4ª parte. Hasta el final.
Doce mujeres y el cazador de ratas, Sutton, permanecen encerrados en la casa de socorro de Portpool Lane. El motivo de su enclaustramiento es contener la peste dentro de los muros del edificio y evitar que se propague por la ciudad y repetir el desastre de otras epidemias.
Ruth Clark, la transmisora de la peste y a la que primero se le detecta por los bultos en sus axilas, ya ha muerto, no por los efectos de la enfermedad, sino asfixiada por un desconocido asesino, mejor dicho, asesina, porque todo apunta a que la culpable es una de las mujeres que allí viven.
En días posteriores, fallecen además cuatro de las mujeres que estaban ingresadas y se desata en la comunidad una angustiosa espera que no hace sino alterar el delicado equilibrio y las tensiones entre Hester y sus compañeras.
Sucede, como era de esperar, un momento de pánico cuando una enferma intenta escapar de la reclusión e inicia una huida que a duras penas puede ser controlada por Sutton y sus secuaces, los que vigilan con pitbulls amaestrados que nadie pueda entrar ni salir de la casa. Todos están presentes cuando los perros atacan a Martha y le causan las graves heridas que poco después le provocarán la muerte. A pesar de su crueldad, es un serio aviso para que nadie intente repetir la huida.
La descripción de esta secuencia permite apreciar la parsimonia que alcanza la novela en estas páginas:
- Contagio de la peste.
- Intento de huida de la enferma.
- Pelea con sus cuidadoras.
- Salida al patio trasero.
- Ataque de los perros.
- Consternación de los que presencian la escena.
- Acusaciones y peleas de las mujeres con Sutton.
- Vuelta a la normalidad.
Paso a paso, y de forma detallada, la autora no se ahorra detalle para contar la cadena de acontecimientos que constituyen una escena que finalmente está dentro de lo previsible en estos casos.
Hester no quiere olvidar que tiene todavía un misterio que resolver: quién mató a Ruth Clark. Sin embargo, este interrogante pasa a un segundo plano ante el esfuerzo que todas tienen que realizar para sostener el funcionamiento de la casa. Es necesario, entre otras cosas, conseguir carbón, alimentos, agua, medicinas o vendas. De todo eso se ocupa Sutton, un inesperado y eficaz ayudante que manifiesta una declarada devoción por Hester y su trabajo. En el exterior, es Margaret la encargada de recoger los fondos necesarios para pagar los suministros que necesita el mantenimiento de la casa de socorro. Recibe, también, la petición de matrimonio de Rathbone y, en una escena llena de romanticismo, sensibilidad y firmeza, le emplaza a ofrecerle una respuesta positiva cuando acabe el encierro de Portpool Lane.
Son las veladas a las que Margaret y Oliver Rathbone asisten las escenas que más pesadas y aburrida me parecen, aunque, hablando con seguidoras fieles de las novelas de Anne Perry, reconocen el valor de estos momentos, cuando más claramente se aprecian las descripciones de la autora de los vicios y virtudes de la sociedad victoriana, la hipocresía, la formalidad en el comportamiento y también la filantropía hacia los más desfavorecidos y el gusto por la cultura, la música y las reuniones sociales de las clases privilegiadas.
En el exterior, Monk, Rathbone y Durban intentan de todas las formas posibles demostrar la inocencia de Gould en la muerte de Hodge. buscan pruebas y elaboran teorías que les hacen profundizar en lo que realmente ocurrió la noche en que los colmillos de marfil fueron robados. No encuentran a los marineros que abandonaron el Maude Idris al llegar a Londres, lo que les impide conocer más detalles sobre la posibilidad de que la peste llegase en el barco, el robo e los colmillos y la muerte de Hodge.
Monk y Durban visitan a Louvain para que les aclare las preguntas y las dudas que tienen sobre el caso y sobre el conocimiento del mismo que tenía el propio armador. También para que testifique en favor del Gould. Louvain enseña muchos rasgos malvados y violentos de su personalidad cuando se ve acorralado y cuando tiene que admitir muchos de los hechos de los que Monk le acusa:
- llevó a Ruth, su hermana, a la casa de socorro a sabiendas de que se encontraba enferma de peste y que iba a morir.
- él mató a Hodge y al resto de la tripulación para quedarse con la carga del buque y para que ni las autoridades ni la población supiesen que a la ciudad había llegado la peste.
- contrató a Monk para que Hester, su mujer, cuidase de Ruth y no desvelase el secreto del contagio.
El fin de Louvain está a la altura de un malvado de su calaña. Un personaje sin escrúpulos como él, acaba ahogado en la sentina de su barco, rodeado de los cadáveres de los marineros que mandó asesinar.
En la casa de socorro, han pasado los días sin noticias de la enfermedad por lo que Hester da por concluida la reclusión y todos celebran un reencuentro que muchos dudaban, tras tantos días de angustia, que pudiera ocurrir.