mucho los cojones que me chantajeen), cuenta lo que va descubriendo: las citas secretas de Garull, el ex-socio de Guzmán y la actitud de Jonathan, confraternizando con los obreros extranjeros que trabajan con su padre y despertando su conciencia obrera y reivindicativa. También les cuenta detalles sobre la personalidad del joven desaparecido: escribe poemás, tiene todo lo que quiere y no le falta de nada, era un niño rico que se revela de la autoridad de su padre, acercándose a los emigrantes que su padre explota en sus obras.
En el caso de la desaparición de Jonathan las sospechas de los Hernández se debaten entre seguir las sospechas de que el joven ha sido víctima de un secuestro por las mafias que dominan los oscuros negocios en los que se ha metido el padre, o, como opinan sus amigos y la mente clarividente de Lola, que se ha marchado huyendo de un padre autoritario que le ha despreciado y ha abusado siempre de los más débiles.
Ante la falta de pistas, la estrategia de Mateo es profundizar en la vida de Jonathan, su novia, sus amigos, los vecinos del barrio y las relaciones con sus padres, repartiendo las tareas entre Amalia y Marc. De esta forma se nos muestran los detalles de las pesquisas de barrio que llevan a cabo en un distrito como el de Sant Andreu, casi un pueblo incrustado en Barcelona, donde todos se conocen.
Si hace unas lineas habábamos de una charla distendida de toda la familia con motivo de los celebrados botes de tomate, la tormenta está a punto de estallar sin previo aviso. Algo grave guarda Lola en contra de Carlos Guzmán (¿tal vez que su marido fuese novio en su juventud de la actual mujer de Carlos, Raquel?) que se expresa con una ferocidad de la que no tenemos los detalles para opinar si está fundamentada o no: "Carlos, un mafioso, educado a hostias, grosero y brutal, y ella una pánfila, la sufrida espñosa que lo acoge en casa después de cada escapada ..." O, tal vez sea el reproche a Mateo por no dedicare todo sus esfuerzos en conocer el paradero de Nora. Le grita Lola, antes de entrar en una espiral de rabia y autodestrucción, "¿No tienes que buscar al niñato ese? ¡Lárgate! Igual lo encuentras pronto y te queda tiempo libre para buscar a Nora".
Los pequeños avances en las averiguaciones de ese caso, al que se dedica casi con exclusividad toda la familia, se ven ralentizados en la narración por la evidencia de las tensiones que se producen en la familia Hernández - Obiols y que amenazan con destruir el débil equilibrio en el que se mueven todos.
No son hechos concretos, sino pequeños detalles que van minando la confianza y la convivencia. Amalia, en un café con su prima Silvia, tiene que escuchar cómo esta le pregunta por qué ha vuelto a vivir con sus padres y a trabajar en la agencia. De Marc sabemos que su vida ha entrado en una espiral de autodestrucción que amenaza también su matrimonio y su estabilidad emocional. Solo Mateo se mantiene firme, utilizando su autoridad como propietario de la empresa familiar y como cuidador casi exclusivo de Lola en su momentos de crisis. "No lo quiero tener que repetir. Yo me encargo de ella. A mi manera. Y una cosa puedes tener por cierta: tu madre no vuelve a una clínica".
De él no sale una queja, como no sea para criticar el abuso que ejerce el inutil de su hermano Basilio con los bienes y propiedades de sus padres. Esta rotundidad resulta extraña al lector. Sin conocer todavía muchos detalles de su enfermedad, es posible pensar que Lola estaría mejor y más cuidada en un ambiente que controlen sus accesos de furia y autodestrucción.
Me parece interesante saber algo más de Sant Andreu: 10 razones para vivir en Sant Andreu.